Todo necesita ser mirado en América Latina, desde su nombre. Por eso vale la propuesta de Martín Caparrós, el periodista argentino, de llamar a nuestras tierras con un nombre que recoge la única consonante que singulariza a la lengua castellana, entre las derivadas del latín. Y así nombra a un libro que amalgama escrituras diversas para ser lo más fiel posible al dato, a la información múltiple y a las habilidades de la narración. Requiebro banal: se lee como una novela, pero convence con el poder de sus fuentes y de su estilo.
Su origen brota, confiesa el autor, de una serie de reportajes por ciudades ñamericanas que hizo para diario El País. La unidad, en torno de núcleos de estudio sobre orígenes, condición histórica, política, cultural, la encuentra él, logrando una formidable cohesión con los panoramas urbanos y rurales de los ambientes que recorre. Por eso, tal vez se imponga el carácter de crónica sobre los otros rostros del libro, aunque cuando le da la palabra a los más disímiles habitantes de los lugares que visita, afloran los voseos, los tonos y los ritmos que nos hacen diferentes hablando la misma lengua.
Leerlo nos permite recordar las nociones sembradas por una buena escolaridad –o lamentar cuán mal estudiamos los temas de geografía e historia–, y más que nada, renovar la mirada en muchos puntos, arrancar el paisaje y a los nativos de las postales o afiches turísticos para admitir que hoy domina la mezcla, la hibridez racial y cultural, mas no social. Porque Ñamérica es el continente más desigual del mundo, donde 420 millones de habitantes sitúan sus necesidades en una desajustada escala que marca una pavorosa pobreza. Caparrós niega la existencia de un “espíritu latinoamericano” que revele una identidad. Se trata de otro cliché de los muchos que nos hemos echado encima.
Ñamérica nace del movimiento. Los habitantes originarios llegaron caminando desde Asia para asentarse durante miles de años, desarrollar crecidas y autóctonas culturas hasta recibir el oleaje español con su enorme dosis de transculturación y sufrimiento. La forzada migración negra, en calidad de esclava, agregó un elemento racial a la mezcla. A fines del siglo XIX se atrajo la presencia europea para trabajar tierras despobladas en el cono sur y ahora, actuamos en vía contraria, nuestra población abandona sus lugares de origen para buscar los horizontes de trabajo que sus países les niegan.
La colonia, los procesos independentistas, las luchas entre conservadores y liberales son el marco de unos conglomerados humanos volcados en las ciudades, movidos políticamente por el populismo, bajo gobiernos entregados a una corrupción imparable. La vida ciudadana consigue lo que le permite la estratificación social, sus fenómenos internos simultáneamente a la globalización y las influencias extranjeras. Ñamérica se debate ante la incógnita de su futuro en la medida en que la población pobre crece, fomentada por el clientelismo político y los sectores de influencia económica. De cultura exportable ya tenemos música, gastronomía y literatura con las que nos toman en cuenta. En 2050, el castellano será la segunda lengua de los Estados Unidos, aporte migrante.
Martín Caparrós estará presente en la VIII Feria Internacional del Libro y podremos conversar con él de estos temas.
Este artículo apareció en el diario El Universo.