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«Para entender mejor», por doña Susana Cordero de Espinosa

Intento afinar la discusión sobre cómo hacer para que la lengua, ‘visibilice’ a la mujer. ¿Será pretensión vana? No lo creo. Preguntémonos si es justo seguir empedrando el idioma con os/as, los/las, el niño/ la niña y otras formas...

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En este espacio intento afinar la discusión sobre cómo hacer para que la lengua, ‘visibilice’ a la mujer. ¿Será pretensión vana? No lo creo. Preguntémonos si es justo seguir empedrando el idioma con os/as, los/las, el niño/ la niña y otras mil formas con las que se pretende, hasta hoy, que asome la mujer por los intersticios de nuestras palabras.

En el sistema gramatical del español existen los llamados ‘elementos no marcados’: Por ejemplo, en los tiempos verbales, el presente es tiempo no marcado frente a pasado y futuro: Así, Bolívar libera a América expresa—en presente— que el Libertador nos liberó en el pasado; en Mañana no vengo el presentehace el papel de futuro, y entendemos Mañana no vendré… Las formas del presente, no marcadas, pueden expresar en contexto, pasado y futuro.

Otro elemento no marcado es el singular frente al plural: Si decimos El enemigo acosa la ciudad, comprendemos que muchos individuos nos acosan: el singular asume la pluralidad, sin suplantarla.

La posibilidad del elemento no marcado es muy fértil respecto de la economía lingüística, principio idiomático fundamental. He aquí un ejemplo, no mío, que ilustra este valor: ¿Preferimos escribir El perro es el mejor amigo del hombre o Los perros y las perras son los mejores amigos y las mejores amigas de los hombres y las mujeres? No responda; sienta el idioma, paladéelo.

El género gramatical masculino es no marcado: El perro, en esta frase, incluye el femenino, como lo incluye el término hombre, que no son, aquí, masculinos ni femeninos, sino de género no marcado. Igual sucede con Los niños van a la escuela, Los adultos trabajan, donde Los niños y Los adultos no están en masculino: su género no marcado abarca masculino y femenino, niños y niñas, adultos y adultas.

Pero hay más: en la red cunde un adefesio que perdura y contagia. Se intenta eliminar de nuestro vocabulario el término presidenta, considerándolo incorrecto, a base de razones que la ignorancia sostiene: se pretende que las dos últimas sílabasde presidente, –en/te no son tales, sino una palabra sola que significa ‘ser: Presid-ente, sería ‘quien preside al ser’… ¿Y precedente, incidente, trascendente, esplendente, ascendente, etc.? Aunque ente en filosofía es ‘ser’, en estos ejemplos no es palabra completa, es un sufijo, como lo son –iente y –nte; en presidente, se pospone a la base léxica presid, del verbo presidir, y permite derivar de ella el sustantivo presidente que, además, admite el femenino: presidenta. Los sufijos, como los prefijos, permiten formar nuevas palabras por derivación; los sufijos se posponen a la base léxica; los prefijos se anteponen a dicha base: aportar; antediluviano, cooperar.

El valor estético de la expresión apenas se nombra, pero se halla implícito en el cultivo de la economía idiomática: emplear el menor número de palabras para expresar el mayor número de ideas es la base de la poesía, cuyo don supremo es la búsqueda de perfección. Sin ella, la lengua apenas serviría para expresar las necesidades más banales…

La anhelada igualdad de hombre y mujer irá expresándose lenta, pero seguramente, en nuestra lengua, en la medida en que nosotras mismas cambiemos, cuando la educación nos permita sentirnos la otra parte de una misma condición humana.

Reproduzco esta frase de Paz Battaner, la última académica mujer que ingresó a la Real Academia Española: Donde hay que dar visibilidad a la mujer no es en la lengua, es en la vida.

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