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«Pasillo», por don Marco Antonio Rodríguez

Su origen es difuso, pero fueron los soldados de nuestra Independencia quienes lo divulgaron. El pasillo no exalta idilios sosegados o congojas fugaces, devela pasiones. Nada sabemos de ellas...

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Foto: Museo del Pasillo

¿Cuál fue su matriz? Extrañamiento y delirio. Su origen es difuso, pero fueron los soldados de nuestra Independencia quienes lo divulgaron. El pasillo no exalta idilios sosegados o congojas fugaces, devela pasiones. Nada sabemos de ellas, ni siquiera son nuestras, sin embargo, nos seducen y someten. “Para expresar mi amor solamente me queda/ rasgarme el pecho, amada, y en tu mano de seda/ dejar mi palpitante corazón que te adora”.

Primero se bailó, luego se lloró. Cuando se popularizó el pasillo, dio paso a composiciones que musicalizaron poemas (sobre todo de la Generación decapitada) y de otros que ofrecían la vía para fracturar todo escollo que impidiera volcar sus desdichas, frustraciones, amarguras. “¡Qué carnaval más necio el de la vida!/ ¡Qué consuelo más dulce el de la muerte!”

Se ha proclamado que nuestra música es “subproducto de la dominación”, “sonidos menores sin capacidad creativa” o “signo de nuestra decadencia”. Pero del tango se ha dicho que es “una tristeza que se baila”, del bolero: la “antesala del suicidio” y que la música ranchera no es más que “gritos de cantina”. Nuestra música: la mayoría la ignora o desdeña.

Algunos de los géneros de nuestra música se han extinguido, otros han sufrido variantes radicales, el pasillo ha resistido. El pasillo es pasión delirante, revelación de las intimidades más recónditas. Libera infortunios, pesadumbres, sentimientos imposibles, despedidas… Solo a veces asoma con una luz velada y furtiva alumbrando el rostro del amor y la esperanza. El compositor pasillero, en un medio conservador como el nuestro, se rebela e increpa incluso a Dios por sus tristuras, y en acto de temeraria sublevación, le anuncia: “ya saldaré mis cuentas cuando pueda/ devolverte la vida que me diste”.

Arrebato y enardecimiento. Camino escarpado con final sombrío. Pérdida y clausura. Exaltación y desvarío, el pasillo, otrora fiel compañero de amantes, bohemios y serenateros, sigue transgrediendo el irrevocable paso del tiempo.

Este artículo se publicó en el diario El Comercio.

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