Nada de buscarte en poemas,
ni de dibujarte el rostro en una carta
que jamás escribí por miedo a despedirme.
Por miedo de encontrar la forma,
de decir adiós.
Nada de escuchar que el eco
de cada pelea me recuerda:
Jamás un hombre amó tanto a una mujer.
Jamás una mujer, se amó tan poco
a sí misma.
Nada de paredes con tus retratos
y retratos con miradas de ausencias blancas.
Algo se hace tiniebla y no eres vos
alejándome ni alejándote.
Eres vos.
Vos desde ese espectro de lágrimas
recordándome que el amor
es bajar la guardia, recibir los golpes
y reducir el ego a una victoria compartida.
Nada de perdonarte mientras te escribo.
Nada de amarte un poco más
un poco menos, un poco distinto
cuando digo que te olvido.