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«La figura en la puerta» (Bruno Sáenz Andrade)

La llamita de la vela arde en la mano del hombre. / Quema la mecha una esquina de la clausura nocturna. / Quiere ser lengua elocuente que ofrece la bienvenida. / El señor no está presente. El maestro de la música se encuentra siempre de paso...

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La llamita de la vela arde en la mano del hombre.
Quema la mecha una esquina de la clausura nocturna.
Quiere ser lengua elocuente que ofrece la bienvenida.
El señor no está presente. El maestro de la música se encuentra siempre de paso.
Ha de acogerse al cobijo de una casa hospitalaria.
Pasa el umbral cuando alguno le ofrece la mesa puesta, el lecho del peregrino.
El cantor, sus visitantes, piden solo al bien ajeno los diezmos de la pobreza:
la amistad, la voz ligera, la discusión sentenciosa,
la copa llena hasta el borde, el aguardiente feroz , embriagador de la idea.
Bordan íntimo preludio, la sonata pasajera, la pregunta, la respuesta, la variación ingeniosa.
Se anudan entendimientos, alianzas imprevisibles, diálogos que dan lugar a callados compromisos.
No los recoge la pluma del escriba irrevocable.
El fino oído del músico anticipa la armonía, el timbre que ha de dar gloria a la insinuación del verso.
La destreza del pincel intenta, sobre la tela, detener una visión, parar la fugacidad, inmovilizar el gesto.
El lienzo conserva intactos la presencia y el misterio. La imagen iluminada no ha de abandonar la puerta.

Fuente: Metaforología.

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