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«Los seis dramas de Jorge», por don Oswaldo Encalada Vásquez

Jorge Dávila es la figura dominante de la escena literaria en Cuenca. Sustenta esta verdad su prolífica producción desde hace casi 50 años...

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I

Hay una verdad indubitable: Jorge Dávila es la figura dominante de la escena literaria en Cuenca. Sustentan esta verdad su prolífica producción desde hace casi 50 años. Su inagotable creatividad se ha prodigado en la novela, en el cuento, en la poesía, en la crítica, en el periodismo cultural y en el ensayo.

La afirmación de que Jorge domina la escena puede ser tomada también en su sentido literal, porque, efectivamente, Jorge es, también, el dramaturgo de estas tierras. A su haber tiene el haber sido actor, director y autor de varias obras dramáticas, de reconocida calidad y perfección.

En esta noche y dentro de esta solemne sesión en la cual nuestro querido Jorge se incorpora a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, en calidad de distinguidísimo miembro de número, ponemos en consideración del público su último trabajo en el campo de la dramaturgia: Las puertas de la noche, volumen que recoge un sexteto de piezas tituladas: Minotauro, La Magdalena arrepentida; Yo, Federico; Cadena de sangre; Frida; Las puertas de la noche.

Luego de una primera lectura, la impresión que se afinca en el espíritu del lector es que en todas las obras corre, impetuoso, el huracanado viento de la pasión humana. “¡Ah, misterios de la pasión humana, misterios”! (p. 109) exclama Federico García Lorca, en el drama que lleva su nombre epónimo de dolor y de sangre. Y en el drama La Magdalena arrepentida, la heroína Balbina exclama: “Es terrible lo que un ser humano puede hacer llevado por la pasión”. (p. 58).

Y la pasión se desborda, con parecida violencia en el resto de obras.

En la primera de ellas, Minotauro, hay también referencias y frecuentes alusiones al mundo de los afectos; y nos parece que el laborioso laberinto que es cárcel y morada,  palacio y pocilga, del minotauro puede ser tomado como una simbolización del corazón humano, lugar figurado donde el ser pasional deambula por secretos recovecos, por oscuros pasillos de impracticable paso, por sótanos, por galerías; un ser poseído por la ansiedad de encontrar a la criatura que bien puede brindarle el amor o la muerte. Creo que esta propuesta de lectura podría servirnos como hilo de Ariadna para ahondar en la ambivalente significación de este hermoso y depurado texto. Ambivalente, o, en términos más contemporáneos, bipolar, porque es en este primer drama donde el autor usa, frecuentemente, de sentencias contrapuestas y excluyentes, y, sin embargo, unidas:

“Minos, Minos… padre-no -padre; tú, el poderoso, el guerrero, el rey, el descendiente de otro toro divino, ¡con qué facilidad te dejaste seducir por la perfidia de la amada-odiada madre!” (p. 28)

Ariadna es la “amada y despreciable hermana” (p. 43)

Lo bello y lo monstruoso:

// “El hilo en cuyo principio está la vida, la belleza: tú. Y en cuyo final está la muerte, lo monstruoso, yo”. (p. 43) // – // “Dulcísima hipócrita” (p.42) // – // “El monstruo de la pureza” (p. 46) // – // “Inocente y pérfida Ariadna”. (p. 46) //-// “Querida y traidora hermana” (p. 47) // – // “Pérfida y hermosa” (p. 48) //-// “Terrible y dulce” (p. 48) //-// “Vencedor y cautivo”. (p. 49) //- // “llanto y sonrisa” (p. 48) //- // “La bestia y lo humano” (p. 51) //-// “La gloria y la perdición” (p. 55) //-// “Poseer y matar”. (p. 55) //

Este tipo de construcciones antinómicas se vuelven esporádicas en el resto de los textos. Aparecen, por ejemplo: “Una mezcla de plegarias y maldiciones que se arremolinaban en mi interior”. (p. 69). “Amar y odiar” (p.114 y 124)

II

Estas fueron algunas impresiones luego de la primera lectura; pero, si nos detenemos y ahondamos en ciertos textos, encontramos otros filones del sentido, ideas y conceptos que, quizá, han de permitirnos entender mejor a estos seres apasionados que moran y se angustian en las páginas de los dramas de Jorge.

Y nada mejor que comenzar con una frase estremecedora que el gran novelista francés Stendhal pone, en su novela Rojo y negro, frase que es tomada de una monja portuguesa. Esta es la cita: ¡Amor! ¿En qué locura no conseguirás hacernos encontrar placer? (II, cap. 10)

Para ir por ese nuevo filón del sentido podemos agrupar a los textos dramáticos, en un primer grupo, que está formado por La Magdalena arrepentida; Cadena de sangre; Las puertas de la noche. Este es el grupo que nos convoca, fuertemente, para echar sobre ellos alguna otra clase de luz.

Para comenzar, si no con pie firme, por lo menos, con pie novedoso, me atrevo a afirmar que estos tres dramas son, en realidad, uno solo.

Es verdad, si abstraemos algunas características particulares y meramente formales, resulta que Balbina (la protagonista de La Magdalena arrepentida), Laura (la protagonista de fondo de Las puertas de la noche) y la actriz innombrada, la que es solo voz (protagonista de Cadena de sangre), las tres se subsumen en una sola y firme realidad: la mujer dominada por la pasión. Y si las tres son una sola entidad angustiada y deseosa de alcanzar la única plenitud accesible en este mundo: la del amor. Si esto es así, también es cierto que en el bando masculino los tres maridos son uno solo, rasgo más o rasgo menos. Son pablo Millet (La Magdalena arrepentida), Rafael Núñez (Cadena de sangre), y Braulio Machault (Las puertas de la noche).

Los tres son, de alguna forma, víctimas de las circunstancias, y, sobre todo, víctimas de haber confiado en que se podría ganar el corazón ajeno y alienado de una mujer enamorada de otro, y eso lo saben ellos, con mayor o menor conciencia; pero lo saben.

Las características de este trío de desafortunados es que son pacientes, casi resignados a ser espectadores de una pasión tumultuosa e insana. Los tres son buenas personas (en el mal sentido que tiene esta frase).

Pero junto a ellos se encuentra el trío amado, que es, también, un trío de canallas afortunados en el amor. Ellos son Fernando Gonzaga (La Magdalena arrepentida). Este personaje llega a descubrirse como un verdadero rufián en potencia, por eso, cuando Balbina se da cuenta, dice, ya en lo tarde del descubrimiento: 

Me había jurado a mí misma, que nunca más volvería a ver a ese hombre que quería usarme como mercancía, igual o peor que hizo mi padre, pero un tiempo después volví a caer en la trampa de sus mentiras y vine a dar a este sitio espantoso, en donde he estado más de dos años, creo, para enterarme de que tiene una amante más joven. ¡Desgraciado! (p. 100)

El segundo es Víctor Coste (Cadena de sangre), un hombre de carácter débil, de quien dice la enamorada: “¡Ah, estoy loca, estoy loca! Cómo es posible que haya precipitado a Víctor Coste a lo que puede ser su ruina, llevada de la pasión que él me inspira, pese a que ha demostrado durante años ser un débil”. (p. 116)

Y, por último, Gabriel (Las puertas cerradas), que se autodescribe como un canalla y un cobarde que se aprovechó del amor de Laura y luego huyó de ella.

Como se ve, una trinidad de hombres que nunca estuvo a la altura de la pasión femenina.

En estos tres dramas a los que nos referimos hay tres protagonistas trágicos (los tres maridos); pero la voluntad y la libertad creadora del autor se fija solamente en el costado de las tres heroínas trágicas, y a ellas, les presta todos sus recursos poéticos, examina, con luz reveladora, la evolución del alma apasionada, hasta dejarlas en el umbral del desencanto y la resignación.

Quisiera terminar este breve acercamiento con la confesión de un hecho verdadero: “Poderoso caballero es don dinero” dice don Francisco de Quevedo, el eximio poeta. Así ha de ser, porque al dinero solo lo he visto de lejos; pero don Tiempo también es caballero y más imperante y riguroso. Por eso callo, para no abusar de su santa paciencia.

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