«La superación del derecho», por don Fabián Corral

Entre el drama humano que vivimos, sin antecedentes en la historia contemporánea, se advierte que, en pocas semanas, han quedado obsoletos los referentes y las instituciones en los que estábamos cómodamente instalados. Numerosos comportamientos sociales han caducado...

Entre el drama humano que vivimos, sin antecedentes en la historia contemporánea, se advierte que, en pocas semanas, han quedado obsoletos los referentes y las instituciones en los que estábamos cómodamente instalados. Numerosos comportamientos sociales han caducado. La sociedad que se sustentaba en razonables márgenes de confianza y tolerancia, en la idea de “cercanía”, y en el fenómeno de la masa, se transformó en otra distinta, marcada por el distanciamiento, la dispersión y el recelo. Las calles, las industrias, los almacenes, están vacíos y los estadios alojan la soledad. El abrazo se volvió virtual, el saludo, gesto distante, la camaradería migró a los chats; las casas se transformaron en oficinas y las computadoras reemplazaron a los despachos. Internet y todos sus recursos hicieron posible el milagro. Al menos por ahora, esta ya no es una “sociedad de masas”, de concentraciones. Es una sociedad de dispersión, de aislamientos conectados.

El derecho, la política, el Estado, la economía quedaron superados por efecto de la pandemia. No volverán a ser iguales. Ninguna revolución ha provocado tan profundos y dramáticos efectos. Es preciso entender el fenómeno, asumir sus consecuencias, y enfrentar con inteligencia la necesidad de adecuar la economía y el sistema jurídico a los tiempos tormentosos que llegaron.

La tentación, que ya se advierte, es caer en los lugares comunes y en aquello de esquivar la realidad y evadir la obligación de cambiar las instituciones y las normas que quedaron obsoletas. La estrategia de los irresponsables y los cómodos será abrazar viejas teorías, escudarse bajo la jurisprudencia del “antiguo régimen” y “pasar la página”, para seguir en los esquemas y prácticas de siempre. Por supuesto, obrar de ese modo solo servirá para profundizar los conflictos que se vienen y acrecentar la incertidumbre. Lo que corresponde es tomar al toro por los cuernos, admitir que quedó superado el concepto mismo de Estado asistencial, que están desbordadas la política clientelar, las legislaturas pesadas sin iniciativa y la democracia sin representación real; que si la sociedad ya es otra, el ordenamiento jurídico debe adecuarse a semejante realidad, y no quedarse anclado en el siglo XIX. A grandes problemas, grandes remedios.

La cuestión es si habrá inteligencia para entender la dimensión y complejidad del problema, si habrá voluntad para cambiar, apertura para construir acuerdos de gran aliento, porque semejante tarea no será posible si prevalecen las pequeñas trincheras partidistas, las estrechas visiones regionales, los intereses gremiales, las tácticas sindicales, los odios y esas ínfimas miserias que han hecho del país lo que nunca mereció ser: una cancha enlodada donde se disputan retazos de poder.

Este artículo se publicó en el diario El Comercio.

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