
Bullen los negros pensamientos míos,
pueblan mi soledad.
Y me trae recuerdos la memoria
que invitan a llorar.
Oh, sí, ¡quiero llorar! aunque las lágrimas
nunca restañarán
la herida que en mi pecho abrió la ausencia
del amigo leal.
Temprano, de la vida en los eriales,
nos juntó la orfandad,
y desde entonces, entre él y yo partimos
del pan de extraño hogar;
pero él adelantose en la jornada…
y le saludan ya
del imperio de Véspero las sombras
con cariñoso afán,
y ya es feliz ¡pues sabe que en su tumba
vigila la piedad,
y que sus huesos la viciosa ortiga
no puede profanar!
Bullan mis negros pensamientos, corra
de mi lloro el raudal,
hasta que al lado del amigo ausente
yo llegue a descansar.
Llora, sí, pobre niña, que en la vida,
cuando ya se ha perdido la esperanza,
sólo un raudal de lágrimas alcanza
a restañar la sangre de la herida.
Fuente: Biblioteca Virtual Cervantes.