«Memorias» [fragmento] (Augusto Arias)

Cuando volvamos, alma, no seremos / como ahora los mismos. Nuestros rostros / ya vestidos, nuestro dolor oculto. / Nuestra memoria como brizna nívea / que nos quemó la mano adolescente, / —la diestra, en esa vez, predestinada / para la espina que se desconoce—...

Cuando volvamos, alma, no seremos
como ahora los mismos. Nuestros rostros
ya vestidos, nuestro dolor oculto.
Nuestra memoria como brizna nívea
que nos quemó la mano adolescente,
—la diestra, en esa vez, predestinada
para la espina que se desconoce—.

Recuerdo de unas barcas desveladas
sin anclar en orillas imperfectas,
con la esperanza de un periplo cierto
y el amor imprevisto de una rada.
En la faz niña, besos que secaron
la ruta de la lágrima
y cuentos de vencer a la tristeza,
a la sombra de miedo de la estancia:
conseja que adormece a los infantes
como aquélla en que pasan los enanos
con su ilusión forzuda de gigantes
o el león de la cola figurada
o el ojillo en que duerme la montaña
de su gris corpulencia el elefante…

Entre el mar y la tierra abren los pasos
Del hombre su destino y su distancia
y, volviendo de ayer, parece un cuento
lo que trajimos y lo que dejamos.

La realidad pasada es como un viento
para cuya medida fue la rosa
más breve que el soplar de su carrera
y en cuyas manos de disuelto tacto
perdiéronse las cosas, nombres, ríos.

Arqueólogo recuerdo encuentra ahora
entre las viejas hojas amarillas
cadáveres de letras, polvo ciego
de impalpables fantasmas de otros días
y en el cambio que sufren las heridas
cicatrices de viajes y de olvidos.

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