pie-749-blanco

«Iza y los Mosqueteros», por don Marco Antonio Rodríguez

De tanto verlos juntos los llamaron los Mosqueteros. Fueron cuatro como en la novela de Dumas y su lema fue “Uno para todos y todos para uno”. Iban de brazo por el Quito de los sesenta...

Artículos recientes

Foto: página de Facebook del Centro de Arte Contemporáneo de Quito

De tanto verlos juntos los llamaron los Mosqueteros. Fueron cuatro como en la novela de Alejandro Dumas y su lema fue “Uno para todos y todos para uno”. Iban de brazo por el Quito de los sesenta. Iconoclastas, osados y creativos, no solo empezaban a destellar por su arte, sino por sus ideaciones sobre su oficio. En ese tiempo tronaban hechos que conmovieron el mundo: secuelas de la Segunda Guerra Mundial, Cuba y su revolución, la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, el asesinato de Martin Luther King, Mayo 68…

Impregnados por todo esto, se juntaron Washington Iza, Nelson Román, José Unda y Ramiro Jácome. El abstracto pasó, proclamaron, ese discurso ya no basta. En efecto, nada igual en la historia de la plástica del siglo XX que el abstraccionismo, pero su opulencia poco tenía que seguir revelando. Nuestros Cuatro Mosqueteros, entonces, inauguraron la neofiguración. Ruptura de esquemas, abolición del abstracto, vuelta al objeto y a la realidad de sus días, masacrando la figura. El feísmo y el tachismo apoyando las nuevas proposiciones visuales.

En la inauguración de la Bienal de Guayaquil de 1969, los Cuatro Mosqueteros desfilaron por la 9 de Octubre, conduciendo un brujo colosal para que esparciera sus maleficios, con un asno pintarrajeado, letreros en la frente y una carreta que divulgaba pancartas alusivas al inasible tema del arte. El aplauso de los transeúntes fue su recompensa.

Washington Iza (Quito, 1947) es un hombre introvertido, silencioso, bueno y triste. En sus inicios exhibe telas de tamaño heroico, alojando su neofigurativismo en los muros de un edificio en construcción. Tensa su dibujo hasta convertirse en excepcional; se aficiona de la tauromaquia. Retrata escenas cotidianas y descubre el papel Kraft de grandes tamaños. Al separarse de los Mosqueteros, se dedica a descifrar los diseños precolombinos. Surge lo ‘otro’ y la actitud de empezar, manchar, borrar, tachar, hasta dar con la ‘obra’ que no es sino un nuevo comienzo.

Regresa a la figuración seducido por el dibujo y la composición de anchos espacios de Luis Caballero y con un desnudo femenino en el cual esplendía el dibujo sobre fondos de colores planos. En 1980 obtiene el segundo premio en el VI Salón Nacional; después gana el Premio de París con una obra que prendió un horizonte para su nueva producción: el neofigurativismo para reseñar vida y milagros de nuestro pueblo mestizo.

Las figuras son extrañas, hieráticas, silueteadas por un sabio manejo del dibujo y el color. En los fondos un aire que da la sensación de un más allá de la realidad. Los escenarios hallados por Iza no sirven para la anécdota ni para el movimiento ni la historia, sino para el mito. Sus figuras vuelan sacudidas por voces que llaman y convocan. Danzas congeladas en el tiempo. Seres que nos incitan a buscar con ellas, nunca sabremos qué, quizás la razón de ser y estar aquí en la tierra.

‘¿Quién serás esta noche en el oscuro/ sueño, del otro lado de su muro?’

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

0 0 votes
Article Rating
0
Would love your thoughts, please comment.x