Espiga, no me digas lo que guarda tu carne.
Yo quiero presentirte pan,
sonrisa, blandura entre los dientes.
Y agonizar en tu temblor secreto como una célula,
con el núcleo dorado por la magia
tranquila del silencio.
Recrear en mi ser tu cuerpo mínimo
mientras me habita aún la sangre del verano
y tu orilla menuda es todavía
mi propia orilla.
Espiga,
no me grites lo que guarda tu muerte.
Si he de morir tu misma sed…
Fuente: Poesía ecuatoriana (antología esencial), prólogo y selección de Sara Vanégas Coveña, Cuenca, Universidad del Azuay, 2019.