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«El artista oculto», por don Marco Antonio Rodríguez

La casa taller donde lo conocí era la de un anacoreta. Camastro rústico, libros, lienzos, cartulinas, pinceles, pinturas. Conocedor de la cultura griega, romana, oriental y de nuestros saberes ancestrales...

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Foto: Facebook del Museo y Centro Cultural Ibarra

“Cuando la lucha de un hombre comienza dentro de sí, ese hombre vale algo”, Robert Browning. Es el caso de José Villarreal (Ibarra, 1957). La casa taller donde lo conocí era la de un anacoreta. Camastro rústico, libros, lienzos, cartulinas, pinceles, pinturas. Conocedor de la cultura griega, romana, oriental y de nuestros saberes ancestrales. Adusto y silencioso, lector voraz, eligió el aislamiento al barullo de cenáculos intelectuales, rehúye comerciar su arte. Trabaja todos los formatos, pero más, los ‘heroicos’, y con ellos, dípticos, trípticos, polípticos…

“Despidiendo a Giraud”: homenaje al celebrado historietista. Fondo tramado por grises, negros y violetas, cuatro hombres cargan su féretro. El dibujo de los cuerpos va, retorna, se contorsiona como si la hesitación del morir se hubiera apoderado del dibujo. Los cuerpos que trasladan el cadáver somos nosotros mismos: humanos señalados por la certeza de nuestro único final.

“El atardecer” evoca la partida de su madre. El espacio similar al de Giraud, pero las expresiones de quienes llevan el cadáver son sosegadas y la cromática menos lívida. Los personajes exhalan paz (alegoría andinista). Envuelta en túnica morada, de la boca de la madre emanan suspiros, no hálitos de muerte. Congoja y fiesta. Tierra y senda apacibles.

La creación visual de Villarreal es vasta y sólida. Recreación de historias, mitos y leyendas de Occidente: “Idus de marzo”, “Eros y la Bella Época”, “Teseo muerto por el minotauro”, “Los Borgia”…; denuncia condenatoria del sistema: “Propiedad horizontal”, “Favelas”… Influencia del cómic. Pugna con él mismo, sus ángeles y demonios.

El arte de Villareal oscila entre la tradición y las vanguardias. Selvas, chamanes, aves. Paraísos recuperados. Cuerpos que se unen y evaden. Almas errantes. Amasijo de cuerpos heridos por la historia de ayer, de hoy y de mañana. “Un día comprendió cómo sus brazos eran/ solamente de nubes;/ Imposible con nubes estrechar hasta el fondo/ una fortuna”

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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