Cada muerte lejana me duele,
me duele como si viviese el hombro derecho
de mi cuerpo
mientras el izquierdo se engusanara.
Mi hombro izquierdo,
mi muerto izquierdo tirado sobre la arena.
No es preferible suponer
que un muerto me duele
como si muriera mi pierna derecha,
desde la ingle hasta el astrágalo,
mientras la izquierda
temblara gozosa en un espasmo del amor.
Un muerto tirado en la mesa
y luego azulado por el hielo,
en el ámbito imposible del hospital
y finalmente pútrido…
Me duele, tanto me duele.
(De Escritos de cordel, 2011)