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«La sabia mano a cuyo tacto ardiente» (Francisco Villaespesa)

La sabia mano a cuyo tacto ardiente / vibra la carne como un instrumento, / prolongó la agonía del momento / en una languidez intermitente… / ¡Oh, el cálido contacto de tu frente! / ¡Oh, tu dorso desnudo y opulento / echado sobre mí...

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La sabia mano a cuyo tacto ardiente
vibra la carne como un instrumento,
prolongó la agonía del momento
en una languidez intermitente…

¡Oh, el cálido contacto de tu frente!
¡Oh, tu dorso desnudo y opulento
echado sobre mí, como un sediento
sobre la superficie de una fuente!

Mis besos perfumaron el vacío
de un húmedo y mortal escalofrío…
¡Y bajo tu melena estremecida

en un áureo manojo de serpientes,
sentí sangrar y sucumbir mi vida,
entre el canibalismo de tus dientes!

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