«Tildes», por doña Susana Cordero de Espinosa

Si leemos: ‘Seguiré solo en casa este mes’ ¿podría usted, lector, si no fuera por el contexto pandémico, distinguir, solo por esta frase, si el escribiente manifiesta que estará solo, sin nadie más en su casa o si estará solamente en su casa, no en otra?

Se armó la debacle —la arman los periodistas en sus títulos, cuando no tienen mucho que decir: actualizan lo viejo, por puro estar presentes, que es lo suyo; así dan oportunidad de discutir y mostrarse a ciertos académicos –como si no se mostraran ya lo suficiente—. Se trataba de si tildar o no, la palabra solo, cuando, como adverbio, significa ‘solamente’.

Vargas Llosa y otras eminencias quieren seguir tildándola para distinguirla de cuando es adjetivo, que significa ‘sin compañía’, ‘en soledad’.

Si leemos: ‘Seguiré solo en casa este mes’ ¿podría usted, lector, si no fuera por el contexto pandémico, distinguir, solo por esta frase, si el escribiente manifiesta que estará solo, sin nadie más en su casa todo un mes o si estará solamente en su casa, no en otra? Pues en estos casos, y no hace solo diez años, sino desde 1956, la Real Academia Española, RAE aceptaba que esta tilde fuera ‘potestativa’, palabrita que tanto ha complicado a tantos, entre ellos al mismísimo Vargas Llosa —gran escritor, sin duda, sobre todo en sus primeras obras— que también tiene sus lapsus y rebeldías gramaticales, como todo el mundo… En mi opinión, el uso o rechazo de la tilde en ‘solo’ es lo de menos. Yo la habría puesto en solo, por ‘solamente’, pero, pues se presume que en el contexto distinguiremos si el individuo del solo estará sin compañía o estará solamente en su casa, no la pondré, y ya. No me complico, por más que algunos académicos gusten de dar palos de ciego para mostrar que son videntes.

Es muy cierto lo que trae la Ortografía de la lengua española, ese colosal esfuerzo panhispánico culminado en 2010: ‘’Los espacios no reglados se convierten en territorios de indeterminación y de vacilación que afectan al objetivo último de la unidad de la escritura’. Su deber es reglar, reglamentar. Así que la aspiración a la unidad debe primar, dejando de lado caprichos y veleidades… Pero hay muchas más, que solo esta batalla. Hacia 1998 nos sorprendió en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, PUCE una nueva norma sobre la eliminación de la tilde en palabras que siempre habíamos creído bisílabas —de dos sílabas— como fié, fió, guión, truhán, pié y tantas otras que, en adelante, se escribirían fie, fio, guion, truhan, pie (no de pie, nuestra monosílabica extremidad inferior, sino de piar).

Las palabras monosílabas —de una sola sílaba— no se tildan. Ni ti —¡y tantos lo hacen!—, ni fe, di, no, fue, sol, tan, son, ni tantos otros, salvo cuando a la palabrita le compete cumplir más de una función en la oración. (Lo dejamos para otro capítulo y volvemos a pie, de piar ‘dicho especialmente del pollo, emitir cierta forma de voz’). ¿Escribimos de un niño que pía a sus amigos: ‘Su amiguito le pio o le pió?’ ‘¿Le pie o le pié, pero no vino?’. Parece que en México estos, que para nosotros eran bisílabos, se pronuncian como monosílabos y, como ganan los muchos, vino la reglita y nos confundió. Desde entonces, guion no se pronuncia gui-ón, sino guion, ni fie, fié, sino fie, ni fió, sino fio. Pero escriba ‘Ya no fío, hui’.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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