
Una niña afgana
se introduce en la altanoche de mi sueño
y me cuenta que su padre la ha vendido
a un hombre de cejas canas
en cuyo turbante hay dinero de sobra
para salvar del hambre a su familia
Yo pretendo evitar que el viejo
desflore la vulva de esa niña
que aún no conoce menstruaciones
y la escondo entre mis sábanas de lino
El hombre la descubre
y la arranca con violencia de mi cama
La niña se resiste
golpea con sus puños el pecho de quien quiere
convertirla en su diario afrodisiaco
Un llanto entrecortado
igual al de las sílabas que caen
cuando el miedo decapita a las palabras
gotea a ritmo lento en el pozo sin fondo de mi sueño
Llegada la mañana me despierto
a veinte mil leguas de asfixia submarina
un hombre del porte de un desierto
oprime entre sus muslos acezantes
el llanto desflorado de una niña
que ahora sabe que no hay dios
que pueda devolverle
la sangre que desangra
su himen desgarrado
Fuente: Del poemario inédito El vino de mi sombra.