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«Vivir para contarlo», por don Óscar Vela

No he tomado este título de ningún libro, lo he hecho de una frase que rescaté en la conversación que mantuve con Joaquín Martínez, el primer español y europeo en salir de un corredor de la muerte...

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No he tomado este título de ningún libro, lo he hecho de una frase que rescaté en la conversación que mantuve con Joaquín José Martínez, el primer español y europeo en salir de un corredor de la muerte en Estados Unidos. Joaquín (Guayaquil, 1971), hijo de padre español y madre ecuatoriana, agradece todos los días porque vive para contar su experiencia de más de cinco años en el infierno.

Su historia es muy similar a la que sufren centenares de personas pertenecientes a minorías raciales (en especial negros y latinos) en ese país. En 1996, la ciudad de Brandon, Florida, se vio sacudida por un crimen perpetrado contra una pareja de jóvenes. El día del asesinato, Joaquín se encontraba en Orlando con su novia. Su ex esposa, con quien mantenía disputas permanentes por el régimen de visitas de sus dos hijas pequeñas, enfurecida y enceguecida por celos, lo denunció en la policía del pueblo como sospechoso de haber cometido esos crímenes.

El 28 de enero de 1996, Joaquín visitó a sus hijas y discutió con su esposa por aquel viaje a Orlando. No sabía en ese momento que todo lo que allí sucedía estaba siendo grabado por la policía. Su ex esposa se mostró extrañamente insistente en acusarlo por su presunta participación en los crímenes. Tras un altercado verbal, salió de casa en su vehículo y fue interceptado de inmediato por varios patrulleros, lo detuvieron y le dijeron que tenían grabada su confesión como autor de dos asesinatos.

Ya en prisión, Joaquín supo que las víctimas eran el hijo del sheriff de esa ciudad, que se dedicaba a la venta de droga, y una bailarina de un bar. Y, lo más extraño de todo, era que las supuestas grabaciones con las que lo acusaban como autor confeso, no eran audibles. Ni siquiera en un laboratorio se lograba escuchar lo que allí se decía. La fiscalía decidió hacer una transcripción de las cintas en las que su ex mujer, la policía y el fiscal escribieron su interpretación de lo que supuestamente decía Joaquín en ellas.

Ni las pruebas de ADN ni las huellas de la escena del crimen coincidían con las suyas, de modo que en el juicio fue sentenciado a pena de muerte sin una sola evidencia en su contra.

Gracias a la acción decidida de sus padres, del gobierno español, de la Casa Real, incluso del Papa Juan Pablo II, en el año 2001 Joaquín fue absuelto de su condena en un nuevo juicio en el que se demostró su inocencia y se determinó la existencia de indicios claros sobre los verdaderos autores del hecho.

Joaquín fue un defensor de la pena de muerte, pero desde este hecho que le marcó la vida, se dedica a ayudar a las personas que han sufrido injusticias como la suya.

Al final de esta charla, me cuenta que su mejor amigo en prisión, Frank Smith, murió de cáncer en el corredor de la muerte y tiempo después fue exculpado del crimen cuando se descubrió con una prueba de ADN al verdadero autor. Conmovido, dice: “Allí no es suficiente ser inocente, es decisivo demostrarles que no eres culpable”.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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