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«Pachakuti: una visión del tiempo», por don Juan Valdano

El Pachakuti es una concepción circular del tiempo, es recuperación de lo que estaba relegado. Lo nuevo no es lo desconocido, está en uno mismo, solo hay que despertarlo. Si algo viene es porque regresa, lo que no excluye lo establecido...

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“En la vida todo gira, avanza, retorna / todo es inquietud /renovación / innovación”. Estos versos del poeta imbabureño Ariruma Kowi apuntan a un pensamiento propio de la cultura quichua, a una cosmovisión cíclica del tiempo, lo que se conoce como el “pachakuti”.

Este es un pensamiento extraño a la mente occidental y que se lo podría entender como renovación del tiempo o cambio de época. Aquello que estaba dentro, emerge y lo que estaba fuera se hunde. Lo subterráneo asciende y lo periférico desciende al inframundo. El proceso es circular. Nada es viejo ni nada es nuevo; a cada vida le llegará su pulso, a cada fruto su sazón, a cada cosa su oportunidad. La vida es la misma, pues cíclicamente regresa renovada.

Para la cultura occidental el tiempo es flecha lanzada en una sola dirección: el futuro. El presente es este fugaz relámpago en el que se halla atrapado mi pensamiento. El pasado es reminiscencia y el futuro un proyecto posible. Esta concepción del tiempo nos llega con la herencia judeocristiana, el mito de la caída original, la culpa que está al inicio, idea que marca el destino humano en el sentido de que lo orienta a la constante búsqueda de redención, la cual está al final de los tiempos. La Historia Universal, según San Agustín, es un largo caminar de la humanidad hacia el día del Juicio Final, providencial destino marcado por la mente divina. De ahí la idea de esfuerzo, superación, trabajo y progreso, mentalidad propia de la cultura occidental.

 El Pachakuti es una concepción circular del tiempo, es recuperación de lo que estaba relegado. Lo nuevo no es lo desconocido, está en uno mismo, solo hay que despertarlo. Si algo viene es porque regresa, lo que no excluye lo establecido, simplemente lo posterga. Pachakuti es volver a estabilizar el mundo cuando el extravío humano (egoísmo, codicia, belicismo, colonialismo y más formas de la tanatocultura) lo había temporalmente desestabilizado.

En la mentalidad quichua, el tiempo avanza en espiral, es rueda que eternamente gira. Varias culturas del Asia comparten esta misma idea del eterno retorno: nacimiento, vida, muerte y reencarnación. Tanto el cosmos como el hombre cumplen un proceso en el que todo torna para pasar y todo pasa para retornar. Los ciclos son inexorables. En esta visión, el tiempo es un reloj de arena que infaliblemente se vuelca sobre sí mismo cada vez que cae el último grano. Vivir es salvar el tiempo de los padres lo que, para un quichua, significa su futuro. Y si la historia de una vida es anónimo episodio en la memoria de la comuna, la soledad de uno se anega en la solidaridad de todos. Vislumbrando esta idea escribí (años ha) esta frase con la que comienza y acaba mi novela titulada “Mientras llega el día”: “Solo hay un pasado: ese que inventamos y solo un futuro: el que añoramos”.

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