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«Benjamín y la cultura», por don Óscar Vela Descalzo

La nueva obra del Pájaro Febres Cordero, ‘Pasiones de un Hombre Bueno: un viaje por la vida de Benjamín Carrión’, editada en un hermoso libro envejecido y con detalles que sorprenden al lector, retrata no solo la vida íntima de un hombre lleno de virtudes...

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La nueva obra del Pájaro Febres Cordero, ‘Pasiones de un Hombre Bueno: un viaje por la vida de Benjamín Carrión’, editada en un hermoso libro envejecido y con detalles que sorprenden al lector, retrata no solo la vida íntima de un hombre lleno de virtudes, sino también su entrega abnegada y obsesiva por la cultura y el conocimiento.

El lector se internará en esta novela de la forma más sutil, envuelto en la narrativa ágil y fresca a la que nos tiene acostumbrados el Pájaro, pero además será transportado mágicamente, como si se tratara de una moviola, al hogar de don Benjamín Carrión en Quito y a los días cotidianos en los que él y Águeda, su esposa, acompañados de sus dos hijos y varios nietos compartían una vida plácida y frugal tras muchos años de avatares, alejamientos, exilios y, especialmente, infinitos enlaces con el movimiento cultural del mundo entero.

Y desde el Quito de finales de los setenta, viajará el lector a la tierra natal de don Benjamín, Loja. Allí, Carrión pasará sus primeros años que, a pesar de la pérdida de su padre, serán felices según él mismo recordaba.

De esos tiempos maravillosos de la infancia también está hecha esta novela tejida con recuerdos que en buena parte se relacionan con intelectuales o artistas. Pablo Palacio, por ejemplo, tiene en estas páginas su espacio no solo en un amistoso cruce de cartas, sino también con la impronta de la pluma fina del Pájaro que se refiere así al humilde y fabuloso escritor: “!Ese era Pablo Palacio! Ese era el hombre flacuchento, pelirrojo y pecoso a quien Carrión conocía desde niño y cuya escritura admiraba”.

Pero transitan además por la novela personajes como Gabriela Mistral, comadre y gran amiga de Carrión, o Juan Rulfo, otro de sus hermanos de sangre y letras con quien comparte además sus inolvidables años en México, la segunda patria de Benjamín. Y otros de nombres tan rimbombantes como Paul Valery, Miguel Ángel Asturias, José Vasconcelos, Miguel de Unamuno…

Entre los ecuatorianos prácticamente están todos los que trascendieron en la época: Jorge Enrique Adoum, Oswaldo Guayasamín, José de la Cuadra y tantos otros que, de un modo u otro, compartieron el tiempo de Benjamín Carrión y, sobre todo, el florecimiento cultural en ese magnífico proyecto que él concibió y del que tantos artistas e intelectuales -el país entero con ellos- se beneficiaron: la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que arropó, descubrió y lanzó al mundo a los artistas e intelectuales del siglo XX, y que hoy está a punto de desaparecer bajo el peso de un organismo estatal deformado desde su origen para atenazar, subyugar y alinear a ciertos actores culturales con proyectos políticos gubernamentales.

Es esta una obra desbordante de pasión que fluye por las entrañas de uno de los grandes personajes del Ecuador, pero además por obras inolvidables: ‘Atahuallpa’, ‘El cuento de la Patria’ y sus enormes trabajos ensayísticos. Y, cómo no, por su inagotable amor a la cultura.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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