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Reseña de la obra más reciente de don Gustavo Salazar

Compartimos con ustedes la reseña que para la Revista Guaraguao escribió Juan José Pozo Prado sobre la antología «Poesía ecuatoriana escrita por mujeres», de don Gustavo Salazar, miembro correspondiente de la Academia.

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Compartimos con ustedes la reseña que para la Revista Guaraguao escribió Juan José Pozo Prado sobre la antología Poesía ecuatoriana escrita por mujeres, de don Gustavo Salazar, miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

Poesía ecuatoriana escrita por mujeres. Antología
Compilación, selección y edición: Gustavo Salazar Calle[1]

Siempre es buen momento para el hallazgo; o, pensándolo mejor, todo hallazgo entraña un buen momento: apropiado y oportuno, como el kairós de la tradición helénica, cercana a la literatura ecuatoriana gracias al humanista Aurelio Espinosa Pólit, S. J. No es arbitraria su mención, al tratarse de uno de los mayores investigadores de la literatura escrita en Ecuador, en cuya obra consta un artículo sobre la primera poesía en español en el territorio de lo que hoy es nuestra patria, compuesta por una religiosa. Este hallazgo, décadas más tarde, deviene un aporte incuestionable para el estudio, valoración y apreciación de la literatura ecuatoriana a través de siglos de poesía escrita por mujeres.

Poesía ecuatoriana escrita por mujeres es un trabajo pionero, compuesto de tres volúmenes: una Aproximación histórico-literaria y una Antología dividida en dos tomos. Al primero integran textos adicionales al ensayo, como una «Nota liminar» y una carta dirigida a Susana Cordero de Espinosa, directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua («Por qué investigo y por qué valoro los archivos»), en la que Gustavo Salazar Calle habla del origen del estudio, de sus hallazgos, de la importancia que la investigación de archivos tiene en su recorrido profesional y de su necesidad en cuanto al estudio a profundidad y difusión de la cultura ecuatoriana.

Asimismo, el ensayo está acompañado por dos textos relacionados con la incorporación de Salazar Calle a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, en 2021:[2] un «Discurso de bienvenida», pronunciado por el académico Simón Espinosa Cordero, y un «encomio público», escrito por el filólogo hispanoecuatoriano José María Sanz Acera, cuyas valoraciones sobre la obra de algunas poetas constituyen los «Apéndices» del libro y complementan el estudio histórico-literario.

Por otro lado, los dos tomos que conforman la antología poética, publicados por el Centro Cultural Benjamín Carrión, están constituidos por una selección que abarca la producción lírica escrita por mujeres desde el siglo XVII hasta el siglo XXI. Cada libro cuenta con una nota editorial y un apartado bibliográfico que confirma la minuciosidad del estudio. Además, el primer tomo contiene un prólogo de la escritora y catedrática ecuatoriana María Auxiliadora Balladares.

Al locus enuntiationis marginal que una antología de esta naturaleza puede significar —señalada por Balladares como «práctica contrahegemónica»— conviene agregar que la amplitud de registros, tanto individuales y estilísticos como sociales e histórico-culturales, revela la discreta pero incuestionable presencia de la mujer en el quehacer literario y cultural ecuatoriano, tanto desde sus palabras como desde el trabajo que las articula, mostrando, además, curiosas conexiones con otros ámbitos. Así lo indican, por ejemplo, los primeros nombres que la investigación menciona: sor Teresa de Jesús Cepeda y Fuentes (1566-1610), sobrina de Teresa de Ávila y autora del primer poema en lengua castellana documentado en territorio ecuatoriano —Manuel María Pólit Laso lo registra en 1916; su sobrino, Aurelio Espinosa Pólit, S. J., lo confirma en 1959—, y Gerónima de Velasco, cuyo nombre, lo único que se conserva, menciona Lope de Vega en su Laurel de Apolo (1630). A estos nombres se añaden otros, vinculados a la vida religiosa de la Real Audiencia de Quito, como santa Mariana de Jesús, autora de cuatro coplas; Gertrudis de San Ildefonso, de cuya obra, La perla mística, se recuperan algunos poemas; sor Catalina de Jesús María Herrera, autora de su autobiografía, Secretos entre el alma y Dios; y una poeta anónima, autora de una serie de poemas sobre las Siete Palabras que, aunque de identidad todavía sujeta a discusión, fue conocida por Alejandro Carrión como la «Musa Quitense Incógnita».

Del siglo XIX Salazar Calle recupera nombres relevantes, presentándolos más allá de la condición apasionada o desdichada que la historia colectiva les ha adjudicado. Tal es el caso de Manuela Sáenz, cuya asociación a Simón Bolívar se presenta bajo otra perspectiva a través de una octava real de su autoría, estudiada por el académico Hernán Rodríguez Castelo. De Dolores Veintimilla, malograda por su suicidio y el trágico mito alrededor de este, se destaca una dimensión activista, marcada por su oposición a la pena de muerte. La intensidad de su escasa obra ha resonado en el ámbito internacional, como constatan opiniones de escritores como Ricardo Palma, la baronesa De Wilson y el conde de Lautréamont, por mencionar algunos, así como la Antología de poetas hispano-americanos, de Menéndez Pelayo (1894), y la antología de Wenzel Goldbaum (1941), en traducción al alemán.

La producción literaria de escritoras ecuatorianas no es ajena a la traducción. El vínculo con el mundo clásico se encuentra en traducciones de Esquilo y Sófocles hechas por María Guillermina García Ortiz, que se suman a las de Aurelio Espinosa Pólit;[3] textos de orden religioso, como el Cantar de los cantares, «Dio amore», de Silvio Pellico, y «A san Constancio», del papa León XIII, fueron traducidos por Carolina Febres Cordero Franco, en versión libre de algunos fragmentos, Felisa Égüez y Ángela Carbo Macías, respectivamente; por último, Stanzas to Jessy, de Lord Byron, fue traducido por Ángela Caamaño, cuya obra presenta un notable registro, como se puede apreciar en versos humorísticos, así como en el poema intimista de connotación lésbica «Comadre mía».

Es así como, conforme se avanza en la lectura de los poemas, se avanza en el tiempo y circunstancias que refleja el estilo de cada poeta, el cual, en ciertos casos, es parte de la memoria colectiva. Pasando por el descubrimiento único de una glosa desenfadada e irónica de Mercedes Rivas —un hápax legomenon, de acuerdo con Sanz Acera, al expresar su autora, en pleno siglo XIX, su origen incestuoso y el ser esposa de un bígamo—, el estilo satírico de Dolores Sucre, el vanguardista de María Luisa Lecaro Pinto y el sensual de Aurora Estrada y Ayala, poemas como «Dulce es llorar», de Luz Elisa Borja, y «El huiracchurito», de Mary Corylé, llegaron a formar parte del repertorio musical nacional en canciones conocidas como «Lamparilla» y «Qué lindo es mi Quito», respectivamente, popularizadas por el dúo Benítez-Valencia. Destacan en la antología los poemas en prosa eróticos de Lydia Dávila, autora de quien no se ha recuperado más información aparte de su única obra, Labios en llamas (1935), recientemente reeditada.[4] Se puede decir, entonces, que la producción poética desde la primera mitad del siglo XX hasta el siglo XXI registra, en palabras de Salazar Calle, «la madurez de distintas concepciones estéticas, diversidad de temas y muy diferentes actitudes ante el proceso creador y el uso sin trabas de la palabra» que, en el estudio, llega hasta la poeta Camila Peña (1995), y, en la antología, hasta María Clara Sharupi Jua, pasando por nombres como los de Ana María Iza, Ileana Espinel, Violeta Luna, Sonia Manzano, Sara Vanégas Coveña o Natasha Salguero, por mencionar algunos. Aunque la reseña de un trabajo de esta naturaleza incurra en omisiones, tanto el estudio como la antología constituyen un notable registro de la producción poética escrita por mujeres.

Poesía ecuatoriana escrita por mujeres se adscribe a una tradición de antologías de poesía de mujeres —desde la del chileno José Domingo Cortés (1875)— que, además, rescata voces de la literatura ecuatoriana de los avatares del circuito editorial a través del tiempo. Resalta, por un lado, el propósito de estimular la emoción estética, apreciar la amplia variedad de temas, tonos, recursos literarios y estilísticos desde el contexto de cada autora en función de la calidad literaria, y, por otro, la importancia del estudio de archivos universitarios, religiosos, públicos y particulares, bibliotecas personales, conventuales e institucionales y epistolarios. La sólida bibliografía que acompaña a cada tomo refuerza el entendimiento de la literatura como esfuerzo compartido, dirigido a realzar el patrimonio literario nacional. No obstante, dice Gustavo Salazar Calle, «queda mucho por indagar, descubrir, registrar y difundir». En cuanto a la antología, que cada poema nos hable de su tiempo y comparta con nosotros sus hallazgos.


Juan José Pozo Prado
Universidad de Alicante.

Revista Guaraguao No. 75. Primavera 2024, pp. 252-255.


[1] Poesía ecuatoriana escrita por mujeres. Antología. Compilación, selección y edición: Gustavo Salazar Calle. Tomo I (1600-1920), 253 p. / Tomo II (1920-2000), 287 p. (Municipio del Distrito Metropolitano de Quito. Secretaría de Cultura. Centro Cultural Benjamín Carrión- CCBC, Quito 2021; 14,8 × 21 cm; «Prólogo»: María Auxiliadora Balladares).

[2] «Gustavo Salazar Calle, Poesía ecuatoriana escrita por mujeres. Una aproximación histórico-literaria» (discurso de incorporación a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, 2 de septiembre de 2021), 175 p. (Edición del autor, Quito 2022, 14,8 × 21 cm; publicación vinculada a la serie «Cuadernos a Pie de Página»; «Discurso de bienvenida»: Simón Espinosa Cordero; «Apéndices» y «Un heroinómano de nuestras letras: Gustavo Salazar Calle (encomio público que hubiese deseado pronunciar)»: José María Sanz Acera).

[3] Ver El teatro de Sófocles en verso castellano: las siete tragedias y los 1129 fragmentos. 2 tomos. Volumen 1 de las Obras escogidas de Aurelio Espinosa Pólit, S.J., Pontificia Universidad Católica del Ecuador-PUCE, Quito 2021. Edición e introducción de Gustavo Salazar Calle.

[4] Ver Labios en llamas. Ediciones de la Línea Imaginaria, Quito 2023.