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«La tarea de contar y la posibilidad de evocar», por Fabián Corral B.

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Fotografía EL COMERCIO

Intervención del académico, don

Fabián Corral Burbano de Lara,

en el acto de presentación del libro Brújula del tiempo. Ensayos y otros intentos, obra en dos volúmenes, de don Juan Valdano Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

El acto tuvo lugar  en la sala Manuela Sáenz de la Universidad Andina Simón Bolívar el 13 de junio de 2017.

 

Desde antiguo, la tarea de contar, la capacidad de imaginar, la posibilidad de narrar y el hecho de opinar, construyeron la conciencia de las sociedades. Hicieron posible que quede  evidencia de las aventuras y desventuras del poder, de los triunfos y  los naufragios de la gente. Gracias a los narradores, hay testimonio histórico vivo. Gracias los novelistas, hay Quijotes y Sanchos. Sin ellos, no tendríamos ni “El Otoño del Patriarca”, ni “Yo el Supremo”, y sin ellos, probablemente, se habrían olvidado las tiranías, y las luchas por la dignidad serían papel guardado en el desván de la desmemoria.

 

Desde que hay periódicos, periodistas y periodismo, la tarea de contar se transformó en el pan de cada día; desde entonces, la historia llega a la hora del desayuno y viene en la página deportiva, en la noticia o en el editorial, porque tanto el reportaje, como la caricatura o la columna de opinión son modos de narrar, son visiones sobre el hecho cotidiano, sobre el espectáculo de la política o el último concierto de rock. Todos son memoria, testimonio, reflexión. Son, a su  modo, historia, novela, sociología. Son palabra. Son ensayo de interpretación de la realidad.

 

La tarea de contar se mueve entre la literatura y el periodismo, entre la narración, la investigación y la opinión. La tarea de contar articula los hechos con las reflexiones, las crónicas con la imaginación, el buen decir con la verdad o la ficción. Pero los testimonios, el ensayo, incluso las novelas, en algún momento, se transforman en conciencia incómoda, en nota disonante porque  aluden a lo que ocurre tras las mascaradas del poder. Por eso, ni narradores ni maestros de la palabra pueden ser parte de las estructuras de mando. Los intentos por mezclar el ejercicio del poder con la capacidad de novelar o la vocación para narrar han resultado, casi siempre, trágicas o tragicómicas, salvo quizá el caso de Maquiavelo quien registró, en breve y terrible texto, los secretos de las razones de estado y las tácticas para mantener domesticada a la libertad.  El Príncipe es la política sin máscaras. ¿Es un ensayo?

 

Actualmente, la red ha transformado  la tarea de contar. Ha hecho de ella recurso al  alcance de todos, medio para crear nexos y difundir instantáneamente noticias, opiniones y rumores, ha abreviado la forma de ver la vida y ha cambiado el modo de hacer de ella palabras, algunas veces malas palabras. La masificación que genera la red tiene sus virtudes y  peligros, por ejemplo, hacer del debate simple disputa de vecindario, de la discrepancia, insulto, y del idioma, víctima inerme de la ignorancia pura y dura, o del olvido de la sintaxis y  la ortografía.

 

Contar es una de las tareas más humanas, y por ello, está rodeada de tentaciones y  peligros. Los narradores, cuando escriben libros o columnas, o se aventuran en la red -si son narradores verdaderos y no simples panfletarios-, asumen una responsabilidad con ellos mismos y con quienes les leen.

 

En el caso de Juan Valdano, el ensayo ha logrado la síntesis a la que todos aspiramos: asociar con equilibrio y exactitud, la literatura, el buen decir con el exacto pensar, la idea con la forma.

 

A las alturas de este tiempo, pienso que el periodismo, el reportaje, la crónica, pueden ser literatura de la buena literatura, con la particularidad de que en ellas se sintetizan los méritos del buen decir, el exacto pensar, la misión de transmitir y la posibilidad de suscitar.

 

La clave es la posibilidad de suscitar, de promover ideas, posiciones, sentimientos, y todo eso tiene que ver con la capacidad de contar ya sea imaginando, ya registrando la realidad, ya explorando apariencias para establecer si son verdad o si son mera fantasía o ya construyendo la historia, esto es, la memoria. Porque, me pregunto ¿la literatura tiene parentesco con la historia?, ¿el ensayo tiene relación con la memoria? Me atrevo a decir que sí. Capacidad de evocación, claridad en el decir, posibilidad de preservar la memoria, de marcar el territorio de la identidad, son virtudes del ensayo de Juan Valdano.

 

Los ensayos de Juan Valdano tienen la virtud de suscitar, aludir a la memoria, convocar a la perfección del idioma, y ser breves. La brevedad, la elegancia son propios del buen ensayo. Ortega decía de que la claridad es la cortesía del filósofo. Y este decir de Ortega que ya está próximo a cumplir cien años, ahora es más pertinente que nunca, porque la claridad es escasa.

 

Destaco de LA BRÚJULA DEL TIEMPO de Juan Valdano, entre otros, EL ENSAYO COMO TENTATIVA, y EL ENSAYO COMO POÉTICA DEL PENSAR DE NUESTRA AMÉRICA, y el examen de aquello que dijo Ortega y Gasset, sobre el ensayo en el sentido de que el ensayo es la ciencia menos la prueba explícita y lo que al respecto afirma Valdano de que el ensayo al aliento lógico suma la capacidad evocativa, la imaginación conectada sabiamente con la realidad, sin la aridez del artículo académico, y con la fuerza de la opinión.

http://www.ilpickwick.it/index.php/letteratura/item/3183-la-storia-segreta-dell%E2%80%99ecuador