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«Alma» (José María Egas)

Hablando a media voz, sin que nadie la entienda, / Alma, la dolorosa virgen, va por la senda. / Tiene los bucles rubios, las miradas azules, / y es casi una ilusión hecha de finos tules. / Blanca, toda irreal, en éxtasis divino...

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Hablando a media voz, sin que nadie la entienda,
Alma, la dolorosa virgen, va por la senda.
Tiene los bucles rubios, las miradas azules,
y es casi una ilusión hecha de finos tules.
Blanca, toda irreal, en éxtasis divino,
va con los ojos muertos, fijos en el Destino…
Un mal aristocrático su belleza extenúa…
Se aleja como un símbolo por el viejo camino
donde cae en monótona vaguedad la garúa.
Un mal aristocrático su belleza extenúa…
Espiritualizada, femenina, exquisita,
con las miradas húmedas de emoción infinita,
Alma, la dolorosa, huella su triste vía
con temblores de nervios y sudor de agonía…
La pobre tiene un gesto de perdón para todo.
Santificó su vida con celestes martirios;
y de este fango humano de miseria y de lodo
ella resurge intacta con su veste de lirios!
Pero Alma ya no puede con su carga de angustia,
sus afanes y lágrimas, bajo la tarde mustia.
Y agotada, en silencio, huella la triste vía,
con temblores de nervios y sudor de agonía.

Transcrito por Jorge Luis Pérez Armijos. Tomado de Compilación de poemas de ecuatorianos.

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