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Discurso de bienvenida de don Claudio Mena a don Enrique Ojeda en su incorporación como miembro correspondiente

Desde el archivo de la Academia compartimos con ustedes el discurso de bienvenida a don J. Enrique Ojeda en su ingreso como miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Lo leyó don Claudio Mena el 18 de septiembre de 2012.

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Desde el archivo de la Academia compartimos con ustedes el discurso de bienvenida a don J. Enrique Ojeda en su ingreso como miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Lo leyó don Claudio Mena el 18 de septiembre de 2012.

Enrique Ojeda es un profesor notable y estudioso, radicado en Estados Unidos y para mí un antiguo y querido amigo que nació como yo en Quito, donde la vida de estudiantes nos ligó para llegar al bachillerato. Fuimos compañeros, hasta cuando Enrique decidió viajar a Estados Unidos para dar pábulo a su vocación literaria, empezando por el estudio y continuando luego como profesor, lo cual ha permitido la aparición de varios volúmenes en lasque ha estudiado a importantes literatos ecuatorianos. Ha llegado a recibir el título de Master of Arts y Ph D. en lenguas y literatura románicas por la Universidad de Harvard. Ha ejercido la cátedra como profesor de Literatura Hispanoamericana en la universidad del Estado de Nueva York (Stony Brook) y en Boston College, donde ha sido profesor emérito.

Enrique Ojeda ha tenido la virtud y el constante impulso de estudiar a algunos autores ecuatorianos que le llamaron la atención cuando hubo leído sus, obras y con quienes decidió tomar contacto personal, con el objeto de dialogar sobre sus trabajos literarios. Finalmente consideró que era necesario y justo colocarlos en lugares importantes dentro del campo de la literatura ecuatoriana. Para lograr este trabajo, Enrique Ojeda ha entrevistado largamente a autores como lo son dos fundamentales: Jorge Icaza y Jorge Carrera Andrade. Enrique Ojeda los ha estudiado con verdadera devoción, como lo acredita su brillante y detenido estudio, especialmente de estos dos grandes autores que aparecieron en su obra: En pos del minero de la noche. Este es un trabajo muy importante en la literatura ecuatoriana y una fuente clara y detenida de sus valores literarios más destacados.

Jorge Icaza escribió a Enrique Ojeda una carta personal en la que le expresó las virtudes de su obra literaria. En ella le escribió lo siguiente: “Quizás usted tenga -lo digo sin pretensiones de crítico- un gran poder literario y una bella claridad al decir y descubrir las cosas íntimas de mi literatura que mis compatriotas no se atrevieron ni han podido interpretar nunca no sé si por egoísmo o por incomprensión. Largo sería para mí demostrar a usted uno por uno sus aciertos y sus bondades. Sólo tengo una palabra: Gracias.” Para el estudio de Jorge Icaza, nuestro escritor también recibió comentarios y puntos de vista importantes, gracias a Isaac J. Barrera, gran conocedor de nuestra literatura.

Ojeda conoce muy bien y con amplitud la obra de Gonzalo Zaldumbide, con quien un juvenil grupo de estudiantes, entusiastas por los estudios literarios, entre los que yo estuve, tuvimos la satisfacción de conversar con él en Quito. Enrique Ojeda ha decidido justamente para su ingreso a esta academia, exponer un detallado trabajo sobre la obra de Gonzalo Zaldumbide a quien ha estudiado con profundidad.

En 1971 apareció el libro de Enrique Ojeda titulado Jorge Carrera Andrade, Introducción al estudio de su vida y de su obra, que tiene más de 400 páginas, y se abre con el siguiente párrafo: “La obra poética de Jorge Carrera Andrade, sobria en volumen, ha florecido ordenadamente a lo largo de los 50 años de actividad literaria de su autor; es decir, desde 1917 en que aparecieron sus primeros versos hasta el presente. En el transcurso de medio siglo Carrera Andrade, periodista, diplomático, viajero y, sobre todo, poeta, ha reflejado en su obra no sólo el paisaje americano del que procedía sino también los contenidos espirituales de su época.”

Es importante esta primera percepción de Carrera Andrade realizada por Enrique Ojeda. Su obra se inicia con el estudio del primer libro de poesía: Estanque inefable que apareció en 1922. Escribe Ojeda que Jorge Carrera Andrade “significativamente encabezó el libro con tres frases tomadas de Los Alimentos terrestres de André Gide que vale la pena copiarlos: “Nathanael, todo lo mirará de paso y no te detendrás en parte alguna. Que la emoción sepa en ti volverse embriaguez. Nathanael, que la importancia esté en tu mirada y no en la cara que miras.”

Diez años después, en 1932, Carrera Andrade expresó en una entrevista: “Nuestra poesía ha pecado, ya por localismo mezquino, ya por imitación desorbitada. Yo recuerdo con horror esa época en que la poesía ecuatoriana estaba saturada de toda esa mitología que fue a encontrar a Darío en Mallarmé: cisnes, Versal/es, faunos, etc.”.

Es prolijo y detallado el estudio que Enrique Ojeda realiza de Carrera Andrade y estoy seguro que no ha aparecido otra obra mejor sobre este autor que la escrita por nuestro nuevo académico. En 1991 es editado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana otro libro de Enrique Ojeda, bajo el título: Ensayos sobre las obras de Jorge Icaza, nuestro excelente novelista. Este estudio trata en sus páginas iniciales sobre la obra de Gonzalo Zaldumbide y, entre otras cosas, lo hace por advertencia de Ángel F. Rojas, quien estudia su obra La Novela Ecuatoriana” (1948) la obra de ese autor, y llega a decir que era “el literato más notable del Ecuador contemporáneo”. Enrique Ojeda escribe sobre Zaldumbide, lo siguiente:

“Zaldumbide, admirador de Darío y tan compenetrado de las literaturas europeas de antes de la primera guerra mundial, fue en cierto sentido el padre espiritual del modernismo ecuatoriano. ¿No escribió para los poemas de Medardo Ángel Silva un prólogo que es en sí mismo un modelo de la más alta y refinada poesía?” Ojeda dice una gran verdad.

En pos del minero de la noche

Nuestro nuevo académico se consagra con el estudio de la literatura ecuatoriana en sus mejores representantes, es su libro último que lleva por título En pos del minero de la noche. En él estudia detenidamente a Jorge Carrera Andrade, César Dávila Andrade, Gonzalo Escudero, Jorge Icaza, Julio Moreno y Violeta Luna. El libro también se luce con una serie importante de entrevistas en las que nuevamente aparecerán Isacc J. Barrera, Jorge Icaza y Jorge Carrera Andrade.

Considero necesario el trabajo de Enrique a propósito de una entrevista efectuada por él a don Isaac J. Barrera publicada en su libro En pos del minero de la noche, quien le confió algunos informes relativos a otros autores, aún cuando el trabajo serio de Barrera se encuentra en su amplia obra Historia de la Literatura Ecuatoriana.

Respecto a La novela de Zaldumbide Égloga Trágica, que su autor publicó muchos años después de haberla escrito, en cuanto a su espíritu, el nuevo académico afirma que esta obra es propia de la época que lo inspiró.

Sobre Égloga Trágica, el mismo Enrique señala que “su refinado esteticismo agota toda su preocupación sin dejar espacio para lo social. El indio viene a ser un adorno más en el paisaje serrano”. Creo que podemos estar de acuerdo en que el relato ya no romántico y dulce sino realista, vendría en los años 30, con los cuentos de Los que se van y luego con Huasipungo, de Jorge Icaza.

Enrique Ojeda une a Zaldumbide con Icaza para afirmar que los dos son “intérpretes que en su dilatada contemplación abarcan todos los aspectos y matices de esa naturaleza rica en colorido: El páramo, el bosque, la hondonada, la brumosa tristeza de los crepúsculos en las alturas y los ardores del sol sobre la sequedad de los campos”. Más adelante, afirma que “los paisajes de Zaldumbide, tocados de lirismo y meditación, aluden a una antigua paz bucólica extraviada en estas tierras; hablan de serenidad y olvido”. Esto es verdadero, pues la literatura está sujeta a grandes cambios, en concordancia con la variación de las épocas. En efecto, nada de esa figuración que la podríamos llamar clásica, presenta la obra de Icaza. Ojeda lo reconoce de inmediato y escribe que “las descripciones de Icaza crepitan de fuerza trágica y son un escenario de alucinante violencia.”

Debo destacar también que Zaldumbide fue miembro de esta Academia y es importante el discurso que pronunció en tal calidad en el año 1963, dos años antes de su muerte.

Gracias a un informe de Efraín Villacís, conocemos que se encuentran miles de cartas de Zaldumbide en la Fundación Zaldumbide,  trabajo que aún no está terminado, pues se sabe que existen publicaciones en periódicos y revistas que no han sido debidamente registradas.

Para terminar debo manifestar que el ingreso de Enrique Ojeda a nuestra Academia Ecuatoriana de la Lengua es un acto de justicia y de reconocimiento que, además, permitirá que nuestro colega continúe desarrollando sus estudios literarios que han logrado ya un lugar importante en nuestra literatura. Por otro lado, los trabajos de nuestro nuevo académico sitúan, junto a sus propios estudios, aquellos nuevos de nuestros más prestigiosos hombres de letras.

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