(Número cero)
Sin ti. Sin ti. Hora inviolable.
Inescrutable sollozo.
Fuga sagrada de lo que invado y destruyo.
Mis piernas de tristeza golpean las estrellas.
Navíos secretos de habitantes desnucados
hunden odio amargo, sediento
de dislocadas primaveras ciegas,
donde se yergue el titán enano de la Vida
vencido inmenso mar
de donde surgen albas implacables
como una mano tierna.
Ciñéndome en la furiosa danza
de este sangriento olvido,
de este pozo espeso de agonía
en cuyo fondo muere amanecer
un despertar hermoso
en antigua sonrisa de las Madres.
Tu brisa dorada de muchachas
me explica la lección conmovida
Con el sublime ejemplo .
del pequeño escarabajo de los cementerios.
¡Conducta que no admite discordias!
Pero yo rompo feroz todos tus espejos
y con mis navajas de fósforo
rasgo de punta a punta tu vientre de mentiras.
Los Cielos se me derraman podridos límites.
Hambrientos de corazón postrado
me interrogan —acuchillan— piden limosna a ratos amorosos,
tras años-luz de insomnio,
donde los termómetros azules
se convierten en sueño sin tormenta,
aglomero a todos los innumerables muertos humanos
ya galope tendido de tigres desbocados
los conduzco hacia el fin de los mapas solares
para pedirte cuentas
por nuestra inconsolable voz acuchillada.