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«¿Qué pasa con CNN?», por don Fabián Corral

Algunos consideraban a CNN como un medio de comunicación equilibrado, y se presumía que sus entrevistadores serían profesionales de verdad. Sin embargo, los episodios ocurridos en los últimos días, desdicen de su seriedad.

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Algunos consideraban a CNN como un medio de comunicación equilibrado, y se presumía que sus entrevistadores serían profesionales de verdad. Sin embargo, los episodios ocurridos en los últimos días, desdicen de su seriedad.

El mexicano Fernando del Rincón, que funge de entrevistador en CNN, hizo gala de grosería en una entrevista a la ministra de gobierno de Ecuador, María Paula Romo, rebasó los límites, incurrió en abuso de su posición, y asumió el papel de juez de conductas y árbitro de comportamientos y países. Ahora, en entrevista con Juan Sebastián Roldán, consumó la grosería, y olvidó, otra vez, el mínimo respeto que debe inspirar a la tarea de un entrevistador, que es entrevistar y no más, y no convertirse en juez, dictador.

Penoso, porque el entrevistador perdió los papeles, exaltado, braceando en su bravata, quedó como no puede quedar un individuo cuyo papel es entrevistar, no juzgar, preguntar, no imponer. Lamentable, porque esa no es la función de un medio ni de sus empleados, no es lo que debe hacer la prensa libre, que ni gobierna ni decide ni juzga. Penoso, porque la arrogancia es adversaria de la objetividad, y porque la función de inquirir no puede rebasar el respeto y la tolerancia.

Incurre este personaje del show televisivo en el más burdo amarillismo. No dudó en hacer de la tragedia que sufre Guayaquil, con sus respetabilísimos muertos, una suerte de “reportaje” sensacionalista. Amarillismo que desdice del canal que lo emplea, y que pone en grave entredicho su seriedad, imparcialidad, y compromiso con el respeto a los derechos de las familias de los fallecidos, y que no se compadece con un mínimo sentido de humanidad ante una tragedia. No se trata de segar la información ni de ocultar los hechos, como podría creer el desafortunado entrevistador. Se trata de estar a la altura de la calamidad que sufre el Ecuador, México, Estados Unidos y Europa.

Se trata de tener categoría, jerarquía humana, y de aceptar que sobre el rating, sobre la “popularidad”, están los límites que impone la ética, la convicción de que la sintonía y el afán de protagonismo no pueden sobrepasar jamás el decoro y la decencia con los seres humanos que sufren una tragedia, y con su país.

Aristegui, por su parte, se valió de su espacio para entrevistar al ex presidente que tiene innumerables problemas penales, casi en la víspera de la sentencia. Aristegui no podía ignorar que los jueces estaban a punto de dictar el fallo en un caso muy grave que involucra al ex presidente. Y no es ético incurrir en un juego mediático de esta clase, convirtiendo su espacio en un foro para que el inculpado ventile sus intereses, influya en la opinión pública y pretenda influir sobre los juzgadores, lo que no lo lograron gracias a la integridad de los jueces. Actuar así, no es legítimo.

¿En que andan Rincón y Aristegui que, desde sus trincheras mediáticas, detrás del micrófono, hacen gala de prepotencia y oportunismo?

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