Los negros flancos de la peña rota
al interior destilan, gota a gota el agua, que latente
callada se acumula, y por fin brota en límpida vertiente.
Y de mi duro corazón partido gota a gota ha surtido
la salobre vertiente de mi llanto, que luego con melódico gemido
fluye trocada en canto.
Y canto es asimismo la dulzura del hilo de agua pura
que en torno riega la sedienta grama, cuando la íntima paz que me satura
del pecho se derrama.
Así alternando el himno y la alegría, ya llore, ya sonría,
sólo te canto a Ti, mi único Dueño, en quien puse mi ensueño
desde que supo amar el alma mía.