A veces dudo si es placer o pena,
si es dicha o es dolor,
lo que en sus horas de ansiedad devora
mi pobre corazón.
Es por eso que, a veces, de mi llanto
me río con desdén,
y otras de mi alegría me avergüenzo
y lloro sin querer.
¡Déjame a solas! ¡Mi dolor respeta,
respeta mi silencio!
No con palabras de piedad se cura
la vieja herida que en el alma llevo.
¡Déjame a solas! Una chispa a veces
es causa de un incendio,
y al débil choque de contrarias nubes
salta el trueno del rayo mensajero.
Si sabes que la duda siempre ha sido
hermana del dolor,
y el abismo sin fondo del olvido,
la tumba del amor;
si de la muerte de mi dicha un día
la causa fuiste tú:
¿a qué preguntas, si en el alma mía
tu imagen vive aún?