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«Don Juan», por don Óscar Vela D.

Pensaba estos días en cuántas veces habrá escrito Juan Valdano estas palabras: ‘Mientras llega el día’, centenares, miles quizás, y finalmente llegó el día en que se reconoció su gran novela...

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Pasado el vendaval del Premio Eugenio Espejo, que se convirtió en tormenta andina y tropical por un desborde de ansiedades y vanidades que cayeron de forma vergonzosa en las turbulentas aguas de las redes sociales, quiero reconocer en este artículo la trayectoria de una de las personas galardonadas, que no es el Tenorio de Tirso de Molina ni tampoco presume del abolengo del otro Juan, el que tiene en vilo a la monarquía española.

Me refiero a Juan Valdano, catedrático universitario, miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y prolífico escritor que ha incursionado con éxito en ensayo, cuento y novela. Y me quiero referir, además de sus obras y de sus logros, a sus cualidades personales: inteligencia, simpatía, probidad, don de gentes y, en especial, dos atributos que se destacaron para mí en los días del premio: humildad y discreción.

No vi a Juan Valdano inundando las redes sociales con su nombre y sus logros. Tampoco lo vi formando parte de esas espantosas páginas promocionales que surgían como respuesta a las habían lanzado otros candidatos que detallaban sus innumerables cualidades, premios y logros. No lo vi en el fuego cruzado, denostando o descalificando a ninguno de los colegas que participaron entre los postulados. Pero vi, como todos, como nunca, un bochornoso concurso de popularidades.

Es una obviedad decir que este tipo de premios tiene un enorme componente subjetivo, y que, en consecuencia, más allá del conjunto de la obra de cada uno de los participantes, que debe ser decisiva en cualquier resolución que tome el cuerpo colegiado inicial o el propio presidente de la República al final entre la terna definitiva, siempre podrá inclinar algo la balanza un gusto, preferencia o afinidad con unos autores antes que con otros. Solo pensemos por un momento en el caso de Borges, al que se le negó el máximo galardón de la literatura por cuestiones políticas. Por supuesto, aquí no tenemos un Borges que pudiera cuestionar este premio, aunque creo que algunos de los que se sienten perdedores, en su infinita soberbia, se sienten mucho más grandes que el genio argentino.

Pensaba estos días en cuántas veces habrá escrito Juan Valdano estas palabras: ‘Mientras llega el día’, centenares, miles quizás, y finalmente llegó el día en que se reconoció su gran novela, la que yo personalmente más he disfrutado y que, convertida en película en 2004, otro galardón que lleva Valdano en el pecho, recrea la gesta independentista de Quito en 1809.

Pensaba también, en ‘El Fuego y la Sombra’, otra novela histórica de Valdano, y en el delicioso libro de ensayos ‘Los Espejos y la Noche’, y, cómo no, en los magníficos cuentos ‘Después de la Batalla’.

La obra de un buen escritor, como es el caso de don Juan Valdano, vive y trasciende por sí misma sin la necesidad del apoyo bullanguero de una peña o de una hinchada. Por eso me alegró tanto este premio, porque además de sus excelentes libros y artículos, se trata de una gran persona.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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