«¿A dónde vamos?», por don Marco Antonio Rodríguez

Tiempos de incertidumbre, todo es relativo y lo efímero va proyectando un nuevo sistema. Proposiciones y creencias milenarias en las que se erigían las sociedades occidentales lucen a punto...

Se multiplican las proclamas sobre la falacia del sistema fraguado por la Guerra Fría, insistiendo en un cambio a la luz de las revoluciones tecnológicas, pero estas absorben todo. Deshumanización. Demolición de la moral del trabajo. Dominio de los nuevos canales de información que erosionan los valores del ser humano. Tensión, incertidumbre. Pero lo peor para la generación Y y Z es la espera. El mundo cambia a ritmo de vértigo. Las formas de gobierno hegemónicas caducarán y se gestarán otras que articulen la reactivación social y económica. Vivimos un cambio de era. No se trata de ideaciones catastrofistas, que convoquen o acicateen la atención de quienes las lean o, peor aún, visiones de astrólogos o agoreros; es el efecto de una sensación colectiva, generacional, recogido por numerosos pensadores.

Tiempos de incertidumbre, todo es relativo y lo efímero va proyectando un nuevo sistema. Proposiciones y creencias milenarias en las que se erigían las sociedades occidentales lucen a punto de extinguirse. Tiempos de crisis en el sentido originario de transformación de un mundo agonizante hacia otro, donde nadie sabe qué nos corresponderá hacer, si es que esa tarea nos atañe. Hemos devenido en seres tecnológicos. La actual imagen del ser humano emerge fusionada a la tecnología. No hay sitio: iglesias, museos, salones, restaurantes, hogares, calles… en los cuales no se vea a los concurrentes de todas las edades asidos a sus celulares. Son su álter ego, su oráculo, su misericordiosa compañía.

Campea la tecnología ciborg. Esta supone mucho más que ejecutar un trasplante de corazón o una prótesis biónica a un miembro amputado. Me refiero a la posibilidad de que en un futuro inmediato las máquinas posean derechos y hasta ciudadanía. Instante en que la inteligencia artificial supere a la humana.

“Me brindo al bien y al mal,/ me permito hablar hasta correr peligro./ Naturaleza sin freno, original energía”. Este es el humano que se va perdiendo.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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