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«Dante, precursor de la unidad de Italia», por don Simón Espinosa Cordero

Conferencia que don Simón no pudo pronunciar en el marco del III Congreso Internacional de Estudios sobre Dante Alighieri en el Ecuador: Dante desde distintos ángulos. La reproducimos a continuación:

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El general Bartolomé Mitre, presidente de Argentina, tradujo al español y en verso la Divina Comedia. Arturo Roig, filósofo e historiador argentino, profesor por más de una década en la Católica de Quito, nos solía contar que habían escrito la siguiente cuarteta junto a la puerta de entrada de la casa de Mitre: “En esta mansión vetusta, / vive un traductor del Dante. /Apúrate caminante, / no sea que te traduzca”. Chascarrillo no exento de condumio. La mansión vetusta, el vetusto traductor, el seguro espanto de leer obra tan extensa y en verso justifican la alusión.

“Donde las dan, las toman”. Nos informa Wikipedia que “Durante los últimos días de diciembre de 2017, el sociólogo argentino Pablo Maurette, célebre tuitero cultural, propuso en su cuenta una lectura colectiva de La Divina Comedia de Dante Alighieri: un canto por día, durante cien días. El éxito de la propuesta fue inmediato: el 1 de enero, #Dante2018 fue tendencia en Argentina. Miles de personas, de nuestro país pero también de otros, están participando con comentarios sobre el canto de cada día”, dice la referencia indicada.

La Academia Ecuatoriana de la Lengua me ha pedido que diga algo sobre La Divina Comedia. De ella poco sé, aunque me salve el hecho de que Dante y yo, señores, tengamos una pasión común por el número tres.

Dante amó el número tres por ser un reflejo de la Santísima Trinidad. Su obra magna abarca tres cantigas, cada una de treinta y tres cantos para que se correspondieran con los de la vida terrena de Cristo, más un canto extra en la primera cantiga a fin de completar los ciento y con esta centuria dejar, de hecho, en retaguardia, la Edad Media y anunciar la vanguardia de una vida nueva, la de los nuevos tiempos renacentistas en los que el hombre ocupará el lugar de Dios

He cumplido ya los 93, por tanto, he vivido la cifra de tres años unas treinta y una veces. Treinta y un años de Paraíso en la orden de la Compañía de Jesús, 31 de Purgatorio en ganarme tardíamente la vida y treinta y uno de Infierno en la edad del átomo y la red, por lo que tengo una afinidad vital con Dante y su Comedia. Ojalá viviera yo hasta los ciento para que hubiese una semejanza más jubilosa.

Así, pues, en homenaje a la pasión del florentino por el número tres, algo diré, brevemente, sobre tres mujeres: la una, Beatriz, la de la Vita Nuova y el Paraíso; la otra, Francesca de Rímini, condenada al segundo círculo, exclusivo de la colonia de lujuriosos, y la tercera, Nuestra Señora, la llena de gracia. Aunque calculo que por el tiempo asignado, tendré que prescindir, con pena, de nuestra señora. Mis fuentes son modestas Martín de Riquer con su historia de la literatura universal, tomo primero, Will Durant, con su Historia de la Civilización: La Edad de la Fe, tomo tercero y Wikipedia. Más la Comedia.

Me preguntarán, tal vez: Si fuiste cura, ¿por qué no nos dices algo de los papas que Dante puso en su Infierno, y tú, senil ya, vas a hablar de mujeres? He aquí mi respuesta: en julio de 1960 reemplazaba al párroco de una iglesia en Staten Island, Nueva York. Confesaba una tarde y absolví a una mujer que se acusaba de haber abortado. La absolví sub conditione, dado que yo era un sacerdote joven. El aborto era un pecado que solo podía ser absuelto por un confesor más viejo, pues el aborto era un pecado reservado. Entonces fui a la Curia de la Diócesis de Nueva York, junto a la catedral de San Patricio, para llenar un formulario a fin de que validaran la absolución condicionada. Al salir a la calle pasó un bus y en el bus, vi a una mujer joven, con el rostro pegado a la ventana. ¡El corazón me dio un vuelco que todavía duele al cabo de sesenta años! En memoria de ese rostro hablaré de Beatriz y Francesca.

Beatriz

Beatriz es una mujer real, de carne y hueso. Sus generales de ley son: Nacida en Florencia en el año 1265 y fallecida en la misma ciudad el 8 de junio de 1290. Hija de Folco Portinati y de Cilia di Gherardo Caponsacchi. Casada con Simone dei Bardi. Velada y enterrada en Santa Margehrita de’Cerchi, Florencia.

Sabemos de ella como mujer amada, por el libro la Vita nuova de Dante, y como mujer guía del Dante en el Paraíso. La Vita nuova y la Comedia en su parte tercera El Paraíso son, por lo referente a Beatriz, dos libros feministas clásicos, proféticos, estupendos, que nos dejan con la boca abierta.

El la argumento de la Vita nuova es el siguiente:

Dante encuentra por primera vez a Beatriz a los nueve años y se enamora de ella. Vuelve a encontrarla nueve años después, a los dieciocho de edad, y compone un soneto en su honor. Desde ese momento, siente por Beatriz un amor platónico, y su mayor felicidad es ser saludado por ella. Sin embargo, oculta cuidadosamente el amor que tiene por Beatriz, cortejando abiertamente a otra dama. Llegado esto a oídos de Beatriz, ella le niega el saludo. Se le aparece el Amor, y en su discurso, que el poeta no comprende, se profetiza la muerte de Beatriz. Dante toma como objetivo de su vida expresar por medio de la poesía su amor por Beatriz. Muere el padre de Beatriz y, poco después, Dante cae gravemente enfermo. Durante su enfermedad tiene una pesadilla que es un presagio de la muerte de Beatriz. Tras la muerte de Beatriz, que se relaciona con el número 9, Dante se cree enamorado de otra dama, pero apaga este falso fuego y una visión le muestra a Beatriz, vestida de rojo, en la gloria de los cielos, por lo cual el poeta decide no amar a otra mujer y consagrar su vida al recuerdo de su amada, aunque no escribirá sobre ella hasta que no sea capaz de encontrar la forma adecuada de hacerlo. (Durant)

Citemos algunos ejemplos:

Dante a los 9, la ve por primera vez. Y más tarde escribirá:

Su vestido aquel día era de nobilísimo color, un bello y atenuado carmesí, con cinto y adornos tales como convenían a su tierna edad. En aquel momento, digo en vedad que el espíritu de la vida, que tiene su morada en la cámara más secreta del corazón, empezó a temblar tan violentamente que los pulsos más leves de mi cuerpo temblaban con él; y temblando dijo estas palabras: Ecce deus fortior me, qui veniens dominabitur mihi (He aquí un dios más fuerte que yo, que llegando, me dominará)… Desde entonces el amor gobernó completamente mi alma.

Dante a los 18, la ve por segunda vez:

Esta maravillosa mujer que apareció vestida de color blanquísimo, en medio de dos gentiles damas de mayor edad; y pasando por una calle volvió los ojos hacia donde yo muy medroso me encontraba; y por su inefable cortesía, que hoy le es recompensada en el cielo, me saludó tan recatadamente que entonces me pareció ver todos los límites de la felicidad”, y compone el inmortal soneto “Tanto gentile e tanto onesta pare”.

Óiganlo aquí en feliz Versión de Carlos López Narváez.

Tanto es gentil el porte de mi amada,
tanto digna de amor cuando saluda,

que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada.

Rauda se aleja oyéndose ensalzada

—humildad que la viste y que la escuda—,
y es a la tierra cual celeste ayuda

en humano prodigio transformada.

Tanto embeleso el contemplarla inspira,
que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira.

Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que al alma va diciéndole: ¡Suspira!

Un perfecto ejemplo del dolce stil nuovo

Dice el crítico y romanista alemán Erich Auer: “El Stil Nuovo tiene la particularidad de que su inspiración religiosa no es únicamente mística sino que es subjetivista en grado sumo. […] Esta mentalidad, que recuerda a las corrientes místicas, neoplatónicas y averroístas, es como mínimo una fortísima sublimación de las doctrinas eclesiásticas, es algo autónomo que en todo caso puede hacerse un sitio en el seno de la Iglesia, pero que, no obstante, se encuentra ya en los límites de la heterodoxia. Y de hecho, algunos miembros de aquel círculo eran considerados librepensadores”.

Dice Durant del Paraíso; “La teología de Dante hizo más dura su tarea. Si se hubiese permitido pintar el paraíso al estilo persa o mahometano, como un jardín de deleites tanto físicos como espirituales, su naturaleza sensual habría encontrado abundantes imágenes. Pero ¿cómo podría el intelecto humano —“ese materialista constitucional— concebir un cielo puramente espiritual? Además el desarrollo filosófico de Dante, le prohibía representar a Dios y a los ángeles y santos en términos antropomórficos; prefiere verlos como formas y puntos de luz, y las abstracciones resultantes pierden, en un vacío luminoso, la vida y el calor de la pecadora carne. Pero la doctrina católica profesaba la resurrección del cuerpo; y Dante, al mismo tiempo que se esfuerza en ser espiritual, dota a algunos moradores del cielo de rasgos corpóreos y habla humana. Es agradable saber que aun en el cielo Beatriz tenía hermosos pies”.

El Paraíso es un mundo inmaterial, etéreo, dividido en nueve cielos. Los primeros siete llevan el nombre de cuerpos celestes del sistema solar, que en su orden son Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno. El último par está compuesto por las estrellas fijas y el Primer móvil.

Virgilio, que simboliza la Razón, ha desaparecido. En su lugar, Beatriz, quien representa la Teología, toma el lugar de guía. De hecho, es imposible llegar a Dios tan solo con la razón, siendo necesaria la verdad iluminada. A continuación Dante encuentra un nuevo guía, Bernardo de Claraval. Beatriz sigue acompañándolo. El poeta se esfuerza por conseguir la Visión Beatífica de Dios, pero todo lo que ve es un punto de luz en torno al cual giran las jerarquías angélicas. Por medio de estas el Todopoderoso gobierna el mundo. Pero aunque no puede percibir la Esencia Divina, Dante ve cómo todas las huestes del cielo se ordenan en la figura de una rosa, luminosa, maravilla de palpitantes luces y matices diversos que se expansiona de pétalo en pétalo, hasta formar una flor gigantesca.

Beatriz deja a su enamorado y ocupa su lugar en la rosa. Dante le pide que siga ayudándolo. Ella le sonríe y enseguida fija su mirada en el centro de toda luz, pero le manda a San Bernardo de Claraval para ayuda y consuelo. Cuando San Bernardo dirige la vista de Dante hacia la Reina del Cielo pero discierne solamente un llameante brillo. Bernardo le dice que si quiere percibir más claramente la visión celestial, debe acompañarlo en una plegaria a la Madre de Dios. Beatriz y muchos santos se inclinan hacia María en actitud de rezo. Dante ve entonces la Luz Eterna que es en sí misma la Eterna Verdad.

Beatriz ha recibido la gracia de volver feliz a Dante guiándolo hasta la Luz Infinita. ¿Qué mayor alabanza cabe a una mujer? Después de la Virgen María, Beatriz es la mujer más agraciada del Universo. Tanto amor de Dante a ella. Tanto amor de ella a Dante.

Quiero terminar lo de Beatriz y mi visión de lo mío de Nueva York uniéndome al monje Benedictino Adso del Nombre de la Rosa de Umberto Eco:

Solo me queda callar. O quam salubre, quam iucundum et suave est sedere in solitudine et tacere cum Deo! Dentro de poco me reuniré con mi principio y ya no creo que este sea el Dios de gloria del que me hablaron los abades de mi orden, ni el de júbilo, como creían los franciscanos de aquella época, y quizá ni siquiera sea el Dios de piedad. Got ist ein Laudes Nichts, ihn ruert kein Nun noch Hier… Me internaré de prisa en ese desierto vastísimo, perfectamente llano e inconmensurable, donde el corazón piadoso sucumbe colmado de beatitud. Me hundiré en la tiniebla divina, en un silencio mudo y en una ilusión inefable, y en este hundimiento se perderá toda igualdad y toda desigualdad, y en ese abismo mi espíritu se perderá a sí mismo, y ya no conocerá lo igual ni lo desigual, ni ninguna otra cosa: y se olvidarán todas las diferencias, estaré en el fundamento simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen.

La segunda mujer, Francesca da Rimini, “padece en el segundo círculo del Infierno, donde los lujuriosos pagan sus pecados. Ente ellos están personas tan acogedoras y trágicas como Dído, reina de Cartago, y Cleopatra tan bella, tan política, tan trascendente en un momento culminante de la historia de Roma. La breve narración de 142 versos está llena de ternura y finos atisbos sicológicos.

“Para terminar una lucha entre los Polenta, Señores de Ravena, y los Malatesta, señores de Rimini, la hermosa Francesca de Polenta tenía que casarse con el bravo pero deforme Gianciotto Malatesta. La versión preferida de esta malaventura dice que Paolo, apuesto hermano de Gianciotto, fingió ser el pretendiente, y que Francesca se comprometió con él; pero el día de la boda se halló con que había de casarse con Gianciotto, lo que Francesca hizo con mucho disgusto. Poco después ganó el amor de Paolo. Gianciotto los sorprendió y mató”.

Will Durant, 592.

Los estudios más recientes establecen que esto sucedió entre 1283 y 1285, cuando Gianciotto tenía poco más de 40 años, Paolo entre 37 y 39 años y Francesca sobre 25 años. Oír a Dante es una delicia, conmovedora, tierna, y hasta redentora.

Oscilando en el viento como un fantasma junto al espectro de su desolado amante, Francesca da Rimini cuenta su historia a Dante: Este se dirige a Virgilio:

Al oír sus agravios fui inclinando
el rostro y el poeta, al verme así
por fin me preguntó: “¿Qué estás pensando?
Al responderle comencé: “¡Ay de mí!,
cuánto deseo y dulce pensamiento
a estas dolientes almas trajo aquí”

Y Dante se dirige a Francesca y Paolo:

A ellas después encaminé mi acento
y comencé: Francesca, tus torturas,
me hacen llorar con triste sentimiento.
Mas di: en el tiempo aquel de la venturas
¿cómo y por qué te concedió el amor
conocer las pasiones más oscuras?”
Y ella me dijo: “No hay dolor mayor
que recordar el tiempo de la dicha
en desgracia:
Pero si de este amor y esta desdicha,
conocer quieres la raíz primera
con amor y llanto será dicha.
Como herido de amor Lancelot fuera,
por deleite, leíamos un día:
soledad sin sospechas la nuestra era.
Palidecimos y nos suspendía
nuestra lectura, a veces la mirada;
y un pasaje por fin nos vencería.
Al leer que la risa deseada
besada fue por el fogoso amante,
este, de quien jamás seré apartada,
la boca me besó todo anhelante.
Galeoto fue el libro y quien lo hiciera
no leímos ya más desde ese instante”.

Mientras un alma hablaba, la otra era
presa del llanto; entonces, apiadado,
lo mismo me sentí que si muriera;
y caí como cuerpo inanimado”.

A Dante le conmueve tanto esta historia que se desmaya. Jesús en el episodio de la adúltera, dijo “Quien esté sin pecado que lance la primera piedra”, y en casa de Simón El Fariseo, invitado Jesús a comer con él, entra una prostituta y le besa los pies, los enjuga con du llanto y los perfuma con un ungüento precioso y caro. El marido ultrajado no está en el infierno. Yo hubiese puesto a Francesca y Paola en el Purgatorio.

Es tan bello este pasaje, tan conmovedor, tan tierno que la historia de Francesca de Rímini ha tenido un poderoso y repetido eco en la cultura: óperas sin fin, cuadros de famosos pintores, fecundos sembríos en la literatura, y una dulce memoria afectiva en millones de personas.

Aquí concluyo. No hubo tiempo para hablar de Nuestra Señora, a quien San Bernardo de Claraval, su más ferviente devoto y difusor, se dirige para interceder por Dante. “Con la oración de San Bernardo me dirijo a ti Santa María: “Oh virgen madre, hija de tu hijo, humilde y alta más que otra criatura”, perdóname esta omisión y acógeme en la hora de mi muerte. Amén.

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