Para escribir la historia de uno mismo, antes que nada el narrador tiene que armarse de valor, pues de lo contrario esa historia bien podría terminar como un insulsa y poco interesante colección de anécdotas y loas, de parafernalia intrascendente para los lectores que, ajenos a tal o cual familia, se aburrirían en las primeras páginas. Sin embargo, cuando la historia propia raya lo más íntimo y confesional, lo insólito, turbio, incluso lo atroz o lo que nunca antes fue revelado a nadie, aquella aventura puede convertirse no solo en una gran obra literaria, sino también en una forma magnífica de autoconocimiento y expiación.
El periodista y escritor peruano Renato Cisneros (Lima, 1976), emprendió hace unos años ese viaje incierto al pasado de su familia, en especial al de su padre, el general Luis Federico Cisneros Vizquerra, conocido como “el Gaucho”, para descubrir los secretos que encerraba este personaje y su familia durante varias generaciones: el sacrílego matrimonio de una bisabuela con un sacerdote que concibió siete hijos; el amantazgo de una antecesora que engendró varios hijos ilegítimos; la caprichosa repetición de la historia familiar con uno de sus abuelos que tuvo dos familias simultáneas, ocultas y desconocidas entre ellas durante años, hasta que la farsa se cayó de forma estrepitosa y todo se convirtió en ruinas o, al menos, eso creían aquellas personas que de todos modos siguieron viviendo y sobreviviendo a pesar de la vergüenza… Pero esa historia, La distancia que nos separa (Alfaguara, 2021), como afirma el narrador, descendiente de todos ellos, no se trata en realidad de todos sus antecesores, sino solo de uno de ellos, de su padre, del general Cisneros Vizquerra, que para el lector resulta ser un verdadero personaje de novela que mantuvo su vida, parte de ella al menos, envuelta en capas y capas de silencio, hasta que su hijo, el escritor y periodista, lo descubrió todo.
Luis Federico Cisneros Vizquerra, “el Gaucho”, nació en Buenos Aires en 1926, y murió en Lima en 1995 por un cáncer de próstata. Desde joven, Cisneros se inclinó por la carrera militar. Sus años de vida en Argentina, además de aquel apodo que cargaría hasta la tumba, le dejaron grandes amigos, entre ellos algunos de los oscuros personajes de formaron parte de las dictaduras militares de aquel país: Videla, Galtieri, Viola, entre otros personajes que deambulan por el libro. Este sería uno de los secretos mejor guardados al interior de su familia, especialmente entre sus hijos que ignoraron siempre que aquel hombre adusto, serio, silencioso, pero que profesaba un amor tierno para su esposa e hijos, un buen padre a fin de cuentas, fue uno de los hombres duros del dictador peruano Morales Bermúdez y del presidente Fernando Belaunde, en cuyos períodos ejerció cargos de Ministro de Interior y Ministro de Guerra, convirtiéndose así en uno de los mayores represores de la insurgencia y de los comunistas, en especial la de Sendero Luminoso entre las décadas setenta y ochenta.
Dice Renato Cisneros en esta novela en la que se desnuda por completo tras haber desnudado en la misma forma a su padre: “Del mismo modo en que hay incomodidad y dolor en el relato de los hijos de los perseguidos, los deportados, los desaparecidos, cuyas historias sintetizan la frustración e indefensión de millones y activan una rebeldía colectiva ante la impunidad, también hay incomodidad y dolor en el relato del hijo de un militar represor que hizo aseveraciones telúricas y no tuvo reparos en ordenar el encarcelamiento o el secuestro o la tortura de gente que después contaría su historia con la dosis de heroicidad que corresponde. Aunque no parezca, los villanos también están hechos de heridas. Mi padre fue un villano uniformado. Su uniforme era una costra. Debajo estaban las llagas que nadie veía, que nunca mostró. Si expongo esas llagas es para cicatrizar a mi padre. Porque mi padre es cicatriz, no es herida. Ya no”.
La distancia que nos separa, título que envuelve una interesante historia de secretos y descubrimientos atroces, del horror personificado en un padre que mostraba casa adentro otra cara, no solo es una gran novela, es sobre todo, un trabajo valiente y descarnado que merece la pena ser leído.
Este artículo apareció en la revista Forbes.