será misterio el nombre recogido…
la larva en ese instante estará abierta
al sol de bruces, toda la insolencia…
¿verdad que no me sientes, que mi llanto
jamás tendrá sentido? ¡ah mi culpa,
el niño amamantado por el sino errátil!
bebed, bebed, hermanos,
ya vendrá la noche…
¡oh desnudez ridícula, nunca seremos dioses!
mientras tanto, las voces se marchitan
y el frío de la noche nos carcome.
la taberna se empreña de recuerdos,
los brazos levantados en el rito,
el canto destemplado de esperanza,
los dioses,
blasfemias resonantes y la nada,
los dioses asombrados
al bendecir el lecho, nuestra mar sombría,
y el alba cae dulcemente,
mientras vamos de regreso a nuestras celdas,
los ataúdes blandos y otro día, hasta la noche,
la tasca amada donde nos reunimos
hora tras hora
a reflejar la vida y nuestra ausencia,
el trabajo maldito, astucia diaria
para vencer el tedio
y renovar la fe… ah nada existe, sólo el miedo
de que un dios nos asalte en media vía,
o los siervos de luto nos alteren
con pláticas usuales.
bebo sin prisa,
a la salud de todos los recuerdos
venidos hacia mí, desde muy lejos,
mientras la música conmueve, otra vez mozart,
lo único triste que escribiera sin constanza,
y yo musito el nombre, ese fantasma
inscrito en mi resaca;
ah bebo hasta morir entre los brazos
de la desconocida, cuyos dientes
se clavan en el cráneo.
Fuente: PACO TOBAR GARCÍA, Ebrio de eternidad. Quito : Centro de Publicaciones de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador, 2017, pp. 180-181.