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«Última hora de Abderramán III» (Marco Martos)

Muere el sol en la mezquita de Córdoba / y nace la noche en mi corazón. Y nunca más. / Mañana el astro volverá a su rito / y no habrá corazón en la oscuridad definitiva. / Astrolabios, relojes de arena, arrugas de mi rostro...

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(Córdoba, año 961)

Muere el sol en la mezquita de Córdoba
y nace la noche en mi corazón. Y nunca más.
Mañana el astro volverá a su rito
y no habrá corazón en la oscuridad definitiva.
Astrolabios, relojes de arena, arrugas de mi rostro,
calendarios del Nilo, memoria de los creyentes,
soldados de mi espada, todos saben
y comentan cómo han goteado
cincuenta años de emirato y califato.
Tesoros, honores, placeres,
todo lo he tenido, todo
lo he desperdigado.
Mis rivales, los más grandes,
me estiman, me temen, me envidian,
besan protocolariamente el suelo sagrado
y suben arrastrándose hasta mi trono.
Todo aquello que los hombres desean
me ha sido donado por el cielo.
La noche viene. Ya cantan los pájaros.
En este tiempo largo de aparente
contentamiento he guerreado en Toledo,
en Mérida, en Zaragoza, he vencido
en todas las batallas, todas
las perfidias del reino las he dominado.
Las más hermosas mujeres de al-Andalus
me han sonreído en mi lecho, cada alborada.
La noche viene. Ya callan los pájaros.
Antes de irme quiero contar
los días en que fui feliz. Mi memoria
escudriña el pasado: sólo son catorce.
Creyentes, mortales, aprecien conmigo
la grandeza del mundo y de la vida.
La noche llega. Me llamaba Abderramán III.
Esta es mi última palabra.

(De Cabellera de Berenice, 1990)

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