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«Cervantes, ‘en paz tranquila y en provechoso sosiego’», por Susana Cordero de Espinosa

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Jueves 4 de agosto de 2016, por Susana Cordero

Señor subdirector de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, señor expresidente de la república, doctor Rodrigo Borja; excelentísimo señor don Víctor Fagilde, embajador del Reino de España;  don Pablo Corral, secretario de Cultura del Municipio capitalino; señor secretario de nuestra Corporación,  embajador Francisco Proaño;  querida amiga, doña Mariher González de Fagilde;  doctora Inés Flores, curadora de la muestra; colegas académicos; artistas participantes, amigos, amigas que nos acompañan:

La Academia Ecuatoriana de la Lengua ha querido evocar la persona y la obra de don Miguel de Cervantes en este 2016, al cabo de cuatrocientos años de su muerte. Lo hicimos en Loja, en abril último, con sustancial apoyo de su Universidad Técnica Particular, la cual posibilitó la llegada al Ecuador de don Darío Villanueva, director de la Real Academia Española y la rica participación de académicos  americanos y  ecuatorianos. Hoy lo hacemos en Quito, con apoyo de la Secretaría de Cultura del Municipio. Cumplimos en ínfima parte con la deuda que el mundo tiene contraída con el gran escritor, que hizo en nuestra lengua española el don de la existencia de sus inmensos personajes. En estos actos de memoria, junto a la alegría de constatar la inagotable presencia   de su obra, cabe la melancolía por los que han vivido y viven sin contar con la experiencia de la lectura de don Quijote de la Mancha,  que es, como la de cada obra que trasciende, una forma más rica y sugerente de leer nuestra propia vida…

         Como se escribe en el prólogo del libro Don Quijote, el lector por excelencia, de la profesora titular de la Universidad Complutense, doña Asun Bernárdez, “Un texto no es nunca solo él mismo. Es un entramado de voces, un entretejido de hilos que guían nuestra memoria,  y su riqueza se cifra en su capacidad para provocar en nosotros una serie de ecos, de sendas por las que transitar hacia otras lecturas, hacia otros pensamientos, hacia sentimientos que otros textos alguna vez suscitaron”.  Debo añadir que la riqueza textual se acrecienta en cada uno de sus lectores,  al guiarlos hacia ese otro yo que espera tras toda experiencia personal, mostrarles sus límites y procurarles la ilusión de llenar  algunas de sus  carencias.

En el inmenso texto cervantino, Don Quijote es, ante todo,   el apasionado lector  de libros de caballerías, lectura que origina su enajenación. De aquí  inferimos la razón que tuvo Cervantes   al crear a su personaje  para procurar en sus lectores el rechazo de la lectura de esos malhadados libros, mediante la burla que el afán quijotesco provoca,  precisamente porque el genial alcalaíno no olvida, ni olvidamos nosotros, que don Quijote, cuando prescinde de su obsesionada búsqueda del bien a la manera de los caballeros andantes,  es el más inteligente, sabio  y cabal de entre los amigos imaginarios o reales, con quienes podemos contar.

         Pero como la palabra lectura no se refiere solo a la interpretación del sentido de un texto escrito, sino a la comprensión de ‘cualquier tipo de representación gráfica’ y al descubrimiento de sentimientos y pensamientos de alguien o algo oculto en cualquier forma de expresión,    cuadro,   escultura,  música,   presencia, voz, el personaje a quien admiramos y queremos luce ahora en la Academia en cuadros y esculturas de singular factura, lo que muestra mil veces   cómo  el arte se alimenta del arte,  y la palabra escrita se carga de nuevos y bellos sentidos,  inagotable en cada posibilidad de  interpretación.

         Hemos concebido, por sugerencia de la escultora y querida amiga  María Dolores Andrade, esta exhibición de arte ecuatoriano basada en personajes cervantinos, cuyo título   “Cervantes en paz tranquila y en provechoso sosiego” se cumple por primera vez en esta casa, en la sosegada alegría de compartir hermosas y diversas interpretaciones de su libro.  A ellas se añade una vitrina, con un contenido significativo que vale la pena explicar. En primer lugar, nuestra Academia cuenta con la séptima edición del Diccionario de la lengua castellana, como se lo llamaba entonces, de 1832, y con otra, donada a nuestra Corporación, entre otros muchos libros, por el académico don Claudio Mena Villamar. Incluimos también variadas ediciones de D. Quijote de la Mancha, entre las que cabe mencionar el facsímil de la primera edición de Juan de la Cuesta, en Madrid, en 1605,  además de la primera y única edición completa  ecuatoriana del Ingenioso hidalgo, realizada en Riobamba en 2005. Consta también en la vitrina una edición bellamente ilustrada, y alguna hermosa adaptación de la obra, en forma de cómic,  para niños,   que pertenece a mi nietita, Maia Lua y me la ha prestado con emoción,  pidiéndome que la cuidemos. Por último, en la parte baja de la vitrina se encuentran las ediciones de los libros que, a partir del año 1998, han sido elaborados, no ya solamente por la Real Academia, sino por todas las academias de España, América y Filipinas,  de modo panhispánico. Obras monumentales como la Nueva gramática de la lengua española, el Diccionario de americanismos y la Ortografía casi enciclopédica, con detalles inéditos, así como el primer libro llamado panhispánico, que es el Diccionario de dudas, editado en 2005,  además de la edición del diccionario oficial, de 2014, realizadas todas en el brevísimo lapso de alrededor de once años, en relación  con el tiempo que habría tomado, hace menos de cincuenta años,  la redacción y edición de cada una de las obras citadas.

         Repito para ustedes, artistas participantes en esta muestra, y para ti, Inés, admirable curadora de ella, y para Karina y tu equipo,  las palabras con que don Quijote  muestra  nuestros sentimientos de este instante:

Que el agradecimiento que solo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Por esto querría que la fortuna me ofreciese presto alguna ocasión donde me hiciese emperador, por mostrar mi pecho haciendo bien a mis amigos…

         Quisiera, como quería Don Quijote, y lo he dicho más de una vez,  tener ocasión, no ya de ser emperatriz, sino de mostrar con obras nuestro agradecimiento a los amigos que acogieron la idea de esta muestra y aceptaron generosamente enriquecerla,  con su rica y diversa ejecución del personaje central de Cervantes; a la doctora Inés Flores, curadora, que con la gracia y fortaleza de su entusiasmo, ha venido a ayudarnos a idear la exhibición y a colocar cada obra de arte en las aún intocadas paredes de nuestra vieja, sede recién restaurada. En este ámbito de la lengua, repito aquello que consagra nuestro quehacer académico, con palabras solemnemente pronunciado por nuestro héroe, para el caballero del verde gabán:  “La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”,  Si en la Academia Ecuatoriana, cuya tarea, desde 1874,  ha sido la de preservar,  cultivar, y prever el camino del español en nuestra hermosa parcela de América, ha discurrido y discurre la palabra escrita, es decir el alma de multitud de académicos de entre los cuales ninguno traicionó su misión cultural en la patria, hoy cada uno de ustedes, queridos artistas participantes, completa nuestra visión de la palabra, de la voz del libro cervantinos, con su decir intransferible que engalana y colorea por primera vez el blanco de nuestros muros y puebla nuestras viejas hornacinas. Gracias a todos ustedes, hasta el fin.