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Discurso de don Julio Pazos Barrera con motivo de la promoción de don Raúl Vallejo Corral a miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua

Discurso de don Julio Pazos Barrera con motivo de la promoción de don Raúl Vallejo Corral a miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, leído en la sesión solemne del jueves 25 de marzo de 2021.

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Dra. Susana Cordero de Espinosa
Directora de la AEL
Dr. Fabián Corral
Subdirector de la AEL
Embajador Francisco Proaño Arandi
Secretario de la AEL
Dr. Raúl Vallejo Corral
Miembro Correspondiente y promovido a miembro de Número de la Academia
Señoras y señores de la Academia Ecuatoriana de la Lengua
Señoras y Señores

Difícil y al mismo tiempo grato encargo encomendado por la Academia Ecuatoriana de la Lengua, el de comentar el discurso de Raúl Vallejo Corral pronunciado con motivo de su promoción como miembro de Número de nuestra institución, la segunda que se fundó en América, en el siglo XIX.

La formalidad exige que antes del comentario se enumeren y explayen los méritos de Raúl Vallejo Corral, sin embargo, por causa obvia, no lo haré exhaustivamente. Apenas expondré un boceto. No se trata de una biografía o recuento de vicisitudes y éxitos, porque, como en todos los casos de los escritores de ficción, más tarde habrá quien, filólogo o crítico literario, descubra las honduras y conflictos del escritor ocultos en sus narraciones y poemas.

En la línea de la educación, que es lo mismo decir que del acoplamiento con la sociedad, Vallejo cursó el bachillerato en el colegio salesiano Cristóbal Colón de Guayaquil, quién sabe si la figura de Don Bosco influyó en la selección de la carrera, puesto que más tarde, Vallejo se graduó de Profesor de Segunda Enseñanza de Castellano y Literatura y Licenciado en Letras, por la universidad Católica Santiago de Guayaquil, en 1984.

En 1997 obtuvo el título de Master of Arts, University of Maryland de College Park, patrocinado por Fulbright – Laspau. El doctorado en Literatura e Historia fue otorgado por la Universidad Pablo Olavide de Sevilla.

Su carrera literaria, paralela a la de docente, se inició con la publicación en mimiógrafo de Cuento a cuento cuento, Guayaquil, 1976. Vagamente recuerdo que el libro levantó polvareda debido a sus problemáticas marginales, muy proclives para desencadenar la furia de los lectores moralistas. Se entiende que esos comentarios consolidaron las ideas de Raúl Vallejo con respecto a las proyecciones del arte literario. El libro inicial abrió la trayectoria, en mi opinión, de la escritura de cuentos que no concluye. El último título es Pubis equinoccial, Bogotá, 2013. Es importante señalar que en su carrera literaria hay dos hitos relevantes: en 1976 integró el consejo de redacción de la revista Sicoseo y entre 1982-1985 fue integrante del taller literario del escritor Miguel Donoso Pareja. Denomino hitos porque, en tratándose de la literatura guayaquileña de la segunda mitad del siglo XX, la revista como el taller agruparon a escritores que, en la actualidad, son notables en el ámbito de la Literatura Ecuatoriana. Cito algunos nombres: Fernando Nieto Cadena, Fernando Artieda, Jorge Velasco Mackenzie, Edwin Ulloa, Jorge Martillo, Fernando Itúrburu, etc.

Otra rama de la rica producción literaria de Raúl Vallejo Corral es la novela. Se inicia con Acoso textual, Quito, 1999 y avanza hasta Gabriel (a), Bogotá, 2019. En este arco narrativo la novela más celebrada es El perpetuo exiliado que mereció en 2015, el premio internacional Héctor Rojas Erazo, de Colombia. Pero, acaso, el de mayor importancia es el premio de la Real Academia Española de la Lengua, que fue otorgado a El perpetuo exiliado. Según el reglamento de esa Academia, tres académicos de número debían recomendar la novela. A pedido del autor firmaron la recomendación el Dr. Rodrigo Borja Cevallos, el Dr. Bruno Sáenz Andrade y quien escribe estas líneas. La noticia del triunfo nos llenó de orgullo y satisfacción. Una corta digresión con respecto a esta novela: ella tiene como protagonistas a José María Velasco Ibarra y a su esposa Corina Parral Durán. El autor que actúa dentro del narrador, Raúl Vallejo, fue testigo de acontecimientos reales, especialmente, de aquellos que ocurrieron en los últimos años de la pareja mencionada.

La poesía es otro impulso que motivó la creación de Raúl Vallejo. En 2003 publicó en Quito, Cánticos para Oriana, en esta línea, el último poemario fue Mística del tabernario, del año 2017.

Los ensayos, sean como crítica literaria o como manuales académicos, son práctica constante de Raúl Vallejo. En 1988 escribió Emelec: cuando la luz es muerte y no ha dejado de hacerlo hasta 2010, en que escribió Lectura y escritura. En este apartado cabe mencionar el Manual de escritura académica editado por la Corporación Editora Nacional en 2003, libro ágil y muy útil para estudiantes y profesionales. Otros ensayos son de tipo biográfico – literario como los dedicados a Juan León Mera y a Aurelio Espinosa Pólit S.J.

Este boceto no debe ignorar la referencia a premios literarios. Los jurados, a pesar de sus flaquezas y discrepancias, aprecian calidades y novedades estéticas de cuantos textos son puestos a su consideración. Casos hay de grandes equivocaciones, pero dejo de lado los desaguisados y sin recelo haré la lista y el registro de premios obtenidos por Raúl Vallejo Corral. Son estos: premio de cuento Ismael Pérez Pazmiño, 1991, para Fiesta de solitarios; Joaquín Gallegos Lara, 1992, por Fiesta de solitarios; Aurelio Espinosa Pólit, 1999, por Huellas de amor eterno; Joaquín Gallegos Lara, 1999, por Acoso Textual. Premio de la VI Bienal de Poesía de Cuenca, 2006, por Crónicas de un mestizo; premio de novela corta, universidad Javeriana de Bogotá, 2014, por Marilyn en el Caribe; premio novela corta, Miguel Donoso Pareja, 2018, por Gabriel (a); Premio de poesía José de Lezama Lima, La Habana, 2017, por Mística del tabernario; premio Sexto Continente de relato erótico de Radio Exterior de España y Ediciones Irreverentes, 2010.

Esta semblanza incluye aquello que se denomina “servicios a la sociedad”; el periodismo es uno de esos servicios. Raúl Vallejo escribió en el diario El Comercio de Quito y la revista Vistazo. En 2003 obtuvo el premio “Símbolos de Libertad, Jorge Mantilla Ortega”, que otorga el diario El Comercio de Quito. En cuanto a los cargos públicos, el académico Vallejo, fue ministro de Educación y Deportes en tres oportunidades, en los gobiernos del Dr. Rodrigo Borja Cevallos, el Dr. Alfredo Palacio y el Economista Rafael Correa Delgado. Durante el gobierno de este último fue nombrado embajador del Ecuador en Colombia y más tarde ministro de Cultura y Patrimonio.

Hasta este momento pienso que he cumplido con la presentación de vida y méritos. En adelante, con celeridad e intención sintetizadora, comentaré el discurso pronunciado por el doctor Vallejo. No haré el recuento de lo dicho por él, aunque, aclaro que mucha perspicacia de orden académico se necesita para no oscurecer el comentario más allá del título “La novela como juego hipertextual”, de suyo, complejo. Bien ha hecho con aclarar el término “metatextualidad” en la introducción y con ofrecer el ejemplo de la novela de Cervantes. Metatexto significa, la literatura dentro de la literatura y además incluye la noción de autorreferencialidad, es decir, la inserción de las acciones del autor real en el mundo ficticio. El doctor Vallejo ejemplifica con certeza cuando alude al capítulo LXXII de la segunda parte de El Quijote. En este, el caballero manchego dialoga con Álvaro Tarfe, personaje de la novela apócrifa de Fernández de Avellaneda y hace que descubra al auténtico caballero de la Mancha. En otro lugar del texto cervantino se manifiesta el fenómeno metatextual a modo de cita, aparece en la famosa selección de libro que hacen el cura y el barbero, ellos juzgan a La Galatea, libro de Cervantes publicado en 1585 y la salvan de la quemazón y no solo eso, sino que se anuncia una segunda parte de ese libro que nunca se escribió. Tanto la referencia al libro de Fernández de Avellaneda, como la Galatea son autorreferencias cervantinas.

Según el Dr. Vallejo, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es el hipotexto de muchas novelas. Para confirmar esta idea asume el concepto general de metatextualidad y lo aplica en el análisis de cinco novelas de autores ecuatorianos. No discrepo de la afirmación conceptual, sin embargo, creo necesario, para aclarar el tema, introducir con algún detalle el concepto de transtextualdad expuesto por el filólogo francés Gerad Genette en su libro Palimpsestos. La Literatura en segundo grado, escrito en 1962 y traducido al español por Celia Fernández Prieto, en 1989. El antecedente de esta teoría de análisis se encuentra en las investigaciones de Julia Kristeva. Prefiere Genette utilizar el término transtextualidad al que define como “Todo lo que pone al texto en relación, manifiesta o secreta, con otros textos”. Según él, cinco son los modos de relación, a saber: 1. Intertextualidad, que se da en la cita, el plagio o copia literal no declarada y en la alusión. 2. Paratextualidad o relación menos explícita que se observa en los títulos, prefacios, epílogos, notas, epígrafes, ilustraciones, solapas, etc.3. Metatextualidad que aparece en el comentario y la crítica, incluso sin nombrar el texto. 4. Architextualidad, relación que se refiere al género y que su declaración no es obligatoria, por ejemplo, poner en las portadas de los libros novela, cuentos, poemas, etc. 5. Hipertextualidad, que es la relación de un texto B (hipertexto) con un texto anterior A (hipotexto). Esta relación se da de dos formas: por transposición o por imitación, en la primera aparecen la parodia, travestimiento y transposición, y en la segunda, el pastiche, la imitación satírica y la imitación seria.

Las cinco novelas ecuatorianas, con más o menos puntualidad, son fenómenos de transtextualidad. Pero, en mi opinión y es casi obvio decir, la hipertextualidad se evidencia en Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, novela que es “imitación seria”, en el cuadro teórico de Genette. De hecho, en esta imitación montalvina aparecen diferencias con respecto al texto de Cervantes: Capítulos comienza y termina en cualquier lugar geográfico, al final de Capítulos los personajes acuden a una misa, el Quijote de Montalvo redacta un testamento en verso, etc., en cambio, se imitan el lenguaje, la organización del texto en aventuras y los dos personajes principales.

Del primer caso de transtextualidad, intertextualidad, las cinco novelas ofrecen un amplio acopio de citas y alusiones. Por ejemplo, en la novela de Sonia Manzano, el título es una cita no declarada de un verso de Medardo Ángel Silva, “Y no abras la ventana todavía”. Las alusiones son numerosas: Leo Marini, Las Meninas, Antonio Neumane, Renoir, Chagall, Gaudí, Degas, etc.

En El pinar de Segismundo de Eliécer Cárdenas, las alusiones son innumerables, he aquí algunas de autores y artistas nacionales y extranjeros: Gabriela Mistral, Gonzalo Zaldumbide, Benjamín Carrión, Jorge Icaza, G. Humberto Mata, Guayasamín, el poeta Pemán, León Felipe, Lola Flores, etc. En la novela de Mónica Ojeda Franco se alude a los integrantes del grupo Ztántzico: Ulises Estrella, Alfonso Murriagui, y, a la revista Pucuna. En Nunca más Amarilis, de Marcelo Báez Meza, los aludidos son escritores y políticos peruanos y escritores ecuatorianos, los primeros son Mirko Lauer, Julio Ortega, Antonio Cisneros, Adolfo Westphalen, Martín Adán, entre otros; de los segundos, Abdón Ubidia, Alfonso Barrera, José Ayala Lasso, Jorge Velasco Mackenzie, Cristóbal Garcés Larrea, Carlos Calderón Chico, Miguel Donoso Pareja. Todas las alusiones se han entresacado al azar, puesto que solo interesa ejemplificar la intertextualidad.

En lo concerniente a la paratextualidad, las novelas, excepto la de Montalvo, acumulan epígrafes tomados de escritores internacionales antiguos y contemporáneos. La novela de Sonia Manzano lleva un curioso subtítulo: (zarzuela ligera sin divisiones aparentes).

La metatextualidad fue desarrollada por el doctor Vallejo de manera brillante. Solo conviene una aclaración, la metatextualidad de Genette habla de comentario y crítica insertos en las novelas, pero no a la manera académica, es decir, con hipótesis, variables, fuentes bibliográficas, etc. El discurso del doctor Vallejo pertenece a la crítica literaria, campo de la Filología, como no podía ser de otra manera.

Un apunte más, en el caso de Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, se trata de la hipertextualidad en la modalidad de “imitación seria”, sin embargo, la novela de Montalvo responde además a la metatextualidad en el aspecto de autorreferencialidad. Quiere decir que los personajes son personas reales, enemigos de Montalvo. El narrador omnisciente oculta o disimula al Cosmopolita.

Harto trabajo debió costarle al Dr. Jorge Jácome Clavijo el desciframiento de nombres que aparecen en clave. En el capítulo XI, que trata de la cautiva encadenada, el Quijote de Montalvo, pregunta a la cautiva sobre quien la encadenó. Ella responde: “Llamase conde Briel de Garinza y Huagrahuasi, señor; por otro nombre, el cruel Maureno”. Más adelante se sabe que este Maureno se casó con la sobrina de la encadenada. El conde no es otro que Gabriel García Moreno. El académico Julio Castro, en el capítulo XXXVI aparece con el nombre de Castrato Plomatto Misolonghi. Con el nombre Ignacio Jarrín, Ignacio de Veintimilla aparece ahorcado en el capítulo XLVI. En el capítulo XLVIII se habla de Estraús, Estradibaús o Estrafeliz, que parece ser un anagrama de Federico González Suárez, quien como secretario del arzobispo Ordóñez firmó la carta pastoral que prohibía a los católicos la lectura de Siete Tratados. Oscura es la identificación del primer presidente de la Academia, Pedro Fermín Cevallos. Menos oscura es la presencia del enemigo político de Montalvo, el académico José Modesto Espinosa. En el capítulo LX de Capítulos, el Quijote y su escudero piden posada en un monasterio. Ocurrió que el día anterior murió un monje y las campanas tocaban a duelo. El Quijote de Montalvo es descrito en el capítulo LX, por el narrador omnisciente, con estas palabras: “Este buen hidalgo experimentaba a menudo grandes conmociones interiores de piedad; aun cuando hubiese muerto loco, no habría olvidado las prácticas de los católicos, siendo, como era, muy adicto a la religión de sus mayores”. Se le ocurre al Quijote redactar un testamento en octosílabos. La redacción le ocupa toda la noche. Al día siguiente, mientras caballero y escudero acuden a misa, un fraile entra al cuarto que ellos ocuparon. Leo la descripción que hace Montalvo de aquel monje: “fraile husmeador, que así de vana y baja curiosidad, como de malicia, todo lo inquiría y requería por si algo sacaba en su provecho, siendo como era el más ruin y mal intencionado, no solamente de esa, sino de todas las comunidades. Era este fraile el hermano José Modesto. Embaidor y socarrón, cuando no tenía entre manos una picardía, no le faltaba una burla que hacer a sus hermanos y superiores. […] Arrugado, amarillo, sus ojos triangulares y vidriosos no miran jamás en línea recta. Malo como feo, este santo hombre no carece de ingenio, y se aprovecha de él cuanto puede en daño de sus semejantes. Entró, como queda dicho, el hermano José Modesto”. Como se ve, el narrador consigna los dos nombres del primer secretario de la Academia, don José Modesto Espinosa de los Monteros.

En las otras novelas estudiadas por el Dr. Vallejo predomina la intertextualidad, especialmente, en la modalidad de alusión. Es interesante observar que la ficción de las novelas se apoya en marcos históricos definidos: en la novela de Montalvo es la segunda mitad del siglo XIX; la novela de Sonia Manzano se enmarca en las tres primeras décadas del siglo XX, desde el fallecimiento de Medardo Ángel Silva hasta el funcionamiento de las primeras radiodifusoras en Guayaquil; en El pinar de Segismundo, el marco corresponde a los años 1930 y 1960; el marco en La Desfiguración Silva, incluye la década de 1950 y el año de la creación del grupo Tzántzico, 1960, y Nunca más Amarilis se enmarca en las décadas de 1970 y 1980.

En las cinco novelas funcionan la intertextualidad, metatextualidad, archichextualidad e hipertextualidad, de acuerdo con la terminología de Genette. Según el concepto utilizado por el doctor Vallejo, todas las novelas, de un modo o de otro, son literatura dentro de la literatura; en el caso de Capítulos, además, la autorreferencialidad, parece imponerse, siempre mediante alusiones.

Finalizo el comentario con mis parabienes al nuevo miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y espero que su producción literaria crezca cada vez más y sin otro compromiso que el enaltecimiento de la condición humana.

Dr. Julio Pazos Barrera
Censor y Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

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