«Requiem» (Jorge Dávila Vázquez)

Después de los grandes / lamentos y gemidos, / de las plegarias desesperadas, / las trompetas que rompen los tímpanos / y las voces angustiadas del coro, / luego del temor y la resignación, / solo queda la súplica / suya hasta el último aliento: / Liberame...

(Anja Harteros canta Verdi)

Después de los grandes
lamentos y gemidos,
de las plegarias desesperadas,
las trompetas que rompen los tímpanos
y las voces angustiadas del coro,
luego del temor y la resignación,
solo queda la súplica
suya hasta el último aliento:
Liberame Domine
de morte eterna
in diae illa tremenda
”.
Sí, Señor Dios,
Rey de majestad tremenda,
líbrame de la muerte eterna.
Liberame.
Líbrame.
Llévame a la paz,
por el milagro de esa voz
que te implora hasta apagarse
como una lámpara,
por esa voz que parece
cargar sobre sí
todos
los pecados del mundo.
Liberame.

Luego ya todo es
rostro fatigado del director
y los solistas,
los músicos,
el coro.
Fin de la interpretación,
marea del aplauso infinito,
queda solo la imagen
del último susurro:
Liberame.

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