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«Convite» (Bruno Sáenz Andrade)

Sobre el encaje sin tacha y el tablón hospitalario, / no luce esta vez el pan recién sacado del horno, / ni muestra su alma de fuego, su áspera piel de racimo, la garrafa de buen vino. / Falta el cubierto de plata. / La luz se demora, plácida...

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Sobre el encaje sin tacha y el tablón hospitalario,
no luce esta vez el pan recién sacado del horno,
ni muestra su alma de fuego, su áspera piel de racimo, la garrafa de buen vino.
Falta el cubierto de plata.
La luz se demora, plácida, por encima de la tela. Vuelve a los ojos del huésped.
No regala a la mirada el plato de filo de oro,
la vianda humeante, las sisas del servidor deshonesto.
(¿Quién mezquina al invitado el muslo tierno del ave
y domestica con agua el mosto, su caldo avieso?)
Las sillas bien alineadas no se ofrecen todavía
al peso del convidado, a la audacia del intruso,
al miedo del imprudente que ha llegado sin vestirse con las galas de la fiesta.
El recuerdo de otros ágapes, de pasados comensales,
no desperdiga migajas ni acude para ocupar la silleta vergonzante.
Solo la espera dispone formas, coloquios, sabores.
Atiende sin impaciencia la oreja fiel del patriarca.
Lo distrae algún gemido: el cristal de la ventana, la madera de un banquillo…
O una arruga en los manteles…
Ni siquiera se ha propuesto alzar la vista a la puerta.

Este poema forma parte del libro El viento del espíritu levanta los legajos, que la Casa de la Cultura Ecuatoriana y la Academia Ecuatoriana de la Lengua presentarán el 14 de julio de 2021.

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