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«Juguemos a que entiende», por doña Susana Cordero de Espinosa

El miércoles 10 de marzo, en reunión académica, leí una ponencia-base para solicitar, a nombre de nuestra Academia Ecuatoriana, la segunda edición del Diccionario de americanismos...

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El miércoles 10 de marzo, en reunión académica, leí una ponencia-base para solicitar, a nombre de nuestra Academia Ecuatoriana, la segunda edición del Diccionario de americanismos. Luego de leer y releer; de ansiar más tiempo para las 2333 páginas, 70 000 entradas y 123 000 acepciones del mamotreto, me quedo con algunos de sus modismos llenos de gracia y sabiduría. Vayan aquí unos pocos: solo en ‘hacer’, encontramos catorce páginas apretadas de locuciones: ‘hacer roncha; hacerse la Greta; hacer la cucamona; hacer la del angosto; hacer el favor’. En ‘estar’, once páginas: ‘estar podrido en plata’ (lo de ‘podrido’, el que sabemos; y como ‘por la plata baila el mono’, va y se pudre más, y ‘¡adiós mi plata!’, y nos toca a toditos ‘estar hechos tierra’, ‘hechos leña’); de ‘tener’, ocho páginas de modismos elocuentes: ‘tener un perno suelto; tener cachaza; tener alma de capataz; tener rabo de paja’. De dejar, ‘dejar como novia de pueblo; dejar como palo de gallinero; dejar con los churos hechos’. Así, les doy trayendo expresiones de muchos países, sin hacerme la gallina distraída ni querer volver su vida de cuadritos…

¿Cómo, sin complotarme, salir de esta complicadera, si en un artículo apenas alcanzo a ennotar una chichigua? Hace fu que usted, lector, me hace caritas, pero ni por esas; no quiero hacerles chichirimico, ni pelotas, ni hacerles flecos, ni hacerme ojo de hormiga, para que naiden me haga pomada, que para qué también: cada cual con su cada cual, ¿oyeron?

Sé que estoy diciendo yeguadas, no, cantando cachullapis, pero así toca; y aunque parezca cueca, no se me parcialicen, que al pardear ya se han de haber olvidado, y al otro día me dirán que qué hubo.

¿Que en una nadita me callaré?, ¡nada jabón!; esperen nomás que esto es buena vibra. Por eso, hasta me creo la divina papaya cuando estoy en su junta.

Confieso: creí que de una jalada iba a estar armado este ladrillo; que no tendría que jalar mucho para llegar a usted con mi coco de mono semanario, pero, por lo visto, usted es coco duro, como yo y, ¿me entiendes, Méndez?, aquí nadie va a parar pichiche a este mondongo, ñaño, ni en la semana de los tres jueves.

Así le andamos, a la bandola, a pura canilla, listos para despatriarnos como la pobrecía más venezolana que la reina pepeada, o sea, más que la arepa, pero ni estando plutos: no hay por dónde que vuelva a la picada el ladronerío con su gato enmochilado y nombre de ladrón librado; más bien, nombre de ladrón tras del juez, que así sale.

¿Desperté su curiosidad por nuestro raro, sorprendente ingenio, que creó infinitas formas de decir y decirnos?: alegre ante las cosas tristes, triste ante las alegres, este universo suyo, de todos y de nadie, mundo y Raimundo.

Ya me voy con el chisme, con el pito y la caja, como carreta en bajada. Pero como no soy componedora, no entablaré en el entretiempo compinchería con nadie y se me hace que usted, como yo, querrá evitar entredichos hasta entregar el equipo, o sea, hasta palmarla. ¡Y de allí, al estuche, señitas, señitos!

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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