Por una ley
no podemos llamar a nuestros hijos
pétalo de luna
o pupila de matico,
pero tú sí encuentras en los hijos
potrillos de alas opalinas
y violas de nogal pautadas
en claros manantiales.
Porque redimidos pensamientos
que emanan de las cosas
te acompañan,
en ellas
siempre sobran un sesgo de santamarías,
uvillas,
agridulce de tamarindo,
sándalo
para frotamientos
y tsímbalos para el susto.
Nombres y fuerza de amor
que no se detienen
ni siquiera
en la flexible corteza que somos.