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«Elogio al sombrero de paja toquilla» [fragmento] (Sergio Núñez)

De pie sobre el más alto minarete de la cordillera andina, allá va mi canto. De pie, y aceptando la rivalidad del huracán que rebrama en los pulmones profundos del mundo, mi canto será el primero, el que muchos esperan, el que todos...

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De pie sobre el más alto minarete de la cordillera andina, allá va mi canto.
De pie, y aceptando la rivalidad del huracán que rebrama en los pulmones profundos del mundo, mi canto será el primero, el que muchos esperan, el que todos acatan. Mensaje familiar, homilía sagrada, abono, siembra, admonición, himno democrático al esfuerzo, augurio de bienestar en esta hora sumergida en graves incertidumbres.

Pues bien, cantaré al sombrero de paja, oriundo del Ecuador, reclamado por los magnates de la Tierra, tejido con amor y plasticidad, con esmero lento, con un entregamiento individual, digno de los que gastan sus veladas, recreándose en lo que será , en lo que vendrá a ser esta graciosa cimera sobre una cabeza egregia.

Canto al sombrero de paja, destinado a recorrer las remotas latitudes del orbe, hablando del Ecuador con una elocuencia imprevista. Al sombrero jipis; al Panamá-hat, al sombrero cuencano, al tabacundeño, que han ido a posarse sobre los mentones graves de los pensadores, sobre las frentes tostadas de los industriales que revuelven la costra de los negocios; sobre la cerviz indómita del obrero que tiene en su mano el destino de la materia y las fuentes vitales de la riqueza; al que está sobre el asceta dolido de las almas huérfanas de Dios; al sombrero que se posa sobre las testas reales que aceptan hoy día las gravitaciones sociales inesperadas; al que descansa sobre la vaporosa cabecita de la mujer de dominante orgullo y que salta de gozo con su casquete de paja, enguirnaldado con plumas costosas.

Canto al sombrero ecuatoriano, artefacto elegante, flexible, sano, fuerte, duradero, que acepta todas las formas, abarca todas las cabezas, abriga como una hornaza bienhechora las ideas más audaces; aboceta, condiciona cualquier empresa viril; al sombrero que triunfa sobre sus rivales por su blancura armónica, su esbeltez, por su mariposeante galanura, haciéndose ver y tocar a la distancia.

¡Bien venido el de Jipijapa, de fina urdimbre como tapiz flamenco!
¡Bien venido el de Cañar, de fibra suave, mimosamente entretejido por manos tenues!
¡Bien venido el de Cuenca, arrequive lujoso de damas y caballeros cosmopolitas forjados con capilares de seda, sino fuera la misma paja que en esas manos de hadas impalpables toma ductilidad suma.

El de Cuenca que se ajusta a la moda versátil femenina, flordelizado como para el capricho de una diva de Cine o una mascota de centro deportivo.
¡Bien venido el sombrero tabacundeño, apuesto, rumboso, trepado a la cabeza de chicos y grandes, enseña popular que visita las ferias, los mercados, las alquerías, plazas rurales, centros ruidosos, en manos de activos ciudadanos incomprendidos hasta la presente.

¡Bien venido el emblema de la personalidad humana, que ha permanecido estrechamente conocido en nuestros escaparates, insatisfecho en su novedad, loco de expansiòn desbordante como gota clorofílica, probando sus fuerzas en nuestros pequeños centros de actividad!

¡Bien venido, porque es el más hermoso complemento del hombre que surca, del hombre que viaja leyendo en el diorama ilimitado de las corrientes sociológicas; del hombre-célula, del hombre cazador de inventos, del filántropo, atento a sanear las miserias locales!

¡Bien venido el señor magnífico que desciende hasta la choza del indio exhausto de felicidad, acompañándole como perro guardián por laderas y punas ateridas de frío!
¡Bien venido, camarada accesorio de los que desarrollan sus fuerzas al aire libre; de los bañistas robustos que templa la ardentía de su sangre, surcando etapas largas de agua salada; de los artistas núbiles enzarzados en la umbría con su paleta lista; de los que reposan en el abrigaño agreste inflamados en el idilio con su pareja; de los jóvenes de veintiocho años que todavía aman las aventuras peligrosas; de los exploradores del aire, con su levedad de plumón de ave; del mayoral acucioso de hacienda; del mayoral que preside un rodeo compacto; del acaudalado joven cabalgando en el sol del medio día al través de su heredad; del desmontero del trópico, invencible en su empeño de tala y siembra en lo más ríspido de la montaña caliente; del chapulo valeroso estratificado hasta la temeridad en medio de cruentas correrías; del misionero incansable, clavado en la selva oriental, heroico precursor de una civilizaciòn, a base del breviario y del Evangelio!

Bien venido para mí que he salido de mí mismo para cantarte; que arriesgo la prosa mas ruda y desenfrenada en tu alabanza; para mí que no busco el aroma efímero del éxito, ni la glosa interesada del aplauso, sino el verdadero triunfo del esfuerzo, el ritmo de la acciòn conjunta, la pujanza del brazo, la tirantez del músculo, el desenfado del trabajo en lucha con la inercia habitual, y el imperio de la voluntad mayoritaria, para producir, crear, aumentar, repartir y robustecer el organismo enfermo de los miserables!

¡Bien venido para mí, que soy ecuatoriano, y vivo apasionado de las glorias de mi país, de la marcha de su presente y de la expectativa de sus destinos; para mi que creo en el milagro de un grano de arena removido por mano hábil, como en el de la nube al parecer indiferente, preñada de lluvia; para mi que espío, cuento, ausculto en las escoriaciones de la tierra, percibiendo las emanaciones de seres que se mueven dentro; que me descorazono ante la plenitud del horizonte barrido de niebla, como ante el perezoso arrastrarse de la yunta!

¡Bien venido seas, sombrero de paja, ahora que necesitamos oro de buena ley en nuestras arcas!

¡Ahora que carecemos del maná bíblico en nuestros hogares!
¡Ahora que hace falta el reguero prolífico que vivifique nuestras arterias!
¡Ahora que deseamos alzarnos sobre nuestros despojos, con bríos formidables con que estrangular nuestra indolencia!
¡Ahora que somos jóvenes, capaces de mover los basamentos graníticos del progreso, sin valernos de extraños impulsores!
¡Ahora que contamos con una generación inquieta, en cuya frente luce el sol levante de generosos proyectos!
¡Ahora que estamos soñando en el surgimiento del ave fénix, cuyas garras rompientes pueden descuajar las montañas auríferas!
¡Ahora que somos nación llegada a la pubertad radioactiva y contamos con ciclos apreciables de crecimiento y desarrollo!
¡Ahora que el santuario está en el taller , en el laboratorio, en la fábrica acogedora, en el campo potencial, y la norma definitiva de vencer no es otra cosa que la catalogación, la especialización, el invento, el acervo predominante de fuerzas mecánicas!
¡Ahora que podemos burlar las distancias con nuestros productos guiados por la aguja indicadora del optimismo y no nos queda otro rumbo que superar a los demás, que rebotar con nuestra energía sobre cuantos nos crean minúsculos, sobre los que han estorbado nuestra marcha ecuménica, sobre cuantos se han confabulado contra el refluir del nombre ecuatoriano dentro y fuera de nosotros!

¡Ahora que nos acompañan las torturas del parto!
¡Ahora que traducimos los segundos que gastamos en siglos valorizables!
¡Ahora que nos defendemos solo con glorias añejas y orgullos valetudinarios!
¡Ahora que vemos la inutilidad del pasado cuando no engendra un empeño fecundante!
¡Ahora que la expectación del mundo gravita sobre nuestras cabezas y se espera con ansiedad saber qué somos, cuánto valemos, a dónde vamos, cuál es el trofeo de victoria que ostentamos!
¡Ahora que no guerreamos inútilmente por ensalzar a monigotes de cieno!
¡Ahora que abrimos caminos para conocernos más!
¡Ahora que no hallamos reposo sino en la escarpia de la nube o en el vértigo rabioso de un camino sin límites!
¡Ahora que despreciamos al mandón disoluto, al politiquero ramplón, al parasitario de oficio que circula por todas partes!
¡Ahora que aspiramos a dar sin recibir, a engendrar sin que nos extraigan, a esparcir simientes gordas, antes de que asomen las aves raptoras del imperialismo del Norte!
¡Ahora que adivinamos lo que seremos, si marchamos juntos hacia la tarea pronta!
¡Ahora que el desenvolvimiento colectivo conduce a la superación racial!
¡Ahora que nadie se paga de conceptos sino de obras puras!
¡Ahora que el Ecuador es el eje del mundo nuevo con sus Eldorados ingentes en mar y tierra!…

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