La mujer debió prestarse a las caricias profundas
para conseguir su pan.
Llegó sola, con una maleta y un paraguas.
Era una mujer morena y con sombras plateadas en los
párpados.
Fue al teatro y se presentó ante el empresario.
Trajeron músicos y la mujer cantó boleros.
Su voz era muy pobre.
El empresario le ofreció trabajo,
pero a cambio de las caricias profundas
Al siguiente día la vimos en el escenario.
La luz del reflector principal la iluminaba:
la necesidad había encontrado en esta mujer
su presencia más exacta.