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«¿Ha envejecido Rayuela?», por Diego Araujo Sánchez

Artículo del académico Diego Araujo Sánchez publicado por diario El Comercio con motivo de la edición conmemorativa de la gran novela de Cortázar.

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Artículo del académico Diego Araujo Sánchez publicado por diario El Comercio con motivo de la edición conmemorativa de la gran novela de Cortázar.

La semana pasada se presentó en Quito “Rayuela”, en edición conmemorativa de la Real Academia y de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Es un gran homenaje a Julio Cortázar. Al texto que vio la luz en 1963 preceden páginas de García Márquez, Bioy Casares, Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Sergio Ramírez y le siguen cinco estudios críticos, más un novedoso “Cuaderno de bitácora”, diario de puño y letra de Cortázar durante el proceso de creación de su novela; cierran la edición, un glosario, la bibliografía y el índice onomástico.

Ramírez pregunta si ha envejecido “Rayuela”. Para él, es una novela clásica, destinada a sobrevivir. Pero en una indagación entre autores jóvenes, algunos coinciden con ese juicio, y otros responden que “Rayuela” fue a la generación de Ramírez lo que los Detectives salvajes de Bolaño es a las nuevas, una biblia laica de enseñanzas acerca de cómo romper todos los platos de la alacena con el mayor escándalo posible”.

Las rupturas se reflejan en la estructura de la novela y en la forma de leerla, al menos con las dos modalidades que sugiere el autor: la primera, desde el capítulo primero al 56, prescindiendo de los demás. La segunda inicia en el 73 y sigue, entre saltos y retrocesos, en el orden señalado al pie de cada capítulo.

La novela dentro de la novela y la críticas al proceso creativo son recursos utilizados ya en “El Quijote”. En la obra de Cortázar, Morelli es una radical conciencia crítica, con sus propuestas de antinovela y destrucción del lenguaje. Esa destrucción registra, en un primer paso, irreverencias ortográficas, juegos con el diccionario, burlas y quiebras de las palabras. El paso ulterior es la burla, la carcajada, el humor, la recreación del lenguaje, con voces de otros ámbitos y el glíglico de Oliveira y la Maga.

Una de las luchas de la novela es vencer el tiempo lineal y reflejar la simultaneidad de la percepción. Cortázar incorpora una variante: en el capítulo 34, Oliveira encuentra la novela que leía la Maga, una obra de Galdós. Esa lectura y el monólogo interior crítico e irónico de Oliveira sobre ese texto exigen del lector ir a saltos entre las líneas pares y las líneas impares. Sin embargo, la perdurabilidad de Rayuela no radica tanto en esas rupturas como en su vinculación con la gran tradición de la novela. ¿Qué me queda como lector? Los temas, personajes y ambiente, es decir, aquello que caracteriza a la gran novela de todos los tiempos. Me queda la aventura de Horacio Oliveira, buscador fracasado del kibbutz de la felicidad, incapaz de saltar las casillas de la rayuela y llevar, con la punta del pie, la piedrecita al cielo. La obra de Cortázar conserva su juventud por la capacidad de llevarnos hacia el misterio, el sinsentido y, a la par, la extrañeza y la gran hermosura de la vida.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El COmercio en esta dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/columnista-opinion-elcomercio-envejecido-rayuela.html.

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