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«Poemas de cada día» (Eugenio Moreno Heredia)

Para cruzar el día, / cada mañana alzamos / la llama del amor en nuestra sangre / y amontonamos leño a leño / nuestra fragante carga de ternura; / flor a flor, hierba a hierba, / nuestro manojo de resignación / y de abeja en abeja...

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Para cruzar el día,
cada mañana alzamos
la llama del amor en nuestra sangre
y amontonamos leño a leño
nuestra fragante carga de ternura;
flor a flor, hierba a hierba,
nuestro manojo de resignación
y de abeja en abeja
el humilde panal de la esperanza.
Para cruzar el día,
ahuyentamos las sombras con las manos,
como el ciego que hallamos en la esquina
con los brazos abiertos
dibuja palomas en el aire,
queriendo oír la voz de Dios entre los muros.

Para cruzar el día,
cada mañana tras oler el agua
nos lavamos la voz,
las manos,
las palabras,
y los ojos que vuelven
como dos barcos tristes
cargados de tinieblas
desde las frías islas de las sueños;
pequeña muerte en que yacemos vivos,
de costado y al borde de la nada:

Oh solitarios,
oh descolgados en el infinito;
el viento nos esparce
de bruces al olvido
entre espigas y harapos
ataúdes y mundos
y sin embargo en cada nuevo día,
humildemente,
amontonamos leño a leño
nuestra fragante carga de ternura,
flor a flor, hierba a hierba
juntamos contra el pecho
nuestro manojo de resignación
y vamos a la muerte
con los brazos tendidos abrazados la vida,
dibujando palomas de esperanza en el aire,
oyendo nuestros pasos al olvido.

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