Mamó leche de penas, creció en el sobresalto
del pan que ya se acaba; pasó por un invierno,
esos fríos inviernos de lágrimas y, falto
de ritmo, una mañana, desvióse a lo eterno.
La madre, como todas las madres de la tierra,
lloróle al pobre niño lágrimas dolorosas;
luego, todo como antes: el corazón en guerra…
sombría la vivienda y en desorden las cosas…
Sólo que, a los dos meses, un nuevo ser había
en la abrigada celda que el niño nueve meses
habitó sin cuidados y sin melancolía…
Sacaron los pañales por otra vez y en años
prolíficos y duros de crueles desengaños,
la misma escena trágica sucedió muchas veces.