“Edú ―dijo la muerte―, ya es la hora”
Y él replicó, sonriendo:
“Zambita, espera un poco.
¿No ves que es muy temprano?
Anda, más bien convídame
un trago de aguardiente.”
Pero ella dijo: “El último.
Tan solamente el último del último”
Y cuando se lo trajo
con esa mano de tan negra y negra,
con esa mano de tan tierra y negra,
Edú la trajo nuevamente al centro.
La metió bajo el toldo y en la colcha
y ella contenta.
La estrechó, luego, con sus pata-pata
y ella gozando.
Y él se fue de parranda
cuando la muerte se quedó muriendo.
(De Zona prohibida, 1972)