Habla tú ahora / para que las cosas / extraigan su palabra, / su recóndito hueso, / y solo quede al fin / la transparencia exacta / de los muros: Salamanca. / Perdido vas en medio de la repulsa, / empujado por la muchedumbre...

I

Habla tú ahora
para que las cosas
extraigan su palabra,
su recóndito hueso,
y solo quede al fin
la transparencia exacta
de los muros: Salamanca.

Perdido vas en medio de la repulsa,
empujado por la muchedumbre
de los pensamientos que van
y vienen, un manto de hierba seca,
un mordisco de sal.
Una furia de escape,
que retoma su curso
y rebota al olvido.

II

¿Y si alguna vez el río turbio
y poco profundo de Granada
lleva tu nombre hasta el vado?

¿Por qué no imaginar la belleza
en el camino que arrastra
una flor azul?

Sumida en el remolino,
bajo el silencio
del agua.

III

Al otro lado, pendiendo
de esos hilos negros
que caen en victoria perfecta.

Aun el negro más negro
podrá en el viento girar.
Así, dentro, deprisa gira.

Negro detrás del negro.
Pupila expandida
goteando de luz oscura.
Ramas negras
en cuyas hojas
duerme la pesada lluvia

IV

Cierra la puerta que suena a la espalda,
ahonda el grito que no pudo
decir ¿hacia dónde?

Viajar es cerrar —
Signo del comienzo, el río ruge
y nosotros despiertos.

Por siempre en nuestros oídos,
ahí el sueño induciendo una piedra.
Ruge irresponsable a la hora del viaje,
reta el despertar.

Entre las aguas caemos
unidos por tu cabello,
sujetados por un pelo.

Soy quien regresa del viaje
a su inútil transformación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*