A qué absurda altura del vacío
uno alcanza el concilio
de la descastada luz
de lo que repta en la belleza.
A qué infame convención debemos
la ilusión de estrella próxima,
de campo comprendido
en lo que no nombramos del paisaje.
Sin embargo,
acá siguen trashumantes,
los ojos que vi alguna vez
dentro de los ojos de tus ojos.
Amar, entonces,
es morder con altura desbordada
lo que cae en llamas
orgullosamente hacia la nada.