He muerto para ti. Pero no hay duda
que fue tu amor tan puro como un cielo
y que tu mano de impiedad desnuda
me dio a beber la fuente del consuelo.
Hoy me atormenta una tristeza muda
y abrasadora como lava ardiente.
Hoy mi recuerdo a mi dolor se anuda
para clavara espinas en mi frente.
Lejano amor, ¡oh adoración tan alta!,
me siento solo, tu piedad me falta.
Y suspirando, el panorama abarco
tal como un viejo capitán marino
que se abandona tristemente al vino
desde la noche que perdió su barco.
Transcrito por Jorge Luis Pérez Armijos. Tomado de Compilación de poemas de ecuatorianos.