Se llamaban ilusiones: eran blancas, pequeñitas, abundantes; las había también de un rosado pálido, leve; quedaban lindas en los floreros esquineros de la abuela; abundaban los hermosos cartuchos a orillas de las acequias cuencanas; los geranios, las rosas, los azahares y jazmines. Todo era entonces luz…
Córdoba en España es, en otoño, toda luz dorada. Impresionan sus calles y callejas, sus plazas, puertas, muros y murallas, sus nombres antiguos y queridos, su hermosísima, inigualable Mezquita, cuya construcción comenzó en 786; fue objeto de ampliaciones en el Emirato y el Califato proclamado en 929, época de máximo esplendor político, cultural y comercial de Al-Ándalus. Pocos monumentos impresionan tanto por la elegante simplicidad de sus arcos sucesivos, como la hermosa Mezquita…, interrumpida, penosamente, a mi ver, por el contraste, casi la incongruencia, de la basílica cruciforme renacentista construida en 1523, en el centro del hermosísimo templo musulmán. Su estilo plateresco ¡ay!, resulta allí tan repleto, tan poco discreto e inelegante. En el esplendor callado del día, entramos a casas bajas con patios pequeños coronados de flores.
Pronto hará cuatro años que los patios de Córdoba son objeto de una transformación singular, pues los mejores artistas florales del mundo realizan en algunos patios cordobeses, instalaciones florales. FLORA, Festival Internacional de las Flores, convierte a este municipio andaluz en escenario urbano ideal de arte, naturaleza, arquitectura, cultura e historia. Los artistas invitados no crean arreglos, “reinterpretan el espacio a través de instalaciones en las que emplean el propio entorno y objetos diversos que llevan al público a experimentar un instante, una sensación”. Sus instalaciones buscan “trascender el espacio que ocupan”, “alterar la percepción de quien lo mira y crear un nuevo relato del entorno, del mundo que nos rodea”.
Hablamos de Córdoba, pero también de Quito, donde Fundación IR, Iniciativas para la Reinserción, trabaja en pos de segundas oportunidades para mujeres que viven la última fase de su condena penal, para formarlas, ocuparlas, reinsertarlas, y aliada con una empresa hotelera impulsora del festival cordobés, trajo a la capital a algunas de las personas que concibieron y pusieron en práctica este proyecto único, sustentable, a punto tal, que la Empresa Pública de Gestión de Destino Turístico, Quito Turismo, lo plantea como posibilidad cierta de reactivación y reapertura, capaz de atraer a público nacional y extranjero, y, curiosamente, podría servir para celebrar nuestra nueva salud, nuestra nueva libertad. La filosofía de FLORA, que tanto atrajo a IR, surge de la inspiración de los socios promotores de este ambicioso y poético proyecto: se ha de poner a disposición de la ciudad y el mundo un festival internacional floral, porque “la felicidad es mejor cuando se disfruta con otros; por ello, el placer del patio debe compartirse”, como el gozo de la empatía, que busca sembrar IR.
Este artículo apareció en el diario El Comercio.