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Discurso de incorporación de don Simón Espinosa Cordero en calidad de miembro correspondiente

Desde el archivo de la Academia compartimos con ustedes el discurso de orden titulado «Octavio Cordero Palacios, “La Poesía de la Ciencia”» con el que don Simón Espinosa Cordero se incorporó en calidad de miembro correspondiente el 13 de septiembre de 2012.

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Desde el archivo de la Academia compartimos con ustedes el discurso de orden titulado «Octavio Cordero Palacios, “La Poesía de la Ciencia”» con el que don Simón Espinosa Cordero se incorporó en calidad de miembro correspondiente el 13 de septiembre de 2012.

«Octavio Cordero Palacios, “La Poesía de la Ciencia”»

Por Simón Espinosa Cordero

Señoras y Señores:

Gracias de corazón y tierno afecto por acompañarme. En mi incorporación a la Academia Ecuatoriana de la Lengua como miembro correspondiente voy a hablar sobre el discurso que dio Octavio Cordero Palacios cuando fue mantenedor de la Fiesta de la Lira en Cuenca el año 1925.

1

Cuenca del Ecuador tiene un barranco que, precipitante, / ha tantos siglos que se viene abajo.[1]Al extremo oeste del barranco y delante de él, gracias a una cirugía plástica en los años terminales, hermosa luce una casa rematada con barandales de la luna / por donde retumba el agua.[2] En el barandal superior se asienta la imagen de una lira. Durante la segunda mitad del siglo XIX , artistas y poetas se reunían en esta Casa de la Lira de los músicos Rodríguez Durán para oír recitales y conciertos, para comentar autores y obras, para recrearse con los escándalos de la ciudad eucarística y mariana, perfumada de sahumerios y rociada con agua bendita y aguardiente.[3]

En el año de 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial, concluía el siglo XIX. En el año de 1914 con la generación de la luz eléctrica para Cuenca, el largo crepúsculo de lo romántico iba cediendo paso a las luces del modernismo. En el año de 1914, entre morfina y galanuras de habla y pluma, se incubaba lentamente la Fiesta de la Lira.

Más allá de Cuenca, camino del Cajas y del páramo alucinante, cerca del caserío de las Tres Tiendas había unas tierras con fuertes saltos de agua. Encauzado el Tomebamba, se podía montar una empresa generadora de electricidad para aserríos y molinos. Roberto Crespo Toral, hermano de Remigio, el poeta y ensayista, las compró, montó la empresa y construyó allí, en Cashapata, una juaneljúrica mansión que bautizó con el nombre de “El Ejido”. La habría de heredar su hijo Roberto Crespo Ordóñez, y en ella tuvo lugar la primera Fiesta de la Lira el sábado 31 de mayo de 1919. [4]

Catorce meses antes, el poeta Alfonso Moreno Mora editaba y dirigía la revista “Páginas Literarias”. Escribían en ella jóvenes poetas de la localidad, y en ella se reproducían poemas de Rubén Darío, Julián del Casal, Salvador Díaz Mirón, Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones, Amado Nervo, y ensayos de José Enrique Rodó. Alfonso Moreno Mora solía reunirse con los colaboradores en tertulias de bohemia en las cuales nació la idea de una Fiesta de la Lira como justa literaria para que caballeros con lanzas de novedosa factura triunfaran en las justas literarias y galantes. Cornelio Crespo Vega, a instancias de Alfonso Moreno Mora, convenció a su padre Remigio Crespo Toral que apadrinara la Fiesta de la Lira. Crespo Toral era persona de influjo y de respeto, hacía de mecenas de los poetas jóvenes, no carecía de dinero ni de generosidad, y aunque poco amigo de novedades, tenía visión y genio. Aceptada la propuesta, la Fiesta de la Lira gozó de prestigio. Agrupaba a tres generaciones de poetas entre los sesenta, cuarenta y veinte años.[5] Luego fue languideciendo para desaparecer hacia la mitad de la década de los treinta, tiempo de crisis económica, inestabilidad política, naciente populismo, militares al poder y literatura social.[6]

Benjamín Carrión y Joaquín Gallegos Lara, entre otros, criticaron el tono elitista de la Fiesta, la cercanía a la naturaleza comarcana y lo alejado de la suerte de quien trabajaba en el campo[7]. La crítica era justa pero miope. Justa: basta traer a colación el transporte de la turbina Francis Pelton para generar electricidad en Cochapata y, un año después, en Monay. De Londres llega la turbina a Guayaquil, va por tren a Huigra, y, pesada, trastabilla a hombros de guandos y en carretas de bueyes por subidas y bajadas de la vía Naranjal y Cajas hasta entusiasmar a Cuenca. Pero la crítica era miope: no consideró la circunstancia de la ciudad aislada, a tres días de El Tambo, a cinco de Guayaquil y a ocho de la Capital. La visión roja y la visión azul no llegaban al morado del diálogo y del respeto civilizado. O tempora, o mores! Ahora vivimos visiones parecidas.

La Fiesta de la Lira nació semanas antes del Tratado de Versalles, en el año de la muerte de Medardo Ángel Silva, del nacimiento de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central, de un eclipse de Sol en el cual se confirmó la teoría de la relatividad general, y de la gestación de “Tierra baldía”, el poema más influyente en la literatura anglosajona del siglo XX:

Abril es el mes más cruel, engendra,
 lilas de la tierra muerta, mezcla
 recuerdos y anhelos, despierta
 inertes raíces con lluvias primaverales.
 El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
 la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
 una pequeña vida con tubérculos secos.
 Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el Starnbergersee
 con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos,
 y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten,
 y tomamos café y charlamos durante una hora
.[8]

Octavo Cordero Palacios recibió el encargo de mantener la Fiesta de la Lira que se iba a celebrar el sábado 30 de mayo de 1925. El mantenedor de la Fiesta debía organizarla y pronunciar un pregón literario al comienzo de los juegos florales. En ese año, el físico Werner Heisenberg había descrito las fórmulas teóricas para explicar y predecir los cambios de energía conocidos como saltos cuánticos. Las inertes raíces de las ciencias dormían en esa tierra de la Fiesta de la Lira cubiertas de nieve olvidadiza. Con las lluvias primaverales de su intuición tan creativa, Cordero Palacios dio una suerte de salto cuántico cuando, como materia para su discurso, escogió reflexionar sobre La poesía de la ciencia.[9] Señalaba, así, temas no tratados todavía en esa justa en honor de la Bella Durmiente de Guapondelig o Llanura grande como el cielo.

2

Desmontaré, pues, “La Poesía de la Ciencia”, analizaré un párrafo de ella, pondré lo desmontado en el marco de la vida de Cordero Palacios, y concluiré con un par de reflexiones. Antes, empero, de entrar en materia, invoco la bendición de nuestro divino señor José Joaquín de Olmedo, quien nos enseña que

 Gratitud siempre al favor
es un deber justo y grato;
y por eso el hombre ingrato
es un monstruo que da horror
.[10]

 Agradezco de corazón a la Academia y a su director don Renán Flores por recibir en su ingeniería de la lengua a un ejemplar de los años dorados que el próximo mes llegará a los 84 cortocircuitos. Agradezco, desde mi hemisferio cerebral izquierdo, a Hernán Rodríguez por el amoroso y fatigante funcionamiento de sus neurotransmisores al catar el vinagre y la miel de mis columnas de periodista. Agradezco, desde mi oído derecho, a Claudio Mena, por haberme guiado hacia la Academia con un sentimental compás de dos por cuatro:

 [Entrar]
con la frente marchita
las nieves del tiempo, platearon mi sien
,
sentir que es un soplo la vida,
que [80] años no es nada
que febril la mirada
errante en la sombra
[“ni limpia,
ni fija ni da esplendor”].[11]

 Me dirijo a ti, Jorge Salvador Lara, que gozas ya de la Llama de Amor Viva :

 ¡Oh cautiverio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado!
[12]

 Me dirijo a ti, por tu insistencia en que yo cruzara las puertas de esta Academia. Te agradezco, bienaventurado Jorge, pues

 Ya comprendo la lengua de lo eterno
como de lo lejano y lo escondido
porque la luz ha entrado meridiana
en mi cuerpo de sombra hasta los huesos
tubería de cal por donde sopla
la música del mundo,
el tierno cántico
de la familia universal de seres
en la unidad terrena, planetaria
de su común origen: la luz madre
.[13]

 Agradezco, en fin, a mi sobrina Montserrat Cárdenas Espinosa por haberme conseguido la bibliografía necesaria para documentar este discurso y haberme autorizado a usar materiales contenidos en su tesis de maestría titulada La construcción del relato y sus implicaciones terapéuticas en familias de personajes destacados: el caso de Octavio Cordero Palacios,[14] y agradezco a Juan Cordero ïñiguez y a Enrique Muñoz Larrea porque me ayudaron con algunos libros y folletos de la Academia Nacional de Historia.

 Resumiré el contenido del discurso e ilustraré el resumen con citas del autor. Así, pues, las trece ideas principales del discurso sobre la “Poesía de la Ciencia” son:

Primera: Crear y poetizar se dicen en griego de la Biblia de los Setenta con un mismo verbo. Dios poetizó los Cielos y la Tierra. Dios poetizó al hombre a Su Imagen y Semejanza.

Segunda: Por derecho de creación, poetas habíamos de ser todos.

Tercera: La materia más alta para Dios El Poeta es la ciencia de la creación. En consecuencia, la materia más alta para el hombre poeta es la ciencia de la creación.

Cuarta: Pero no la didáctica de la ciencia, sino la miel de la idea.

Quinta: Vaya un ejemplo: Poesía de la Ciencia no son los cálculos matemáticos de Kepler sino las leyes del orbe que sugirieron a Laplace La Cosmogonía,el más grande de los asuntos de la poesía humana.

Sexta: Si Homero viviera ahora, el Caos sería la troyana arena para una colosal Ilíada.

Séptima: Vaya otro ejemplo: la ciencia del Minero no es bella, pero ha revelado temas para la poesía de la Tierra.

Octava: En Astronomía basta el nombre de Flamarion, a quien ha faltado el prestigio de la estrofa para alzarse por encima del mismo Víctor Hugo.

Novena: En la ciencia de la Vida está el enigma amado, fugitivo y transitorio del Alma, que ofrece horizontes de exploración poética inacabable.

Décima: En el marco de las ciencias del Hombre, las ciencias del Dolory del Amorsonlas grandes abastecedoras de la lira.

Undécima: En la ciencia del Amor, la Mujer es la obra más poética de la creación.

Duodécima: Entre las ciencias del Hombre, hay una que es poesía por sí misma y en sí misma. Y esta es la poesía de la patria.

Decimotercera: Se cierra el discurso con una cita de Horacio, tomada de la Epístola a los Pisones, traducida en hexámetros castellanos por Octavio Cordero Palacios:

 Yazga, pues, olvidada y silente o estalle la Lira
Si la estrofa que entona no es grande, no es santa, no es digna.

Hasta aquí las trece ideas principales del discurso. Ahora, ilustraré el resumen con citas del autor.

 El discurso de Octavio Cordero Palacios sobre “La Poesía de la Ciencia” comienza así:

 Primera:

 “Señores: El texto griego de la Biblia de los Setenta me hizo un día una limosna. El caso fue que deletreando una vez el primer capítulo del Génesis, en el texto que va dicho, hallé que lo que en castellano se leía en el principio crió (sic) Dios el Cielo y la Tierra, y en latín in principio creavit Deus Coelum et Terram, se decía en griego así: ᾿Εν ἀρχῇ ἐποίησεν ὁ θεὸς τὸν οὐρανὸν καὶ τὴν γῆν.Y un poco más adelante: Poeticemos al hombre como Imagen Nuestra y como Semejanza —. καὶ εἶπεν ὁ θεός Ποιήσωμεν ἄνθρωπον κατ᾽ εἰκόνα ἡμετέραν καὶ καθ᾽ ὁμοίωσιν. Y aquí vino la limosna, porque aquel ἐποίησεν había sido Crió, voz que saliendo de Ποιἐω, que había significado crear, y este Ποιἐω de Ποιητὴς, que había equivalido a Criador(sic), me hizo entender que los Cielos y la Tierra no habían sido otra cosa que las poesías de Dios, y Dios mismo no otra cosa que el Poeta Infinito y que la primera frase … del Génesis, debía traducirse al castellano con un valiente helenismo, de este modo: “En el principio poetizó Dios los Cielos y la Tierra.”

Cordero Palacios se refiere al pretérito perfecto del verbo crear, Dios creó, en griego ποίησεν, y al hagamos al hombre, en griego Ποιήσωμεν νθρωπον.

Segunda:

Me di cuenta, pues, de que por derecho de creación, de la imagen y semejanza con el Poeta Infinito, poetas habíamos de ser todos, cada uno en la proporción en que su barro se mostrara capaz de recibir el espíritu de vida que sopló en la faz el Infinito Poeta.

Tercera:

Reparó en que

Si Dios Criador era Poeta, los poetas debían de ser criadores, a su vez, a imagen y semejanza, por supuesto, pero a esa Imagen y Semejanza estupendas.

Mas,

la alta, la suprema poesía debía de encontrarse en la poesía de la ciencia, porque la obra poética de Dios estaba en la Creación, y era la ciencia la única imagen y semejanza de tal Obra.

Cuarta:

Así como no está el vino en el sarmiento sino en la uva, ni es de la incumbencia de Ganimedes entender el proceso de la confección del néctar, sino en el menester de andarse a la redonda con el ánfora; así tampoco estaba la ciencia en el enrevesado material de la didaccia, sino en la miel de la idea, ni era de la incumbencia del poeta el alquitaramiento del saber, sino el escaneo del mismo en los nectarios de un lenguaje de oro.

Quinta:

Pero,

¿qué belleza ni qué material poético, por lo mismo, ha de darse, verbigracia, en las setenta veces siete reiteraciones de los cálculos matemáticos de Keplero, merced a los cuales, sin soltar el lápiz de los números durante cinco maceradores años, dio con las leyes que regían el destino de los orbes? Ninguna por cierto; mas ellas sugirieron a Laplace nuestra magnífica cosmogonía, el más grande de los asuntos de la poesía humana.

Sexta:

 Supongamos, dónde no, que Homero surgiese ahora. Adiós Aquiles, adiós Ulises. Aquella formidable cosa, que nombramos caos, sería entonces “la troyana arena” para la más colosal de las Ilíadas; y el Espíritu de Dios, llevado sobre las aguas, el nauta de la odisea gigante por el espacio infinito en engendramiento de mundos. … (…)… Y aun todavía le quisiera a Homero para el día del retiro de las aguas y la aparición del Árida.

Séptima:

¿Qué de poético, así mismo,— y vaya de nuevo ejemplo—, en la sórdida ciencia del minero, ese topo que se anda disputando con los gnomos los tesoros de la Tierra? Y esa sórdida ciencia, sin embargo, se está granjeando la gloria de haber revelado al genio humano el asunto de otra enorme poesía, la poesía de la Gea. Ya tiene registrado en sus anales el mar de encendido fuego que lleva en sus entrañas el planeta… (…) … . Ha visto dónde se fraguan los metales, conoce las catacumbas de la hulla; ha presenciado el edificarse y fracasarse de las rocas; no ignora de los hundimientos de la Atlántida, y sabe de la emersión del Himalaya y los Andes.

Octava:

 Y si ascendemos a los Cielos, digo a los de Urania, nos bastará recordar un nombre, para obtener el ascenso universal sobre que las obras poéticas, tal vez las más poéticas de los días coetáneos con los nuestros, son los de una ciencia, la astronómica, que nada parecía dar de sí para la Lira con sus longitudes y latitudes, ascensiones y declinaciones, puntos vernales, coluros y demás amargas yerbas de que tiene acendrados sus panales el Poeta Flamarion, a quien ha faltado solamente el prestigio de la estrofa para alzarse en el Parnaso por encima del mismo Víctor Hugo. Figurémonos compenetrados en uno los dos genios, es decir el Libro hecho Lira, y daremos con la “Poesía de la Ciencia”.

Novena:

Ahora, si omitidas las otras disciplinas del mundo de la materia, que están reclamando ya Virgilios para Geórgicas en cuya esplendidez maravillosa no pudo ni aun soñar el primitivo, si omitidas aquellas disciplinas, vuelvo a decir, viniéramos a las del Hombre, el Microcosmos de los esoteras de otra edad, ¡qué raudales para la sed de la Musa!… Allí la ciencia de la Vida, de ese enigma tanto más amado, cuanto más fugitivo y transitorio, y allí la del Alma, ese misterio que llevamos dentro de nosotros burlándose de nosotros en el afán que nos urge por desgarrar su tiniebla y penetrarlo, nos ofrecerían horizontes y horizontes de exploración poética inacabable; … .

Décima:

 Y dentro del marco de las ciencias del Hombre, las ciencias del Dolor y del Amor, las grandes abastecedoras de la lira. Pero, ¿ciencia del Dolor? Ciencia, sí, y allí lo están confirmando el Varón de Hus y su tremebunda autoelegía. Donde el grito es argumento y el gemido conclusión, y que hicieron menester que Jehová mismo, envuelta en un torbellino su Majestad interviniese en el desesperado debate de su siervo Job. … . Pero, ¿ciencia del Amor? Sí, aunque intuitiva y ciega al parecer, ciencia como la que más, par a par de la encerrada en el hierro de la brújula, cuyos vaivenes no quitan que al entrar en el reposo dé en el norte. Y aquí si

Estos, Fabio, ay dolor, que vez agora
campos de soledad, mustio collado …[15]

no hubieran de ir con sus nieves a enfriar los ardores del volcán, no acabarían los comentos y las glosas del famoso

¿Qué es poesía dices, mientras clavas
 en mi pupila tu pupila azul?
¿Qué es poesía, y tú me lo preguntas?…
 ¡Poesía eres tú! [16]

Undécima:

Empero aquellas nieves no han de privarme, sino todo lo contrario, que con su serenidad, su visión tranquila, su experiencia de tempestades que ya no temen y su calma de bonanza que ya gozan, haga mis declaraciones de que la Mujer es la obra más poética que he visto y haga una proposición a los bardos de mi tierra, la de que, refiriéndose a la Mujer, lleven sus liras por mote el mismo del escudo de esta Arcadia: Primero Dios, y Después Vos.

Duodécima:

Y entre las ciencias del Hombre, una que como la del Amor es poesía por sí misma y en sí misma: la de la Patria. ¿En cuál, sino en ella, puede aplicarse mejor el Don de la Imagen y Semejanza, recordado al empezar? —En el principio críe el Poeta los cielos y la tierra do ha nacido; y, una vez criados ellos, dígase Ποιήσωμεν ἄνθρωπον, Hagamos al hombre, y haga al hombre de esos cielos y esa tierra. Tal me parece, a lo menos, que debería ser la poesía nacional. Y la nuestra, si se hunde en las profundidades de la historia, por una parte, y si, viniendo de allí, tiende los ojos, por otra, sobre el haz de la misma edad presente, dará con sombras y dará con seres ungidos para la poesía con los óleos del misterio, el olvido y el dolor, con el Cañari pasado y el que va pasando ya. Resucite al uno, fije al otro en la eterna existencia del poema, y salve a una raza de cuya carne somos carne y de cuyo hueso, hueso.

Decimotercera:

He aquí, en alguno que otro débil rasgo, cómo tiene entendida la Poesía este irrisorio Mantenedor suyo en esta hora. Por fortuna para él, y como para sacarle avante, ya Horacio se explicó así:

 Mente abierta, saber, alma ardiente, labor, ejercicio
 Y pasión por el bien, de las Musas exige el cultivo;
Y así fue cómo Orfeo, sacando de su antro profundo
 Al mortal primitivo, la vida social introdujo;
Y así cómo, a sus blandos acentos moviendo las piedras,
 Pudo Anfión levantar las sagradas murallas de Tebas.
Tan excelsa misión, para siempre le cupo a la Lira:
Ella, quien dictó de las leyes la eterna justicia,
Quien del vago Himeneo retrajo, quien puso la linde
Que del mío y el tuyo los campos divide;
En sus metros sus hondos arcanos dictaba el oráculo,
Y a su son se inclinaban benignos los númenes sacros.
Alta cosa es el verso, no vano, pueril ejercicio,
Y el Poeta es un dios, no un forzado del metro y del ritmo:
Yazga, pues, olvidada y silente la Lira,
Si la estrofa que entona no es grande, no es santa, no es digna.[17]

 Expuestas las trece ideas principales del discurso y puestas las citas correspondientes a estas ideas, analizaré el párrafo que se refiere a la Ilíada y a la Odisea:

 Supongamos, dónde no, que Homero surgiese ahora. Adiós Aquiles, adiós Ulises. Aquella formidable cosa, que nombramos caos, sería entonces “la troyana arena” para la más colosal de las Ilíadas; y el Espíritu de Dios, llevado sobre las aguas, el nauta de la odisea gigante por el espacio infinito en engendramiento de mundos. ¡Cómo nos haría asistir, ante todo, al subitáneo tremor del montón cósmico, en el punto de sentir la entraña urgida por el Or o jΩV o Lux, que le echara el primer Fiat en fermento de la mole! ¡Y cómo nos pintaría los anhelitantes ijadeos de esa entraña, y sus desgarrones espantosos en girón tras girón de nebulosas, proyectadas por doquier, sin cuenta y número, y hasta aquí, y hasta allí, y hasta el profundo, demandando anchura y campo a la Nada puesta en fuga! ¡Y cómo, luego después, plantando de repente esos girones en su desatentada carrera, los curvara en torbellinos cuyo vértigo, en esfuerzo de hondero prepotente, lanzara a ir, cual guijarros, en órbitas espantables las ponderosas masas de los soles! ¡Y en seguida, la gestación de estos hijos del abismo. Todo explosiones y truenos y todo llamaradas borbotantes, la materia huyendo ciega de los infiernos de adentro, en busca de algún frescor en las gelideces del vacío!

 Y amontonándose los siglos como minutos fugaces, para constituir la tarde y constituir la mañana de este primer día de las cósmicas batallas. Alguna frescura, al fin, y algún orden hechos ya, dijéramos de esa fuerza, la Atracción, que los binomios de Newton han sorprendido sentando sus reales en el centro, llamando abajo los elementos del granito, para envoltura y pañal del orbe infante; desplegando los cendales de la atmósfera en su torno, para protegerle el sueño y combando en domo, arriba, el Azul, que ya la ciencia entrevé como algo estable —Solidez, Estereoma o Firmamento—, para peto y coraza de los mundos, en el azar no imposible de colisiones horrendas.[18]

 Para escribir este párrafo, Cordero Palacios contaba con la lectura de Exposición del sistema del mundo, obra de Pierre-Simon Laplace, del año 1796, en la cual presenta una teoría sobre la formación del Sol y del sistema solar a partir de una nebulosa o remolino de polvo y gas. Aunque con más detalles y refinamientos, esta hipótesis nebular ha permanecido hasta nuestros días como el fundamento principal de toda la teoría de la formación de las estrellas.[19] Leyó también a Camille Flammarion, astrónomo francés de la segunda mitad del siglo XIX y del primer cuarto del siglo XX, conocido por sus obras de popularización de la astronomía estelar.

 Es muy probable que Cordero Palacios hubiese leído dos de las obras más vendidas del francés: Astronomía popular de 1880 y Urania de 1889. Ambos autores son citados en el discurso que presento. [20]

 Parece que Cordero Palacios no conocía los hallazgos de Sir William Huggins, muerto en 1910. Hallazgos sobre las líneas de absorción y de emisión espectrales de varios cuerpos celestes. Hallazgos sobre la distinción entre nebulosas y galaxias. Las nebulosas con espectros propios de los gases; las galaxias, con espectros propios de las estrellas.[21] En 1924, un año antes de la “Poesía de la Ciencia” se discutía entre los astrónomos si la Vía Láctea era la totalidad del universo o no. El astrónomo estadounidense Edwin Hubble demostró en ese año que la Vía Láctea era solamente una de las incontables galaxias en el universo y que cada una contenía cientos de millones de estrellas. No hay en el discurso de Cordero Palacios ninguna referencia a las galaxias. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que antes de la invención del telescopio, el término «nebulosa» se aplicaba a todos los objetos celestes de apariencia difusa. Por esta razón, a veces las galaxias o conjunto de miles de millones de estrellas, gas y polvo unidos por la gravedad eran llamadas, impropiamente, nebulosas; se trata de una herencia de la Astronomía de siglo XIX que ha dejado su signo en el lenguaje astronómico contemporáneo.[22]

 Si Cordero Palacios hubiese conocido que el universo se expande, habría aceptado la teoría del Big Bang. De ser así, su Homero habría descrito el nacimiento del universo en otra forma, ciertamente menos grandiosa que la del párrafo leído. Paradójicamente, el párrafo de Cordero Palacios, modernizado al español de nuestra época, podría ser un texto que acompañara las actuales fotografías tomadas por los grandes telescopios sobre las formas de las galaxias, los nacimientos de las estrellas, y los agujeros negros. El párrafo que he leído tiene un gran aliento épico, contiene poderosas metáforas, y el ritmo rápido de la frase cuadra con lo que en él se describe e imagina.

 El discurso de Cordero Palacios no se expande; más bien se comprime. Dice mucho en los 23 minutos que dura la lectura de “Poesía de la Ciencia”. Que el Creador sea a la vez Poeta porque un verbo griego se pueda leer como “crear” y “poetizar” denota ingenio, pero no es cimiento sólido para construir tamaña fábrica. El libro del Génesis fue escrito en hebreo. Que la creación y sus grandezas y hermosuras, sus complejidades y terrores sean motivos para la poesía, ¡qué duda cabe! Que la humanidad con sus amores y dolores, con sus lágrimas y sonrisas, con su trascendencia e intrascendencia, con sus anhelos y esperanzas, con sus frustraciones y melancolías sea motivo para la poesía, ¡claro que sí! Que el hogar y la patria muevan a cantarla con la lira o con las hazañas de la épica, ¿cómo, no?; pero que el verbo “crear” y el verbo “poetizar” se escriban de modo igual en hebreo y esta palabra sea, por tanto, polisémica no es así. Sin embargo, en este discurso la suma de las partes no iguala al todo. Hay algo más que envuelve el discurso: la intención del autor de sacar la poesía provincial y comarcana de Cuenca, —que venía repitiéndose por siete décadas—, de su estrechez de miras para que halle motivos y temas más universales y hondos es innegable. Cordero Palacios volaba alto. Urgida por temas de la ciencia, la palabra poética puede volverse precisa, honda, rica. Más aún, me parece que Cordero Palacios al llamar la atención de sus oyentes sobre “La Poesía de la Ciencia,” les estaba sugiriendo que Cuenca necesitaba tanto de poesía como de ciencia. La vida de Cordero Palacios da para esta interpretación. Además, en un breve discurso sobre “El Carácter Azuayo” pronunciado para la Primera Exposición Industrial de Cuenca el Tres de Noviembre de (¿1926?), Cordero Palacios afirma:

 Cuenca es para nosotros un nido. Si las aves festejaran en el establecimiento del suyo, lo habrían de hacer, no hay duda, ostentando las galas de su plumaje y soltando la armonía de su voz. La industria es el plumaje de los pueblos; su voz, la poesía. Allá, junto al Tomebamba, ostentamos ya la una, la otra va a soltarse aquí. Hemos pensado y procedido como aves, como los seres que vuelan: los auspicios están buenos. [23]

 Sea lo que sea de esta interpretación, Cordero Palacios estaba convencido de que el deber del poeta es poetizar a Imagen y Semejanza de Dios. De modo perfecto. Corroboran esta afirmación los dos versos de Horacio que cierran los citados por el traductor:

Yazga, pues, en tus brazos silente, o estalle la Lira,
 Si la estrofa que entonas no es grande, no es santa, no es digna.

3

Me corresponde en este momento colocar “La Poesía de la Ciencia” en el marco de la vida de Cordero Palacios.

 Viven los cuadros alojados en los marcos, —dice José Ortega y Gasset—. Esta asociación de marco y cuadro no es accidental. El uno necesita del otro. Un cuadro sin marco tiene el aire de un hombre expoliado y desnudo. Su contenido parece derramarse por los cuatro lados del lienzo y deshacerse en la atmósfera. Viceversa, el marco postula constantemente un cuadro para su interior, hasta el punto de que, cuando le falta, tiende a convertir en cuadro cuanto se ve a su través [24]

 Cordero Palacios empolló muchos huevos. Si un defecto tuvo fue el de ser un picaflor, un quinde, un colibrí del jardín de las ciencias y humanidades y muchas de sus obras quedaron inconclusas. No fue superficial, ni light ni un poco más o menos. Fue un colibrí como décadas después escribiría Jorge Carrera Andrade con brillantez. Un colibrí que termina en lo más profundo de la vida: la temporalidad de todo ser viviente:

 Solo es luz emplumada el colibrí,
Luz con alas o mínima saeta
Que las flores se lanzan una a otra
Al corazón de aroma y de rocío.
Le ve pasar el aire en un relámpago
De pedrería cálida, volante
Astilla de vitral, reflejo de agua
Fugaz en el espejo del espacio
Que le mira, incansable pasajero
Ir y venir, imagen de la prisa
Entre la lentitud grave del mundo
En la solar batalla meridiana
Y buscar vanamente la flor Única
En su breve estación sobre la tierra
Hasta que el pico encuentra en la corola
El azúcar secreto de la muerte
.[25]

 Remigio Crespo Toral describe la figura de Cordero Palacios:

 Hermoso ejemplar de caballero a usanza antigua… Cuando la moda abolió la capa ancestral, él la llevaba airosamente pendiente de su elevada estatura, de la que se destacaba su fisonomía angulosa, relevante, pálida de emoción y austeridad, así como la de Hidalgo Manchego, con añadidura ascética”.[26]

 Los jóvenes esposos cuencanos Gregorio Cordero Carrión, modesto agricultor y comerciante, y María Josefa Crespo Rodríguez decidieron en 1831 trasladar su residencia de Cuenca a un fundo propio en Surampalti, a 22 km de la ciudad. Emigraron porque su almacén de la calle Real, hoy Bolívar, había sido varias veces saqueado. La década de 1820 no ofrecía seguridad al comercio cuencano por el movimiento de tropas españolas y patriotas, las requisas de gente y bienes para las campañas de Junín y Ayacucho y para la guerra contra Perú en 1828 y 1829.[27] Surampalti era un lugar apacible flanqueado por el cerro Ñamurelti y regado por los ríos Bayandel y Déleg:

 Surampalti lejano, aguas salvajes
del Bayandel, cambiadas en paisajes,
 Ñamurelti que velas la llanura

Y tú, casa paterna, entre brozas,
 con ventanas que dan a la espesura,
 con senderos que acaban en las chozas…[28]

 Los dos primeros hijos del matrimonio de Josefa y Gregorio fueron Luis, el futuro presidente de la República, y Vicente, padre de Octavio Cordero Palacios. Vicente, escribano, poeta, dramaturgo y periodista, casado con Rosa Palacios Alvear.

Vine al mundo, dice Cordero Palacios, en el actual caserío de la parroquia de Santa Rosa de Cuenca y, precisamente donde se levanta el templo de esa parroquia, sitio en el que, en 1870, tenía su humilde casa, por no decir choza, la indezuela Petrona Trastajo, que acogió en su lecho a mi madre, la cual abusando lo robusto de su complexión y no obstante la mayoría de sus meses, había ido de Surampalti a Santa Rosa —una legua de camino y excesivamente ondulado— a oír la misa de Domingo…[29]

 Fue el domingo 1 de mayo. No hubo ni ángeles ni estrella. Hubo una mujer buena, origen, tal vez, del amor apasionado de Cordero Palacios por las lenguas cañarí y quichua.

 El niño creció en el campo y no habló sino a los cuatro de edad. Los dos primeros de escuela los hizo en Hatún Cañar, donde confluían lo cañari, lo inca, lo sefardita, lo demiúrgico de la serpiente y lo totémico de la guacamaya.

 Dentro de mí
duerme un pueblo de labriegos,
 con sus casas
 y sus tumbas de tierra silenciosa

 Vengo de sembradores,
 de antiguos pastores de rebaños,
 de arrieros de recuas de niebla.[30]

 De los nueve a los 11 de edad, estudió en Cuenca, en la Escuela San José de los hermanos de la Salle, traídos en 1867 de Francia a Ecuador por Gabriel García Moreno. Esta benemérita escuela con su culto a la contabilidad, a la caligrafía, a la redacción, a la aritmética y a la letra con sangre entra fue la raíz del árbol de la ciencia del bien y el mal que dio frutos en la conservadora ciudad de la época militante de entre siglos. Cursó

 los de segunda enseñanza en el Colegio Nacional de San Luis —hoy Colegio Benigno Malo—. En su primera juventud fueron las letras sus estudios predilectos, especialmente las letras clásicas, para las cuales guarda afición hasta el presente [31]

 Cuenca se aprestaba a celebrar el centenario del nacimiento del periodista, teólogo y polemista, el temible y temido y demoledor fray Vicente Solano y Vargas Machuca de la humilde orden de los frailes menores. El gobierno de Antonio Flores Jijón contribuyó con 2.500 francos que no alcanzaban ni para el primer tomo. El Municipio no aportó, pues no había dinero. Carlos Ordóñez Lazo, miembro del Concejo Municipal donó de su peculio mil francos. El joven Cordero Palacios quiso también contribuir con otra buena cantidad. Como él mismo lo cuenta en tercera persona:

 A los 19 años compuso el drama Gazul que se representó con éxito brillantísimo en la noche de distribución de premios de su colegio, en 1890, y habiéndose repetido la representación en beneficio de los fondos que se reunían para editar las obras de fray Vicente Solano, produjo casi lo necesario para pagar la edición del primer tomo. [32]

 Las obras completas aparecieron en Barcelona, en cuatro tomos, entre el 92 y el 95 con prólogo de Antonio Borrero Cortázar, el presidente de la República destituido por el levantamiento del general Ignacio de Veintemilla con apoyo de los liberales y del Concejo Municipal de Guayaquil. Gazul no era “un drama entre salvajes” como la narración de “Cumandá”, fue un drama sobre cruzados por tomarse Tierra Santa. Rodolfo Pérez Pimentel afirma que

el entusiasmo con que el público cuencano acogió esta presentación obligó al autor a publicarla por entregas en 1891 en la revista de la Universidad del Azuay. En 1891 y en 1892 escribió e hizo representar asimismo otros dos dramas titulados Los hijos de Atahualpa y Los Borrachos.[33]

 Gran salto el del bachiller Cordero Palacios: del siglo XII, Asia Menor y Palestina al drama nacional y a la vindicación indigenista y al drama costumbres. Manuel J. Calle fue cruel:

Nosotros hemos aplaudido en Cuenca unos dramas sin pies ni cabeza, sin lógica y sin gramática, que, en improvisado teatro, hacía representar un jovencito llamado Octavio Cordero, quien nunca había visto una bambalina ni conocido la cara de un cómico.[34]

 Alberto Muñoz Vernaza, director de la Revista de la Universidad del Azuay, tributa al joven Cordero Palacios férvidas voces de aliento, y Víctor Manuel Albornoz, el historiador cronista de la ciudad, lo defiende con razones claras y con su proverbial moderación.[35]

 En 1895 se graduó de doctor en Jurisprudencia. En 1896 obtuvo su título de abogado de los Tribunales de la República en la Corte Superior de Justicia de Cuenca. La demora de un año entre el examen de grado y la incorporación al foro se explica por las circunstancias políticas de la época. Cuando Cordero Palacios cursaba el tercer año de universidad, había sido elegido presidente de la Academia Jurídico-Literaria de la Facultad de Jurisprudencia, y, poco después, presidente del Círculo Juventud Católica. Era, además, el principal redactor del periódico “El Ciudadano”. Según su primer biógrafo, Florencio Delgado y Ordóñez, Cordero Palacios fue reducido a prisión por lo de la Juventud Católica y por las columnas de oposición al régimen.[36] Rodolfo Pérez Pimentel afirma que

 En 1.896 se dedicó a la política formando parte de la redacción de los periódicos conservadores “El Ciudadano” y “El Derecho” en plena agitación revolucionaria contra el régimen de Eloy Alfaro y sostuvo airadas campañas, soliviantando a los cuencanos a oponer la resistencia armada contra el régimen liberal que acababa de instaurarse en el país. Igualmente peleó con los escritores liberales José Peralta y Manuel Benigno Cueva. Al primero zahirió con un curioso anagrama “La peste Roja” y al segundo acusó de ser “Jefe de Perros”. En “Hemeroteca Azuaya”, Alfonso Andrade Chiriboga se sorprenderá de estas actuaciones, diciendo lo siguiente: “Los que conocimos a Octavio Cordero Palacios no podemos figuramos que haya sido capaz de crear o dar colaboración a un periódico de combate como “El Derecho”. Por ello después de la toma de Cuenca por las fuerzas liberales, tuvo que esconderse varios meses en la hacienda de su familia.[37]

 Octavio Palacios confiesa que dejó la acción política por miedo. Lo cuenta en un breve relato humorístico titulado “Ingenuidades”. En la entradilla dice: De cómo un furibundo político murió en huevo y de la persona que le mató.El relato concluye con la siguiente confesión:

 Esa noche no dormí. Esa noche reflexioné. Y de las reflexiones de esa noche salió la muerte en huevo del furibundo político que empezaba a germinar en mí. Gracias a Taita Chasna Cachu,[38] la patria cuenta con un político menos y un tranquilo ciudadano más.

Desde 1906, se dedicó al ejercicio de su profesión de abogado en la ciudad de Azogues, en donde se le recuerda por la dulcedumbre de su carácter y probidad, [39]

dice el propio Cordero Palacios.

 En 1918 fue designado por el Congreso Nacional Primer Ministro Juez de la Corte Superior del Distrito de Cuenca. Desde 1919 hasta 1929 sirvió el puesto de Ministro Juez de la Corte Superior de Cuenca de la que se separó por jubilación decretada extraordinariamente a su favor por el presidente provisional a petición de lo más granado, intelectual y saliente de los azuayos, sin distinción de colores y partidos.[40]

 Dictaba sentencia con agilidad al tenor de la ley, iluminada por su ciencia y las circunstancias. Buscaba que los litigantes llegaran a acuerdos. Nadie cuestionó sus fallos. Dejó para sus alumnos un texto de Derecho Constitucional mezcla de erudición, filosofía, sentido común, espíritu crítico y humor:

Ahora, afirma, solo en Alemania podemos decir que existe el feudalismo, pues que no es otra cosa el sistema de principados electorales, eclesiásticos y seculares, en que se funda el imperialismo prusiano.[41]

Y hablando de la nobleza concluye con ironía:

… cuando se prodigan los títulos de nobleza dándoselos en cambio de dinero o de acciones infames; cuando, en fin, para comprobar su hidalguía basta decir: Nosotros venimos de una / doña Aldonza Coronel, /que allá en el siglo catorce / era la moza del Rey, la nobleza degenera y se convierte en una institución tan odiosa y tiránica como la de las castas, la de la esclavitud y la del feudalismo.[42]

 El autor de “Poesía de la Ciencia” fue también poeta, pero de producción escasa y más bien filosófica. Todo él era un arco sensible, de bien tensada cuerda. El arco no disparaba flechas porque arco y arquero vivían presos de un terror a Dios, El Absoluto. Cornelius Jansen, Port Royal y Blas Pascal tenían presa el alma del poeta. Presa del miedo a la predestinación, del miedo a la inquietud de no estar entre los elegidos por Dios. Doña Blanca Cordero Crespo, la primera hija de Cordero Palacios, cuenta que de niña mientras caminaba con su padre en Azogues, allá por 1906, pasó una mujer de extraña y espléndida belleza. Cordero Palacios, fulminado por el rayo de tanta hermosura y el fogonazo del temor de Dios se desmayó. Tratábase de la señora Mercedes Andrade Chiriboga, esposa de Ignacio Ordóñez Mata, con quien no tuvo un matrimonio dichoso.[43]

 Intercalaré aquí un chisme nada académico. Paul Rivet, el ilustre francés pionero de la arqueología y antropología del Ecuador, perdió la cabeza por doña Mercedes. Se la llevó a París. El chismosísimo Rodolfo Pérez Pimentel[44] dice que el regreso de Rivet a su patria, luego de permanecer un lustro en Ecuador, fue turbulento. Mercedes, disfrazada de monja, tuvo que dejar la ciudad, montada en una comprensiva mula.

 He aquí un soneto de Cordero Palacios:

El Sueño

 Por pobres que sean las madres, el día
que estamos sus hijos en marcha a otras tierras,
la joya de precio más grande en su estima
con su último abrazo, llorando nos legan.

 Y el hijo que parte, por más enemiga
que en otras regiones la suerte le sea,
contento mil veces soltara la vida,
primero que suelte su mano esa prenda.

 ¡Por esto, sin duda, dulcísimo sueño,
te amamos los tristes que un día a la extraña
región de la vida vinimos de lejos:

 Porque eres la joya que allá nos legara,
con su último abrazo, como único obsequio,
la madre más pobre de todas, la Nada¡ [45]

 Este soneto de versos de doce sílabas asonantadas con acento en la segunda, quinta y penúltima es de buena factura en cuanto a la forma. Se asienta sobre una comparación: la conducta de una madre por pobre que sea cuando su hijo se marcha a tierras lejanas, contenida en los dos primeros cuartetos, y la conducta de la más pobre de las madres, la Nada, cuando su hijo viene de lejos a la extraña región de la vida. La una le obsequia una joya; la otra, el sueño y el sueño de la muerte. La asonante: día vida nos sugiere luz y calor. La asonante: enemiga estima nos sugiere el combate de vivir. La asonante: tierras sean nos insinúa realidad, existencia. Y la asonante: legan prendan nos remite a lo fugaz y transitorio. Hay, pues, un sentimiento difuso: existencia como realidad de luz, calor, combate, fugacidad, estar de paso. Las asonantes de los tercetos sueño, lejos, obsequio nos insinúan un don tenue y lejano. Y las asonantes extraña, legara, Nada nos hacen sentir que lo legado es un enigmático don que bien examinado es nada en su origen, nada en su transcurso, nada en su final. Aunque la forma nos suena envejecida, el contenido es de percepción fúnebre: nuestra esencia es polvo eres, danza de la muerte, ser para la muerte. Una sencillez trascendental sin aspavientos ni retórica espumante.

 Cordero Palacios, sin embargo, fue más bien apreciado y muy alabado por sus traducciones del inglés y del latín. Admiraba ambas literaturas: la una por los monosílabos sajones, la onomatopeya, la flexibilidad; la otra, por el hipérbaton que rompe la lógica y privilegia ritmo y sonido. Lo extraño y lo clásico le fascinaban. Habría gozado con el sobrio espectáculo de la inauguración de los Juegos Olímpicos Londres 2012, la tradición, lo contemporáneo, el humor, la efigie de la reina bajando en paracaídas, las canciones en el estadio, la Torre de Babel, el Pentecostés de las lenguas de fuego sobre la cabeza de todas las naciones.

 La traducción de El Cuervo de Edgar Allan Poe suena así en la primera estrofa y en la decimoctava, que es la última:

Estrofa Primera

 Cierta vez, en alta noche, cuando débil y cansado,
Cavilando en los enigmas de un infolio ya olvidado,
Casi a punto de dormirme, principiaba a cabecear,
De hacia fuera, de las sombras, vino un toque suave y lento,
Como de alguien que llamase retrasado a mi aposento,
De visita y nada más
.

Estrofa Decimoctava

 Y en mi cuarto, sobre el busto, sigue y sigue todavía,
Con sus ojos que remedan la siniestra, la sombría
Expresión de algún demonio que parece dormitar.
Y su sombra allí se mira sobre el piso proyectarse
Larga y negra, y de esa sombra larga y negra, no ha de alzarse
Mi alma nunca, nunca más.[46]

 La traducción de los 240 versos del Arte Poética de Horacio o Epístola a los Pisones fue así mismo muy elogiada y favorablemente comparada con las existentes. Fue alabada por su armonía y flexibilidad, y por el metro escogido. [47]

 En la oración fúnebre pronunciada por el canónigo Nicanor Aguilar en las exequias de Octavio Cordero Palacios, hallamos esta referencia, que habla por sí sola:

 Con timidez tradujo al pagano Horacio, en la parte menos lasciva de sus elegantes odas; y cuando cayó en la tentación de verter al puro idioma castellano las sátiras desnudas de Juvenal, que no perteneció al aula de Augusto ni a la de Mecenas, y que describió la impura Roma, bastóle al señor Cordero la ligera insinuación de un erudito sacerdote para que él refrenara la inquieta arrogancia de su hambre de saber. [48]

 El erudito consejero fue nada menos que el reputadísimo presbítero Jesús Arriaga, arqueólogo y humanista.

 Para facilitar a sus estudiantes la lectura y el análisis de la Eneida de Virgilio, Octavio Cordero Palacios empezó a trabajar en una Eneida sin hipérbatos. Seguía el orden lógico de la frase en la estructura profunda: sujeto con sus modificadores, y verbo con sus complementos o con sus predicativos y atributos. Tanta osadía provocó la indignación del padre jesuita Aurelio Espinosa Pólit, especialista en Virgilio y fervoroso admirador del poeta mantuano.[49]

 En su Semblanza biotipológica de Octavio Cordero Palacios, el siquiatra y humanista Agustín Cueva Tamariz, seguidor de Gregorio Marañón, escribió:

 Alguien dijo —cuando se apaga la vida fecunda y ardorosa de Octavio Cordero Palacios— que veinte hombres como él, animados de la misma noble ambición personal e histórica, bastarían para renovar y engrandecer otras especialidades científicas y filosóficas de la política, la técnica, la economía y las artes.
 Porque, efectivamente, este hombre genial fue una de las células más elevadas y aptas para la conciencia de la Ciencia y de las letras nacionales. Y, por serlo, guiado del nobilísimo afán de que su pueblo se salve en su obra y su obra en su pueblo
.[50]

 Este día 13, fiesta de San Juan Crisóstomo, feria sexta de la segunda hebdómada de septiembre del año 2012, va llegando al reino de las tinieblas, a la hora canónica de Completas. Ya en los monasterios benedictinos del orbe, en monótono y pacificador gregoriano nos cantan No nos abandones, Señor, Dios, custódianos, Señor, como a las pupilas de tus ojos y bajo la sombra de tus alas, protégenos. Y yo, aquí, ahora, no concluyo de evocar las circunstancias de la vida de Octavio Cordero Palacios.

 Dedicaré, pues, una línea a Cordero Palacios, escritor de Historia. Me remito a la presentación y bibliografía del libro “Estudios Históricos de Octavio Cordero Palacios. Selección,[51] compilado y editado por un sobrino nieto de Cordero Palacios y actual director de la Academia Nacional de Historia, el doctor Juan Cordero Íñiguez, hombre de agudo ingenio, recio y perseverante y tan dulce como los dulces del Corpus Christi de Cuenca. La selección contiene El Azuay Histórico (1-165), Crónicas documentadas para la Historia de Cuenca (165-523) y Vida de Abdón Calderón (525-565). Habría que agregar a esta selección el folleto De potencia a potencia: capítulo de Historia en el que se ve cómo el l señor doctor don Manuel Vega devolvió la Gobernación del Azuay al presidente de la República , Don Gabriel García Moreno, el año de 1861.[52]

 Dedico otra línea a Cordero Palacios lingüista. Escribió un libro pionero El quichua y el cañarí, publicado en 1924 por el Concejo Municipal de Cuenca. Con este libro de 336 páginas de 22 por 15 cm, ganó la Palma de Oro de la Municipalidad. Remigio Crespo Toral, Remigio Tamariz Crespo y Manuel María Palacios Bravo, miembros del jurado calificador, dieron este veredicto:

 Trátase de una obra que continúa entre nosotros, con acierto y originalidad, el estudio de las lenguas aborígenes, e inaugura las investigaciones para la reconstrucción del idioma Cañar, mediante el estudio y la selección de las voces que han quedado dispersas en la toponimia y en el habla popular. O sea, en el quichua en uso corriente en las comarcas del Azuay. Cuenca 1 de noviembre de 1923.[53]

 Acerca de este libro, me remito a El mestizaje en el habla azuaya: el quichua y el cañari presentes en ella, discurso de incorporación de Susana Cordero de Espinosa como miembro correspondiente de esta Academia el 30 de octubre de 1997 [54] . Tal discurso realza la obra de Cordero Palacios con la inteligente agrupación ideológica de los términos de las lenguas quichua y cañarí presentes en la obra del azuayo.

 Dedico una tercera línea al topógrafo, ingeniero y matemático. Dice Cordero Palacios en su Página Autobiográfica:

 Establecida en 1914, en el Colegio Benigno Malo, la cátedra de Plenimetría, Altimetría, Trazado de Vías de Comunicación y Fabricación de Puentes y Calzadas, se (él mismo) improvisó profesor de estas materias, logrando formar técnicos que se ocupan hoy con aplauso y éxito en la provincia y aun en el ferrocarril Sibambe-Cuenca. En 1916, con permiso especial del Consejo Superior de Instrucción Pública, se graduó de Ingeniería, rindiendo sus grados y exámenes ante sus mismos discípulos, ya titulados antes que él.[55]

 Compuso en verso unos Menemorismos trigonométricos para que sus estudiantes de ingeniería los aprendieran de memoria de suerte que les viniesen fácilmente las fórmulas trigonométricas en caso de no contar con las tablas correspondientes, como le acaeció a un ingeniero alemán que había olvidado las tablas trigonométricas cuando inspeccionaba una curva del trazado del ferrocarril Sibambe-Cuenca. Cordero Palacios, que iba con él, caminó por unos minutos, recordó la fórmula y comprobó lo que el alemán necesitaba.[56] Ahorró, en pleno monte a lomo de mula paramera, cuatro horas entre un haber venido en vano y un regresar del campamento con las malditas tablas. Venga acá un par de estas coplas como él las llamaba:

 Si de un arco mayor que noventa
necesitas la
línea, Modesto,
resta ese arco de
ciento y ochenta,
 y aprovecha la línea del
resto. [57]

 Enseña la experiencia
que un
seno y otro seno y la potencia
segunda de su lado, por factores,
dan un producto tal que dividido
por el
seno tercero, aún no aludido,
nos muestra aunque doblada,
el
área en un triángulo encerrada. [58]

 En 1910, hubo peligro de guerra con Perú. Gobernaba Eloy Alfaro. Seis años antes de su graduación de ingeniero, Cordero Palacios fue llevado a la frontera como sargento mayor de Ingeniería de Reserva y levantó con sus colegas un plano topográfico militar de la frontera con el Perú Escribió un informe que el Estado Mayor General de la República lo hizo dar a la prensa.

 Cuando lo leyó don Julio Andrade, [se interesó] vivamente porque Cordero Palacios ingresara al Ejército con el grado de coronel. Cordero Palacios rehusó este honor alegando que ya era viejo. Y apenas tenía ¡39 años! [59]

 En su Página Autobiógrafica al referirse a la inspección del ferrocarril Cordero Palacios acota:

 Además, en 1918, fue inspector del ferrocarril de Sibambe a Cuenca, cuyo trazado rectificó trayéndolo por donde viene ahora, en oposición al de los ingenieros alemanes de la Casa Koppel”.[60]

Y el joven Florencio Delgado y Ordóñez en su Biografía de Octavio Cordero Palacios nos informa que

 Los kilómetros ahorrados fueron 18 y los millones de sucres ahorrados fueron algunos. … (…)…Para construir puentes y empalmar líneas férreas le habían dado un presupuesto de 160 mil sucres. Hizo las obras pedidas y devolvió un superávit de 18 mil sucres al Banco del Azuay a buena cuenta de mayor cantidad que la Nación adeudaba a dicha institución.[61]

 El mismo Cordero Palacios nos cuenta que:

 Desde 1920 hasta 1924 dirigió, gratuitamente, la fábrica del Palacio Universitario; hoy dirige la del Colegio Benigno Malo, poniendo en práctica el hermoso plano del arquitecto Sr. Donoso Barba. Y añade, que, Ahora, jubilado ya, ha ofrecido, no obstante, dictar gratuitamente la Cátedra de Ingenieros en el Colegio Benigno Malo, que abrirá sus cursos el próximo octubre. [62]

 Dedico una cuarta línea a Octavio Cordero Palacios inventor de una máquina de traducir idiomas llamada Metaglota. La ideó hacia 1902. La hizo conocer sin detalle a sus amigos en 1916. Entregó el invento a su hijo Rubén Cordero Crespo y a su hermano Alfonso Cordero Palacios. El aparato pesaba lo que una máquina de escribir de entonces, traducía lo previamente escrito a cualquier idioma con traducción literal, pero con la estructura de la sintaxis del español, medía 60cm de largo, 40cm de ancho y 20cm de alto, el número de palabras disponibles era de seis mil voces. Nos cuenta Remigio Crespo Toral que:

 El día once de enero del presente año, en el Salón Principal del Palacio de Gobierno y con asistencia del señor don Federico Páez, encargado del Mando Supremo de la República, de los señores ministros de Estado, de algunos miembros del Cuerpo Diplomático y de la Prensa, de profesores de la Politécnica y de algunas otras personas, el señor don Alfonso Cordero Palacios y el señor don Humberto Cordero Crespo, encargados de la demostración del invento llamado Metaglota, tradujeron mecánicamente a diversos idiomas, en ese aparato, las frases dictadas por los señores jefe supremo y canciller de la República, y la siguiente del señor Raimundo E. Enríquez, ministro de México, la cual fue vertida al inglés, al alemán y al ruso. (Enríquez dijo) “Si esta máquina inventada por el sabio Octavio Cordero Palacios traduce aunque sea literalmente, en español, lo que estoy escribiendo en inglés, será una de las maravillas del mundo”. [63]

 ¿Qué pasó luego con el invento? Entró en los desencantos y olvidos de los amores frustrados. Tal vez Octavio Cordero tararee ahora desde algún universo paralelo

 El 10 de octubre de 1980, el ingeniero Marco Tulio Erazo Vallejo, yerno de Cordero Palacios, y el novelista Eliécer Cárdenas Espinosa, bisnieto del inventor, entregaban el documento original de la Metaglota, —Pansingrafiador lo llamaba quien lo Ideó— al Museo Municipal de Cuenca. [64]

 Dedico una quinta línea a quien ilustraba con encanto en los discursos y cautivaba en las tertulias:

 Doy un ejemplo: El Distrito del Sur se descolgó de la Gran Colombia el 13 de mayo de 1830. La Universidad del Azuay había pedido a Cordero Palacios que por el centenario de nuestro nacimiento como República dirigiera la palabra en el acto de celebración del 14 de mayo. Cordero Palacios habló durante tres horas sin papeles sobre los cien años republicanos. Nada de retórica, nada de lirismo. Datos, anécdotas, amor patriótico. La gente no se marchaba. Lo aplaudía enfervorizada.[65]

 Doy un segundo ejemplo, tomado de su Página Autobiográfica

 Por fin, a pesar de sus sesenta años, es hombre capaz de dar conferencias verbales, sin llevar escrito nada, hasta por dos horas, sin que la voz ni la memoria lo traicionen.[66]

Doy un tercer ejemplo: Agustín Cueva Tamariz escribió de Octavio Cordero Palacios:

 Si hubiese habido alguien que registrara, día a día, sus conversaciones, habríamos poseído uno de los libros biográficos de ciencia, de historia, de ignorados sucesos nacionales, más ricos amenos y educadores que jamás se hayan escrito.

El arte de la conversación dio a la sugestiva personalidad de Octavio Cordero Palacios la lucidez de su pensamiento y la claridad de su estilo que, tan agradablemente, contrastaba con la ampulosidad y el retoricismo de otros escritores. El delicioso tono de su conversación, el valor que él atribuía a una amena charla y la elección de cierto ambiente adecuado para ella, constituyen características dignas de apuntación para el enfoque fugaz de su retrato espiritual
. [67]

 Dedico una sexta línea al catolicismo sólido que daba sentido a la vida de Cordero Palacios. En 1925, el papa Pío XI había instituido La Fiesta de Cristo Rey y había fijado para su celebración el domingo anterior a la solemnidad de Todos los Santos. Cordero Palacios fue invitado a dicha fiesta. Como era ministro de la Corte Superior de Cuenca no podía hacerlo porque la Constitución prohibía al sector público participar en actos religiosos públicos. Cordero Palacios acudió a la invitación. La gente le pidió que hablara. Cordero Palacios rezó el Padre Nuestro y lo glosó. Tanta discreción refleja la sabiduría de Jesús: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. [68]

 Cuando senador en los años 1916, 17 y 18, fue designado con los honorables (?) Vela y (?) Carrera para una comisión de estudio de gran trascendencia jurídico-social. Se trataba, probablemente, de establecer la jornada de ocho horas, de abolir la prisión por deudas o apremio personal y el infame concertaje.

 Al ser discutido el informe, en las cámaras, uno de los senadores manifestóse extrañado de que en pleno siglo de las luces y en pleno dominio del liberalismo se haya presentado un informe que dejaba traslucir las ideas del conservadorismo. El H. Vela, tratando de defenderse, dijo que la Comisión estaba compuesta de liberales radicales convencidos como Octavio Cordero Palacios y que por tanto mal podía ser verdad que el Informe contenga ideas conservadoras. Cordero sintióse ofendido. Defendió valientemente y con argumentos de peso la ideología del Informe, afirmando, para concluir que a pesar de encontrarse en un Congreso convocado por un gobierno liberal, él era católico, apostólico y romano.[69]

 El Partido Conservador que se estaba gestando en esos años siempre fue más avanzado en derechos sociales que el Partido Liberal

 Y este hombre tan católico tenía un remordedor jansenista propio del catolicismo cuencano de esos tiempos. El respeto a la majestad de Dios y el espanto ante “el infinito mapa / de Aquél que es todas Sus estrellas”[70] gobernaban y estremecían su ánimo. Lo inexhaurible de la trascendencia de Aquél Deus Semper Maior[71] le era una fuente de temor místico. Los rayos en las grandes tempestades le eran una fuente de temor luterano. Él mismo lo narra en una deliciosa historia acaecida en Azogues,[72] a la que dotó de agua potable traída de las difíciles fuentes del Pilzhum cuando era presidente del Concejo Municipal de esa ciudad en los años 1911 y 1912.

 Dedico una séptima y última línea a la séptima vela del candelabro de siete brazos ya en agonía al extinguirse la luz de Cordero Palacios. Al salir de la Universidad de Cuenca y del discurso sobre los cien años de la República, Cordero Palacios sintió un dolorcillo en el estómago. “Esto me va a matar”, dijo. Enflaqueció tanto que se temía que el viento lo llevara. Para comienzos de diciembre de 1930 estaba de muerte.

 Ante el asombro de los que le rodean, —escribe Víctor Manuel Albornoz— toma la pluma empolvada y con mano trémula traza el epitafio de su propia sepultura:

Recomiendo a mis hijos
que si hay una piedra para mi sepulcro, no se grabe allí mi nombre, sino esta estrofa:

Si hiere…hiere…y hiere
De Dios la augusta mano,
¿Qué hacer? Caer por tierra
 Hundir la frente en ella,
 Y recibir silente
Centella tras centella
El fuego todo y la ira
 Del Rayo Soberano[73]

 En esta octavilla hallamos la intuición de un Dios Siempre Mayor e inaccesible y hallamos el total despojo y abandono de “Quien siendo en forma de Dios, no consideró ello como algo a qué aferrarse, sino que vaciándose a sí mismo, tomó forma de siervo, siendo hecho en semejanza de hombre y hallado como uno de ellos (Fil 2 6). Cordero Palacios se vacía de su voluntad y sentimientos y de su clara inteligencia para someterse al Rayo Soberano y dejarse calcinar por Él.

 Hacia el 10 de diciembre alguien entra al cuarto del enfermo que parece muerto ya. Se lamenta. El enfermo se incorpora y responde: Moriré el 17 de diciembre a los 100 años de la muerte de Bolívar. Efectivamente, a las seis y media de la tarde del miércoles 17, recibidos la extremaunción y el santo viático, se despide de los suyos y entona en un susurro ¡Salve, oh Patria, mil veces oh Patria![74] La patria ecuatoriana a la que sirvió, la patria cuencana cuya fecha de independencia, el Tres de Noviembre de 1821, fijo en 1915 como fruto de sus investigaciones históricas y siendo alcalde la ciudad, y la patria eterna que le abría las puertas pese a sus temores y escrúpulos.

4

He colocado “La Poesía de la Ciencia” en el marco de la vida y obra de Cordero Palacios. El discurso sobre “La Poesía de la Ciencia” encuadrado en este marco adquiere el relieve de la autenticidad.

 Un cuadro sin marco tiene el aire de un hombre
expoliado y desnudo. Su contenido parece derramarse
por los cuatro lados del lienzo y deshacerse en la atmósfera
.

 Lo que proponía en el discurso, lo había vivido él sinceramente. Más aún el discurso fue como una meditación sobre su vida a la luz de “La Poesía de la Ciencia”.

 La fecundidad de este discurso se mide por sus efectos. Después de Cordero Palacios, hizo “Poesía de la Ciencia” Jorge Carrera Andrade en “Armas de la Luz”, César Dávila Andra de en “Boletín y Elegía de las Mitas” y en “Catedral Salvaje, Julio Pazos, con la cultura popular ecuatoriana, Jacinto Cordero Espinosa con el tono mineral cañarí de su poesía universal, por citar a quienes, de lo nuestro, me han llegado más por ahora.

 Lo útil de este discurso es que también ayudó a crear una arquitectura cuencana que se funde con el paisaje. El ocre de los tejados está en paz con la naturaleza, la ciudad es una poesía visual lograda por arquitectos y ciudadanos sensibles con el entorno.

 Concluyo con una breve reflexión. Así como la Iglesia Católica Romana ha sido llamada Casta Meretrix,[75] así me puedo llamar hoy puer centum annorum, un adolescente de cien años en esta casta academia de la castiza lengua de Castilla, a la que Lope de Vega le obsequió un diminutivo afectivo y picaresco:

Créeme, Juana, y llámate Juanilla;
 mira que la mejor parte de España,
pudiendo Casta, se llamó Castilla
.[76]

 Vivimos el mayor salto cualitativo en la evolución de la cultura humana, una transformación de más trascendencia que la invención del fuego, la rueda, la agricultura, el advenimiento del cristianismo, el renacimiento, la ilustración, la revolución industrial, la producción en masa. La humanidad ha hallado nuevos horizontes en comunicación, exploración espacial, genética y robótica. Hay una nueva humanidad a la que debemos conocer, entender, comprender. Y aceptar su sentido y trascendencia. Aunque la vista llega a las galaxias, el oído oye al mundo entero, el gusto se globaliza, la nariz se refina y universaliza, el tacto directo se enriquece con el toque virtual, y la sexualidad ha regresado a la inocencia de la desnudez del paraíso, las instituciones de la sociedad y la cultura se empeñan en obstaculizan las esperanzas de un mundo más humano y civilizado.

 Ante todo, se opone la institución del poder en forma de pirámide: poderosos, masas medias, nuevos esclavos. Persiste la vieja Humanidad más eficiente y eficaz, mejor armada y cuyo instrumento más temido son los tráficos de seres humanos, drogas y producción de muertos de todas formas y maneras. Una civilización de derechos. Una realidad de millones condenados al hambre, la enfermedad, el maltrato, la crueldad. El bien a escala de nuevos universos. El mal a escala de átomos y partículas. Un mundo de esperanzas, un submundo infernal.

 En este mundo en evolución debe subsistir la Academia Ecuatoriana de la Lengua, nacida en otra época y cuya función de lengua de fuego en este nuevo Pentecostés resulta indispensable. La Academia deberá reflexionar en el Yo, Academia Ecuatoriana de la Lengua, soy yo y mi desafiante circunstancia. Instalados aún en el tren del pasado, somos proyectados en cohetes espaciales a un futuro incierto pero cada día más fascinante. Debemos sacudirnos. Debemos hallar nuevos objetivos que no sean solamente limpiar, pulir y dar esplendor. No podemos quedarnos en la piel de nuestro idioma cuando su cuerpo se muere de sed junto a la fuente del cambio. Hacia este cambio nos mueve la “Poesía de la Ciencia” de Octavio Cordero Palacios en esta época de la civilización de abril, el cambio más cruel, de lilas en la tierra muerta, de inertes raíces con lluvias primaverales.

 No desesperemos, audaces académicas, valientes académicos, siempre nos quedará la inmolación del kamikaze, el inmolarnos por el emperador y la media luna. Tal vez la Revolución Ciudadana acabe por suprimir la Academia Ecuatoriana de la Lengua. ¡No importa! Nuestros pequeños guardias rojos harán la revolución cultural, la Academia resurgirá de sus cenizas cual el Ave Fénix. Pidamos en nuestros testamentos vitales que nuestras cenizas sean esparcidas en Urcuquí, la ciudad de la Ciencia. Nuestros fantasmas se verán, por última vez, donde el heredero de las señoritas Suárez de Ibarra para gozar de los últimos helados de paila. Mora y leche para los miembros de número. Ron con pasas para los correspondientes. Con este postre, termino. Muchas gracias y buenas noches a todos.

Jueves 13 de septiembre de 2012


[1] Luis de Góngora y Argote, Las firmezas de Isabela, acto tercero, versos 2.147 y 2.148. http://www.uv.es/ivorra/Gongora/Gongora.htm.

[2] Federico García Lorca, “Romancero Sonámbulo, 4 Romance Sonámbulo”, versos 51-52. 420, Obras Completas1: Poesía. Ed. Miguel García Posada. Valencia-Barcelona, Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg, 1996.

[3] http://elvado.wordpress.com/2009/11/20/casa-de-la-lira/.

[4] Rodolfo Pérez Pimentel, “Roberto Crespo Toral” en Diccionario biográfico del Ecuador, tomo 9. 60. http://www.diccionariobiograficoecuador.com/. Ver también en el mismo diccionario “Alfonso Moreno Mora”, tomo 12. 162.

[5] Marco Tello, El patrimonio lírico de Cuenca. Un acercamiento generacional.Universidad de Cuenca, 2004, 397- 400.

[6] Eugenio Moreno Heredia. Ed., “La Fiesta de la Lira” 43-45 en Alfonso Moreno Mora. Abril de 1890-Abril de 1990. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, sin fecha. Ver también http://www.elmercurio.com.ec/221088-cuenca-sede-de-poesia.htlm.

[7] Rodolfo Pérez Pimentel, “Alfonso Moreno Mora” en Diccionario Biográfico del Ecuador, tomo 12. 162. Nota 2.

[8] T.S. Eliot, The Waste Land, traducción de Agusti Bartra, versos 1-11. htpp://www.saltana.org/2/tsr/52.htm.

[9] “La Poesía de la Ciencia” 47-55 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo. Número destinado a mantener viva la memoria del que fue esclarecido profesor del instituto Sr. Dr. Don Octavio Cordero Palacios, tomo II, 1933.

[10] José Joaquín Olmedo, “Alfabeto de consejos”, versos 29-32 en Rocío Rosero Jácome, Olmedo, ¿político patriota o desertor…? Quito, Eskeletra editorial, 1994. Anexo IV. 459-462.

[11] Alfredo Le Pera, Volver. Versos 14-19. http://www.planet-tango.com/lyrics/volver.htm.

[12] San Juan de la Cruz, “Llama de amor viva”, versos 7-12 en Obras completas. 3ra. ed. Editores José Vicente Rodríguez y Florencio Luis Salvador. Madrid. Editorial de Espiritualidad, 1988. 76.

[13] Simón Espinosa Cordero, “´Las armas de la luz´ de Jorge Carrera Andrade” 133, versos 42-51 en Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador. No. 2, septiembre-diciembre 1978, Otavalo, Gallocapitán. 120-169.

[14] Monserrat Cárdenas Espinosa, La construcción del relato y sus implicaciones terapéuticas en familias de personajes destacados: el caso de Octavio Cordero Palacios. Tesis previa a la obtención del título de Magister en intervención sicosocial familiar. Cuenca, Universidad de Cuenca, 2010. Tesis inédita. Grabación en disco.

[15] Rodrigo Caro, “Canción a las ruinas de Itálica”, versos 1-2 en M.Romera Navarro, Antología de la literatura española desde los orígenes hasta el siglo XIX. Boston, D.C.Heath y Compañía, 1933. 255-257.

[16] Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas. Rima 21, versos 1-4. Edición de José Carlos de Torres. Madrid, Clásicos Catalia No. 74, 1977.

[17] “El arte poética de Horacio”, versos 225-240 en Revista del Colegio Benigno Malo. Número destinado a mantener viva la memoria del que fue esclarecido profesor del instituto Sr. Dr. Don Octavio Cordero Palacios, tomo II, 1933. 126-133.

[18] “La Poesía de la Ciencia” 49- 50 en Revista del Colegio Nacional Benino Malo. Número destinado a mantener viva la memoria del que fue esclarecido profesor del instituto Sr. Dr. Don Octavio Cordero Palacios, tomo II, 1933. 47-55.

[19] http://es.wikipedia.org/wiki/Pierre _Simon _Laplace.

[20] http://es.wikipedia.org/wiki/Camille_Flammarion_. En mi casa había una caja de zinc de unos dos metros de largo por 80 centímetros de ancho y unos 60 de altura. Eran los papeles de Octavio Cordero Palacios con documentos, obras escritas por él y, obras de particular interés para él. Entre estas había un par de volúmenes de Flammarion, cuyos títulos no recuerdo. Salí de casa dos meses antes de cumplir los 18 de edad y regresé a ella de visita 16 años después. El baúl de zinc había desaparecido.

[21] http://es.wikipedia.org/wiki/William_Huggins.

[22] http://es.wikipedia.org/wiki/Edward_Hubble.
http://es.wikipdia.org/wiki/Galaxia.
http://es,wikipedia.org/wiki/Telescopio.

[23] “El carácter azuayo” 55-56 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 55-59.

[24] José Ortega y Gasset, “Meditación del marco” 144 en El espectador. Tomo III-IV, Madrid, Revista de Occidente, colección El Arquero, 1961. 141-151.

[25] Simón Espinosa Cordero, “´Las armas de la luz´ de Jorge Carrera Andrade” 145-146 versos 74-90 en Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador. No. 2, septiembre-diciembre 1978, Otavalo, Gallocapitán. 120-169.

[26] Remigio Crespo Toral, ”Éxito de la Meraglota” 24 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte, Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 45.

[27] Homenaje al doctor Gregorio Cordero Crespo, patrono de la escuela de su nombre en la parcialidad de Surampalti del Azuay. 29. Colección Documentos, No 10, Cuenca, Universidad Católica, 1985. 82.

[28] Remigio Romero y Cordero, “Égloga triste”. 1919. http://edlettersandpoems.wordpress.com/category/escritores-ecuatorianos/page/2/.

[29] “Nota de Secretaría” 37 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 45.

[30] Jacinto Cordero Espinosa, “Pueblo” 155, versos 1-7 en Poesía Junta: Alambrada. Segunda edición, Quito, Casa de la Cultura, 2011. 247.

[31] Octavio Cordero Palacios, “Página autobiográfica” 33 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres gráficos de la Municipalidad, 1930, 45.

[32] Idem, 34.

[33] “Octavio Cordero Palacios” 27 en Pérez Pimentel Diccionario biográfico del Ecuador. Tomo 2. http://www.diccionariobiograficoecuador.com/.

[34] Idem, 27.

[35] Víctor Manuel Albornoz, Semblanza de Octavio Cordero Palacios. 24-25. Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, 1958. 117.

[36] Florencio Delgado y Ordóñez, “Biografía del Dr. Octavio Cordero Palacios” 16 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 13-27.

[37] “Octavio Cordero Palacios” 27 en Pérez Pimentel Diccionario biográfico del Ecuador. Tomo 2. http://www.diccionariobiograficoecuador.com/. La cita de Alfonso Andrade y la Hemeroteca están Incluidas en la cita de Pérez Pimentel.

[37] Octavio Cordero Palacios, “Ingenuidades 1” 105-107 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933.

[38] Octavio Cordero Palacios, “Ingenuidades 1” 105-107 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. Taita Chasna Cachu es uno de los protagonistas del relato “Ingenuidades”. Iba una noche de la imprenta de “El Ciudadano” a casa de sus padres. En la imprenta le habían puesto sobre aviso de que le buscaba la policía. Oyó unos pasos que le seguían, vio una sombra armada de un grueso garrote. Apretó el paso. Oyó un chag chag. Pensó que el perseguidor había errado el golpe. Y llegó el joven Cordero presuroso a casa. Se serenó. Volvió a salir y encontró caído a Taita Chasnu Cachu, un músico con su guitarra camino de una serenata y completamente borracho.

[39] Octavio Cordero Palacios, “Página autobiográfica” 34 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres gráficos de la Municipalidad, 1930, 45.

[40] Id. 35-36.

[41] Octavio Cordero Palacios, “Ciencia Constitucional” V, 95 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 65-90.

[42] Id. VI, 95-96.

[43] Testimonio de Simón Espinosa Cordero.

[44] “Paul Rivet” 325 en Pérez Pimentel Diccionario biográfico del Ecuador. Tomo 2. http://www.diccionariobiograficoecuador.com/.

[45] Octavio Cordero Palacios, “Poesías Originales, El Sueño” 119 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 119-120.

[46] Edgar Alan Poe, The Raven, primera edición 1845, traducción de Octavio Cordero Palacios, “El Cuervo de Poe” 121 y 125, versos 1-6 y 102-108 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 121-125.

[47] Quinto Horacio Flaco, ,Ars Poetica, traducción de Octavio Cordero Palacios, “El Arte Poética de Horacio” en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 126-133.

[48] Nicanor Aguilar, “Oración Fúnebre” 41-42 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 37-47.

[49] Testimonio de Simón Espinosa Cordero, Cotocollao, 10 de septiembre de 1946.

[50] Agustín Cueva Tamariz, “Semblanza de Octavio Cordero Palacios” 12 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 12-18.

[51] Octavio Cordero Palacios, Estudios Históricos. Selección. Presentación y Bibliografía de Juan Cordero Íñiguez VIII-XXIII. Cuenca, Banco Central del Ecuador, Colección Histórica No. 9. 565.

[52] Cuenca, Imprenta de la Universidad del Azuay, marzo de 1922. 40.

[53] Octavio Cordero Palacios, El Quechua y el Cañari. Contribución para la Historia Precuencana de las Provincias Azuayas. Primera Edición. Cuenca, Tipografía Municipal, 1924. 328. La página preliminar al texto contiene el veredicto del jurado del premio La Palma de Oro.

[54] Memorias de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, 303-335, número 63. Quito, Artes Gráficas Señal, 2001. 382.

[55] “Página Autobiográfica” 35 en Homenaje a Cordero Palacios en el cincuentenario… Cuenca, Talleres Gráficos de la Municipalidad, 1980.45.

[56] Anécdota relatada por su hija Blanca Cordero y por un alumno de Cordero, el ingeniero Benigno Malo.

[57] “Menemonismos Trigonométricos” “Antecedente” 154-155, versos 1-4 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 154-159.

[58] Id. “Agrimensura” 138, versos 14-20.

[59] Florencio Delgado y Ordóñez, “Biografía del Dr. Octavio Palacios” 17-18 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 13-27.

[60] “Página Autobiográfica” 25 en Homenaje a Cordero Palacios en el cincuentenario… Cuenca, Talleres Gráficos de la Municipalidad, 1980. 45.

[61] Florencio Delgado y Ordóñez, “Biografía del Dr. Octavio Palacios” 19 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 13-27.

[62] “Página Autobiográfica” 36 en Homenaje a Cordero Palacios en el cincuentenario… Cuenca, Talleres Gráficos de la Municipalidad, 1980. 45.

[63] Remigio Crespo Toral, “Éxito de la Metaglota” 20 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 20-29.

[64] Marco T. Erazo, “Alocución”. 41-45 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 45.

[65] Víctor Manuel Albornoz, ”Una conferencia inolvidable” 103-106 en Semblanza de Octavio Cordero Palacios. Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, 1958. 117.

[66] “Página Autobiográfica” 30 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 45.

[67] Agustín Cueva Tamariz, “Semblanza de Octavio Cordero Palacios” 12-13 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 45.

[68] Mateo 22-21. Remigio Crespo Toral, “Éxito de la Metaglota” 25-26 en Homenaje a Octavio Cordero Palacios en el cincuentenario de su muerte. Cuenca, Talleres Gráficos Municipales, 1980. 45.

[69] Florencio Delgado y Ordóñez, Biografía ( …) 18-19 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933. 13-27.

[70] Jorge Luis Borges “Spinoza” 930, versos 12-14 Obras Completas. El otro, el mismo (1964).Primera edición. Buenos Aires, Emecé Editores, 1974. 1161:

 Libre de la metáfora y el mito
 labra un arduo cristal: el infinito mapa
 de Aquél que es todas Sus estrellas.

[71] Erich Przywara,s.j. Deus Semper mayor. Una teología de los Ejercicios. “El teólogo de origen polaco Erich Przywara (1889-1972) escribió una obra voluminosa acerca de los Ejercicios Espirituales (EE) a lo largo de cinco años (1933-38), titulada Deus semper maior. Una teología de los Ejercicios’. Él mismo confesó en la presentación del libro que había concebido ese trabajo como una continuación de su obra filosófico-teológica Analogia entis, publicada en 1932. Todo su pensamiento gira en torno a la idea de “discontinuidad en la semejanza entre Dios y las criaturas”, o dicho de otro modo, responde a la tensión agustiniana de un Dios que está a la vez en nosotros y muy por encima de nosotros.” http://www.fespinal.com/espinal/lllib/cies8.pdf.

[72] Octavio Cordero Palacios, “Cosas del rayo” 108-110 en Revista del Colegio Nacional Benigno Malo (…), tomo II, 1933.

[73] Víctor Manuel Albornoz, Semblanza de Octavio Cordero Palacios 109-113. Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, 1958. 117.

[74] Albornoz Pérez.

[75] Hans Urs von Balthasar, Casta Meretrix, in Sponsa Verbi, Brescia, Morceliana, 1969, 267.

[76] Lope de Vega, soneto Tuteémonos en http://albalearning.com/audiolibros/lope/tuteemonos.htlm.

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